Isajar y Zebulún: una sociedad eterna

 

“Isajar será como un burro…” (49:14)).

 

 

Yaacob pidió a todos sus hijos que se reunieran junto a su lecho de muerte. Habló a cada uno de ellos y los bendijo. Estas son las bendiciones conocidas como Birkat Yaacob (“bendiciones de Yaacob”); si las estudiamos con detenimiento, encontraremos que describen con detalle los atributos y las características de cada uno de los hijos de Yaacob.

 

Comenzó con Reubén, que era el primogénito. Siguieron Shimón y Leví, a quienes Yaacob reprochó por haber asesinado a la gente de Shejem. Yehudá fue ascendido a ocupar el puesto de rey, por haber admitido su culpa en el caso de Tamar, su nuera. Siguió Zebulún, que recibió la bendición de la prosperidad en los negocios. Yaacob prosiguió bendiciendo: Isajar será como un burro de robusta osamenta. Explican los Jajamim el significado: “La tribu de Isajar producirá estudiosos de la Torá que cargarán con el yugo de la Torá como el asno que lleva su carga”.[1]

 

¿Por qué Isajar fue comparado con un asno? Si su ocupación era la de estudiar Torá, ¿no sería mejor compararlo con un león u otro animal? La explicación es que la personalidad del asno difiere de la de los demás animales. El asno no se rebela contra su amo cuando se le impone una carga y la soporta pacientemente. La misma característica es distintiva de Isajar; acepta de buena gana el yugo de la Torá de su Amo. Así como al asno no le importa su propio prestigio sino el honor de su Amo, también Isajar, el estudioso de la Torá, desatiende su propio honor y vive para glorificar el Nombre de Hashem. Así como el asno no tiene un establo permanente, pero se agacha para dormir en cualquier lugar, Isajar, el estudioso de la Torá, es capaz de dormir en el suelo y sacrificar las comodidades de la vida con tal de estudiarla.

 

Todas las necesidades de la Tribu de Isajar eran cubiertas por Zebulún, que fue bendecido con los territorios donde se encontraban los mares y los ríos: En costa de mares habitará; él estará en puerto de navíos. Esto le dio la ventaja de sustraer el jilazón, que era un tipo de molusco del cual se extraía el tinte llamado tejélet, necesario para la confección de los hilos del tzitzit. Este tinte estaba muy bien cotizado y les producía grandes ganancias; además, como habitaban en la costa, adquirieron naves que utilizaban para viajar y comprar y vender mercancías diversas. Esto les generaba grandes dividendos, que compartían con sus hermanos de la Tribu de Isajar, con el propósito de quitarles la preocupación del sustento y pudieran continuar con el estudio de la Torá. Hashem prometió a la Tribu de Zebulún que, gracias a este convenio, recibirían parte del Mundo Venidero que generaban sus hermanos. Es una de las razones por las cuales Zebulún es mencionado antes que Isajar, para mostrarnos que es más grande aquel que hace que otro cumpla una mitzvá que quien la cumple.

 

Es sabido que los seres humanos dependen económicamente uno del otro. Una persona que monta una fábrica necesita un equipo de obreros y empleados que la operen y controlen la empresa; a su vez, el personal obtiene a cambio por su trabajo el pan de cada día. Vemos un fenómeno bilateral en el cual el rico recibe beneficios de sus empleados y a la vez ellos dependen económicamente de él. Cuando el Todopoderoso manda la bendición al dueño de la empresa, todos sus dependientes se benefician, tanto él como los empleados, de modo que de ello depende su subsistencia.

 

Pero si, por el contrario, el negocio empieza a decaer, el dueño pierde su capital y se ve en la necesidad de cerrar, todos se ven afectados y tienen que ir a otras empresas a conseguir empleo. Si una crisis afectara a toda una ciudad, ésta se vería en la necesidad de exiliar a todos sus habitantes y tendrían que emigrar a otras ciudades para conseguir sustento. Si todo un país sufre por una crisis económica, entonces esta nación sería borrada del mundo por completo.

 

El mundo no puede subsistir sin que exista el comercio, y no todos tienen la posibilidad de sentarse a estudiar todo el día desatendiendo sus negocios. Esto en ocasiones es su ocupación total, sin dejar una porción importante de su tiempo para dedicarse al estudio. Para que el mundo subsista, es necesario que haya permanentemente estudio de Torá, día y noche. ¿Qué hizo el Todopoderoso? Ideó una sociedad entre los estudiantes que dedican todo su día al estudio, y los comerciantes, que se ven en la necesidad de ocupar todo su tiempo en los negocios. Esto consiste en la asistencia por parte de los que trabajan, quienes por su falta de tiempo y ocupaciones no pueden dedicarse al estudio, en beneficio de los estudiantes de la Torá, a fin de darles cierta tranquilidad para que puedan dedicarse plenamente a sus estudios. Debido a esta sociedad el mundo permanece en pie.

 

Pero si en algún momento llegan a separarse, la consecuencia inmediata sería la de aquel país que sería borrado, y esto provocaría que se tambaleen las bases del mundo entero.[2] La de Isajar y Zebulún no es, por tanto, una asociación ordinaria, sino que es una unión santa, una sociedad eterna.

 

En los tiempos en que se escribió la Mishná, había dos hermanos, uno llamado Shimón y el otro Azariá. Ellos acordaron que Shimón se encargaría de estudiar Torá y Azariá se comprometió a dedicarse a la manutención de las dos familias, y el pago por el estudio sería para ambos. Así hicieron. Encontramos en las mishnayot el nombre de Shimón Ají Azariá, lo cual significa: “Shimón, el hermano de Azariá”.

 

Podemos ver en esta historia cómo, aunque Azariá no se dedicó de lleno al estudio, su nombre aparece en el Talmud como si él mismo hubiera estudiado todas las leyes que se mencionan en su nombre.

 

Yaacob Abinu bendice a Isajar diciéndole que es como un burro de carga. El burro, cuando está cargado y llega a su lugar, no intenta sacarse la carga de encima como lo hace el caballo, sino que se sienta y, con la carga puesta, descansa. Eso dijo Yaacob Abinu a Isajar: “Para que seas capaz de llegar a la verdad, es necesario que, incluso cuando descanses, tu carga esté encima”. Esto no exenta a los “zebulunes” de estudiar cuando están libres de la responsabilidad del sustento; tienen además la obligación de comportarse con honradez y con dignidad, como corresponde al hijo del Rey. Esto significa cumplir con las mitzvot como dicta la Halajá. Hay que predisponerse a “cargar” sobre los hombros la responsabilidad de las ordenanzas de Hashem y cumplirlas, aunque en ocasiones parezcan incómodas o pesadas; hay que “poner el hombro” como lo hacía Isajar para soportar su “carga”.

 

El privilegio más grande que puede tener un yehudí es tomar conciencia de que fue elegido por Hashem para asumir tan importante responsabilidad. Todo yehudí debe llevar siempre consigo, a donde quiera que vaya, su estudio, su kasher, su tefilá, sus berajot, sin importar con quién esté. Esa carga que nos dio Hashem, debemos llevarla con amor y obediencia. Este compromiso será lo que nos ayude a apegarnos más a nuestro Creador y a traer la tan ansiada redención en nuestros días. ¡Amén!©Musarito semanal

 

 

 

“La mayor recompensa de nuestro trabajo no es lo que nos pagan por él,

sino aquello en lo que nos convierte.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Midrash Tanjumá.

 

[2] Las fábulas del Jafetz Jaim, pág. 38; Rab David Zaretzki.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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