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Siguiendo las órdenes de Hashem al pie de la letra

 

 

“Ordena a Am Israel…” (7:2).

 

Como ya dijimos, la palabra “tzav”, con la cual comienza la Perashá, significa “mandamiento”, “orden”. Tal como está expresada, puede referirse tanto al pasado como al futuro. En otras palabras, los mandamientos de Hashem son tan aplicables actualmente como en el momento que Moshé bajó del Monte Sinaí y transmitió a Am Israel las órdenes de Hashem.

 

El dueño de una importante fábrica se ocupaba de dirigirla personalmente. En una ocasión decidió delegar el cuidado del negocio, para lo cual designó a un gerente y le encargó supervisar que todo funcionara sin inconvenientes. Ideó simular un viaje para observar si se cumplían sus órdenes al pie de la letra, para lo cual se escondió en cierto lugar de la fábrica.

 

Una vez que “partió” el dueño, el gerente llamó a los empleados para leer en voz alta las instrucciones que había recibido. Pronunció cuidadosamente cada palabra, tal como lo había ordenado el dueño. Sin embargo, después ya no se aseguró de que se llevasen a cabo.

 

Desde su escondite, el propietario se enfureció al ver que los trabajadores estaban ociosos. Salió e indignado llamó al gerente y le pidió una explicación. “¿Ha seguido usted las instrucciones que le dejé?”, inquirió el jefe. “Por supuesto”, se defendió el empleado. “Se las leí a todos diariamente, mientras usted estuvo ausente.” “¡Ahora me doy cuenta de que no es usted apto para el puesto!”, le gritó el dueño. “Sólo les leyó las instrucciones, pero no se molestó en comprobar si se llevaban a cabo. Los trabajadores perezosos se aprovecharon su negligencia. ¿Piensa acaso que yo dejé esas instrucciones sólo para ser leídas? Se las di para que supiera cómo manejar la fábrica cuando yo me ausentara. En realidad observé todo lo que hizo y no sirve para tan importante puesto”, terminó diciendo el dueño.

 

La Torá es el manual de instrucciones del mundo, escrito por el Creador del mundo. Nadie sabe mejor cómo manejar una máquina que su creador. Esto se equipara a un hombre que compra una lavadora en un almacén de autoservicio. Llega a su casa, abre la enorme caja y encuentra que el electrodoméstico está en partes. Su mujer observa preocupada la escena y le pregunta: “¿No crees que antes de comenzar a armarla sería conveniente que sacaras el manual de armado y de uso, y le echaras una leída? ¿Qué te parece si llamamos al plomero? Él tiene más experiencia en este tipo de instalaciones”. El esposo la mira con indiferencia y le dice: “Tranquila. Yo he visto cómo funcionan estas cosas. Te sugiero que vayas a dar una vuelta con los niños y verás que, cuando regreses, este artefacto estará funcionando a la perfección…”.

 

¿Qué probabilidades hay de que esa lavadora empiece a funcionar? Si el fabricante hubiese visto que algo tan complejo no requería de instructivo, ¿acaso se hubiera molestado en hacer el gasto de imprimirlo?

 

Nosotros vivimos en una era en que las personas están más interesadas en sentirse espirituales que en ser espirituales. En el Monte Sinaí, Hashem nos entregó la Torá, el manual de la vida. Allí vienen las instrucciones de cómo vivir con plenitud y alegría. Nos “encargó” cuidarla y ser un ejemplo para todas las demás naciones. Si solamente la leemos sin llevar a cabo lo que está escrito en ella, ¿de qué sirve? Si no se llevan a cabo las instrucciones, paso a paso… Al final, ¿cómo va a acabar nuestra vida? “El Fabricante” diseñó un modelo de existencia para cada uno de nosotros, y para que ésta funcione de manera óptima se requiere que sigamos al pie de la letra el instructivo de uso…

 

Hashem colocó a cada uno de nosotros en una ciudad y en un periodo de tiempo específico; nos puso en manos de una familia determinada; nos confirió talentos, características y capacidades únicas y especiales, las cuales debemos emplear para servir a nuestro Creador. Debemos utilizar el valioso tiempo con el que fuimos agraciados para descubrir y pulir esas herramientas que nos proporcionó Hashem, a fin de alcanzar los objetivos para los que fuimos programados. Solamente tú eres capaz de cumplir con tu cometido, en el lugar y el tiempo que Hashem estableció para este fin. El Patrón nos está observando desde donde no podemos verlo. La ventaja que tenemos es que sabemos que solamente está poniéndonos a prueba, para ver si somos aptos para el puesto. Debemos seguir las órdenes, como si estuviéramos recibiéndolas en este momento directamente de Él.[i] Hagan una vigilancia a mi ordenanza.[ii] Si no llevamos a cabo nuestra función, en el mundo faltará esta única pieza, que resulta clave para su correcto funcionamiento. ©Musarito semanal

 

 

 

 

 

“Una de las más grandes tragedias es una existencia que ha sido vivida en la ignorancia de sus potenciales.”[iii]

 

 

 

 

 

 

[i] Adaptado de las palabras del Jafetz Jaim; Lilmod Ulelamed, pág. 134, Rab Mordejai Katz.

 

[ii] Moed Katán 5a.

 

[iii] Rab Abraham Twersky.

 

 

 

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