El cantar de los cantares

3.4 “Kim'át She'abárti Mehém 'Ad Shematzáti Et Sheahabá Nafshí; Ajaztív Veló Arpénu 'Ad-Shehabetív El-Bet Imí Veel-Jéder Horatí”.

 

“Apenas pasé después de ellos hallé Al que ama mi alma; me aferré a Él y no Lo solté hasta que Lo traje a la casa de mi madre y al recinto de mi nacimiento”

 

 

En Breve:

 

No había yo terminado de hablar con los cuidadores de la ciudad (Moshé y Aharón) cuando encontré al Al que ama mi alma; y cuando lo encontré me aferré a Él y no Lo solté para no perderlo de nuevo, hasta que Lo traje a la casa de mi madre para que habite conmigo. ¿Qué habría en especial en casa de su madre? La congregación de Israel pensó que ella lo ayudaría a encontrar la forma de mantener viva la unión del amor con Su Amado.

 

Fue después de cuarenta años de búsqueda, cuando apenas me había separado de los conductores, (o sea, después que fallecieron Moshé y Aharón), Yehoshúa' nos condujo a través del río Yardén, entramos y conquistamos la Tierra Prometida (la casa de mi madre), la cual es una tierra de santidad y preparada para servir en ella al Creador. Me aferré a Él y no Lo solté, y fue entonces que abandoné mi necedad y Lo traje a la Tierra de mis Padres para que Su Divinidad resida en el lugar donde nuestros patriarcas se establecieron.[1]

 

 

Profundizando:

 

Moshé y Aharón regresaron su alma al Creador. 'Am Israel quedó bajo la dirección de Yehoshúa' para cruzar el Jordán y conquistar la Tierra Prometida. Varias veces el Rey intentó llamar la atención de su amada, más ella no respondía, no miraba toda la belleza que su Amado le traía. Fue hasta que regresó a su residencia, y allí comenzó a añorarlo, El Todopoderoso los acompañó y derrotó a los 31 reyes que la gobernaban. Una vez establecida la reconciliación, el Pueblo de Israel quiso aferrarse a la Presencia Divina, y para conseguirlo construyen el Mishkán Shiló,[2] en la época de los jueces el Tabernáculo se instaló provisionalmente en Shiló, mientras se buscaba un lugar sagrado para erigir una casa estable y permanente, que sirviera como residencia para la Presencia Divina.[3]

 

 

 

Enseñanza ética:

 

Cuarenta años pasaron de la salida de Egipto y un mes después de la muerte de Moshé. El pueblo acampaba en las llanuras de Moab, a la orilla del río Jordán. Fue entonces que Yehoshúa' recibió la orden de cruzar el río que tenían frente a ellos y entrar a la tierra que el Todopoderoso les había prometido. El Creador les dice que toda tierra que sus pies pisen, desde el desierto y el Lebanón hasta el río Éufrates, Él se las dará. Además, les asegura que no los abandonará y nadie los vencerá. Le pide a Yehoshúa' que sea fuerte y constante, pues él hará que el pueblo herede la tierra y que sea fuerte en el cumplimiento de las leyes que Él entregó previamente a Moshé, y también le advierte que no se desvíen ni a la derecha ni a la izquierda de la Torá, que la estudien día y noche, para que prosperen en todo lo que hagan.

 

Yehoshúa' esperó tres días antes de cruzar el Jordán, tal y como lo hiciera Moshé antes de la entrega de la Torá, con la finalidad de dar tiempo a toda la nación para prepararse con Torá y Mitzvot para la jubilosa ocasión de entrar a Éretz Israel.

 

Al culmino del tercer día comenzaron la avanzada. Yehoshúa' pidió a los Cohanim que tomaran el arca y que la pasen delante del pueblo. El Creador le dijo a Yehoshúa' que estaría con él y que en ese día lo haría grandioso a ojos de Israel, y que haría milagros parecidos a los que hizo con Moshé. Los Cohanim se pararon frente al borde del Jordán. El ahora conductor les dijo que se acercaran todos para escuchar las palabras del Eterno. Les pidió que eligieran a un hombre de cada tribu y les adelantó que cuando los Cohanim con el Arca pisaran las aguas del río Jordán, éstas se partirían; esta sería la señal indicatoria que cuando ellos siguieran al Arón (Arca de la Alianza) para atacar a las naciones que ahora habitaban allí, vencerían fácilmente en todas las batallas. En el instante que sus pies tocaron las aguas, estas se dividieron, se fueron acumulando y más agua que fluía río arriba, ésta no se desbordaba en ninguna de las márgenes del río. Las aguas se acumularon hasta que formaron un muro, tal como sucedió en el Yam Suf, y frente al Arón había un sendero completamente seco. Los Cohanim se quedaron parados en la margen oriental y permitieron que el pueblo entero cruzara confiadamente el río: Cuando hubo acabado todo el pueblo de pasar el Yardén, entonces el Eterno habló a Yehoshúa' diciendo: “Tomen ustedes de entre el pueblo doce hombres, un hombre por cada tribu; y les ordenarán diciendo: Alcen ustedes de aquí, de en medio del Yardén. Cada uno de ellos debe levantar una piedra grande de donde los pies de los Cohanim pisaron, y sacarla del lecho del río, deben arrastrarlas y colocarlas en el lugar donde descansarán esa noche. Estas piedras serían una señal para los Bené Israel, para que cuando sus hijos pregunten ¿qué son estas piedras?, ellos digan que las aguas del Jordán fueron abiertas ante el Arca del Pacto cuando cruzaron sus aguas.[4]

 

El 'Am Israel estaba recibiendo un nuevo compromiso. Moshé había exhortado a la nación a que una vez que ingresaran a la Tierra Prometida, tendrían que renovar su compromiso con el Creador y con la Torá mostrando así que los éxitos que habían conquistado con Moshé y las esperanzas para el futuro de la nación dependían se su apego, obediencia y lealtad a la Torá y a los líderes encargados de mantenerla intacta.[5]

 

Otra enseñanza que podemos obtener es que, así como las piedras fueron una gran protección para nuestro patriarca Ya'acov cuando él las puso bajo su cabeza, y fue para él como si se hubiesen convertido en una sola piedra, así también las doce tribus serían fuertes siempre que se mantengan unidas. Mientras vivan en paz y armonía entonces, sus enemigos no tendrán éxito sobre ellas y podrán defender y resguardar la Tierra. Pero si hay rivalidad entre ellas, entonces se dividirán y sus enemigos vendrán a conquistarla y serán exiliados.

 

El Creador le dijo a Moshé: Y será en el día que cruzaréis el Jordán hacia la tierra, que el Eterno te concede a ti, habrás de erigir piedras grandes y las blanquearás con cal. Y habrás de escribir sobre ellas, todas las palabras de la Torá cuando hayas pasado para que vengas a la tierra que Él te concede, una tierra que fluye leche y miel, como había hablado el Eterno, a ti. Y será que cuando crucen el Jordán erigirán las piedras estas en el monte 'Ebal y las blanquearán allí con cal. Y construirán allí un altar de piedras y no deberán blandir sobre ellas hierro. Con piedras intactas construirán el altar del Eterno y ofrecerán en él sacrificios ante Él. Y ofrecerán sacrificios de paz allí y comerán allí y se regocijarán ante Él y escribirán sobre las piedras todas las palabras de la Torá en una lengua clara.[6]

 

Aquellas piedras que extrajeron del río en presencia de Yehoshúa', fueron las mismas que fueron esculpidas en setenta idiomas y colocadas en Guilgal (una de las fronteras de Éretz Israel) y quedaron como testimonio que esa era una Tierra en la que el propósito y el sentido de la existencia de la nación judía, la cual es el estudiar y observar las Leyes de la Torá, servir al Creador e inundar el mundo con Sabiduría Divina, además mantener la unión y el amor entre todos sus miembros…©Musarito semanal

 

 

 

El que no ha probado la santidad de vivir en Éretz Israel, no podrá entender la lejanía espiritual de vivir en el resto del mundo”.[7]

 

 

 

 

 

 

[1] Metzudat David.

 

[2] Ra”shí, ver también Metzudot David

 

[3] Seforno

 

[4] Ver Yehoshúa' 4:1-22

 

[5] Ver Sotá 35b.

 

[6] Debarim 27:1-8.

 

[7] Rabí Shemuel de Sojtchub; Hameir Ledavid.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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