El cantar de los cantares

2.14 Yonatí Bejagvé Haséla', Beséter Hamadregá; Har-ini Et-Mar-áyij Hashmi'ini Et Koléj, Ki-Koléj 'Aréb Umar-éj Navé:

 

“Paloma Mía, [que estás] en los resquicios de la peña, en lo encubierto del peldaño; muéstrame tu rostro, déjame escuchar tu voz, porque tu voz es agradable y tu aspecto es hermoso”.

 

 

En Breve:

 

Mientras relata acerca del cariño que mostró por ella su amado, dijo: He aquí que cuando yo decidí seguir detrás de Él, me pidió: “Por favor, cuando estemos en camino buscando un lugar escondido, cuando entres tú en la peña o en algún lugar oculto entre los peldaños [de la montaña] allí muéstrame tu rostro y allí hazme escuchar tu voz, pues tu voz es agradable y tu aspecto es hermoso. Pues esto ansié, escuchar tu voz y llenar mis ojos de tu presencia”.[1]

 

 

Profundizando:

 

Dijo el Creador a Israel: “Estamos delante del Monte Sinaí, allí te mostrarás delante de Mí, y allí escucharé tu respuesta cuando digas: “Todo lo que habló el Eterno haré y escucharé”.

 

El primer día del mes de Nisán, el Todopoderoso ordena al 'Am Israel, que acercaran la ofrenda de Pésaj, la cual consistía en sacrificar un cordero o cabrito, los cuales eran adorados en aquella época por los pueblos idólatras, en especial los egipcios. Al sacrificarlos, la nación judía demostraba así, en forma concluyente, su absoluta y total subyugación a la Voluntad del Creador.

 

Analizando la cronología de los hechos, encontramos que la orden de sacrificar a estos animales fue dictada el primero del mes y ellos lo realizaron hasta el día catorce de Nisán: y los hijos de Israel fueron e hicieron,[2] este versículo aparece apenas cuando fueron encomendados a realizar la ofrenda y no cuando trajeron el sacrificio…. El versículo del Shir HaShirim, no viene a determinar el orden de los sucesos, el Todopoderoso alaba a Israel por la disposición mostrada. Ra”Shí comenta en el lugar que una vez que ellos aceptaron cumplir con el precepto, la escritura lo consideró como realizado. Esto nos enseña lo valiosas que son las decisiones que la persona toma. Este mismo concepto lo hallamos en la entrega de la Torá: cuando se paró todo el pueblo en la peña o en algún lugar oculto entre los peldaños [de la montaña] el pueblo de Israel se comprometió a recibir sobre ellos todo lo que luego escucharían,[3] Entonces el Todopoderoso declaró: muéstrame tu rostro y allí hazme escuchar tu voz, pues tu voz es agradable y tu aspecto es hermoso.

 

 

 

Enseñanza ética:

 

Relata el Talmud[4] en nombre de Rabbí Simai que en el momento en el que el pueblo de Israel dijo: Todo lo que el Eterno ordenó haremos y escucharemos,[5] bajaron seiscientos mil ángeles con dos Coronas Celestiales cada uno y las colocaron sobre cada hombre, una corona representando el haremos y la otra el escucharemos. ¿Por qué recibieron una recompensa tan grande por esta acción?

 

Es nato del ser humano entender con su mente racional todo lo que pueda. Después, y sólo después, procede a hacerlo, el entendimiento precede a la acción. Cuando dijimos al pie del monte Sinai haremos y escucharemos, tomamos un valioso compromiso. Manifestamos la más absoluta fe. Mostramos la disposición de anteponer la acción al conocimiento y a la razón. De hacer lo que el Creador nos ordena sin siquiera escuchar antes motivo o causa alguna. El objetivo de un judío es el más elevado de todas las creaciones porque se esfuerza en cumplir los Mandamientos del Creador, aun si su mente racional le dice lo contrario. Haremos y escucharemos; el intelecto es un instrumento que informa al cerebro humano a creer existente todo aquello que puede ver, y también permite al cerebro humano entender más de lo que puede ver. Ver es creer, pero creer es más que ver.[6]

 

El pueblo de Israel fue alabado por haber aceptado (haremos) la Torá sin siquiera saber lo que estaba escrito en ella… Se sometieron incondicionalmente a la Voluntad del Todopoderoso y por esto recibieron una de las coronas. Pero ¿Por qué recibieron la otra (escucharemos)? Para poder actuar, ellos tenían que saber que era lo que tenía que hacer... ¿Cuál es entonces el verdadero significado de esta segunda corona, y qué nos enseña?

 

El hombre es un ser que camina, que avanza, es opuesto a los ángeles que están siempre parados. El hombre busca constantemente perfeccionarse a sí mismo. No tiene forma de quedarse inactivo; o se eleva o desciende, crece o se estanca, en esta vida no existe “el punto muerto”. Es como una escalera mecánica que baja, si uno se queda parado, termina abajo; si camina un poco, tal vez pueda mantenerse en el mismo lugar; sólo haciendo un esfuerzo adicional para avanzar más rápido de lo que bajan las escaleras será que ascenderá hasta la cumbre. Este es el significado de la segunda corona, el Pueblo Judío aceptó sobre él para todos los tiempos la disposición de estar siempre listo a escuchar. Ello significa estar constantemente abierto a aprender más en función de elevarse a sí mismo, escalón a escalón, hacia el cumplimiento del potencial más alto de Torá que cada uno de nosotros posee.[7]

 

Estamos obligados a ser íntegros con el Creador,[8] debemos creer, con fe completa, que Su Voluntad es el verdadero bien, y no debemos investigar detrás de Sus palabras y de Sus órdenes para poder cumplir con las Mitzvot. El Servicio al Creador será considerado incólume cuando la persona recibe con amor verdadero y sin hacer cálculos previos, sin investigar ni tampoco pretendiendo encontrar el significado de Sus palabras y decretos. La generación del desierto estaba compuesta por hombres íntegros, simples y piadosos, y gracias a estas cualidades recibieron la Torá:

 

Un rey envía a otro país a uno de sus ministros a realizar una misión especial. Después de indicarle los pormenores de su trabajo en la tierra ajena y justo antes de partir el rey le advierte: no entres en conversaciones con ninguna persona durante toda tu estadía en el exterior y por favor, no te quites la camisa delante de nadie. El ministro emprende el viaje y ni bien llega uno de los funcionarios del otro país le dice: ¡Nunca vi en una persona semejante joroba…! Como él sabía que lo que le estaba diciendo no era correcto, no le prestó ninguna atención. Pero cuando ve que el funcionario le señala delante de sus colegas y todos lo miran en forma extraña, empezó a sentir que algo estaba pasando. Las exclamaciones continuaron, lo miraban de un lado y del otro y se mofaban de él; “la joroba” del forastero era el tema en boca de todos los invitados a la recepción, él estaba seguro de no tener esa curvatura en su espalda. Finalmente le hicieron una apuesta. Si realmente no tenía ninguna joroba le pagarían entre todos algo así como un millón de la moneda corriente en esa época. El ministro recordó en un principio la advertencia de su rey, de no quitarse la camisa y negó la oferta, fueron subiendo la cantidad hasta que se vio tentado y aceptó la apuesta. Su corazón estaba seguro de que tenía todas las de ganar, y podría aumentar las riquezas del tesoro de su país, para la alegría del rey. Para cobrar la apuesta, debía sacarse la camisa para mostrar la espalda. Todos comprobaron que no existía tal joroba, le dieron la suma en cuestión y este ministro volvió alegre a su tierra...

 

Cuando se presenta delante del rey, le cuenta sobre lo que le ocurrió y pone sobre la mesa la bolsa del dinero obtenido para las arcas del tesoro, agregando: esto que logré conseguir es todo para el rey y el pueblo, ¡no quiero ni un centavo para mí! Cuando el rey escucha las palabras del ministro, empieza a transpirar y le pregunta: ¿qué me hiciste?, ¿acaso no te advertí de no hablar con nadie? ¡Fíjate lo que hiciste, el rey del otro país me apostó cien millones a que si yo enviaba a uno de mis ministros conseguiría desvestirlo! Pensaste aumentarías el tesoro del país, cuando en realidad provocaste una pérdida enorme…

 

No tenemos la inteligencia suficiente para comprender los motivos de las Mitzvot, y mucho menos el raciocinio para llegar a las profundidades de la Tora, por eso, es imposible que entendamos el porqué de los preceptos, y no debemos usar nuestro criterio para cambiar tratando de adaptar las órdenes a nuestro intelecto. Recibimos la corona por el escucharemos, porque aun a sabiendas que no comprenderíamos la intención que tuvo el Creador al dictaminar Sus ordenanzas. Igual decidimos hacerlo tal cual fue ordenado, no cuestionamos ni tratamos de “mejorar” el precepto con nuestro razonamiento, sólo lo hacemos por Honor del Cielo. Haremos y escucharemos; no es suficiente recibir la Torá es necesario e imprescindible hacer. No es suficiente estudiar Torá, debemos de aceptarla y convertirla en nuestra guía de vida. ©Musarito semanal

 

 

 

“Nunca hubiera querido servir a un D-os cuyos caminos son entendidos por medio del cerebro de un ser humano”.[9]

 

 

 

 

 

 

[1] Metzudat David

 

[2] Shemot 12:28

 

[3] Ver Shemot 24:7

 

[4] Shabat 88a.

 

[5] כֹּל אֲשֶׁר־דִּבֶּר יְהוָֹה נַעֲשֶׂה וְנִשְׁמָע Todo lo que el Eterno ordenó haremos y escucharemos; Shemot 24:7

 

[6] Ezriel Tauber.

 

[7] Adaptado de Rabi Zev Leff.

 

[8] Debarim 18:13.

 

[9] Rabí Menajem Méndel de Kotzk.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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