Fíjate muy bien en lo que haces.

 

 

 

“…no habrá de prosperar”. Yeshayá 54:17

 

 

En la tercera Haftará de consuelo encontramos al profeta Yeshayá vaticinando sobre la era Mesiánica. En la época cuando Hashem decida redimir a la Humanidad, la rectitud será la moneda corriente; la vida se basará en la fe en Hashem y los  medios de subsistencia serán adquiridos mediante la obediencia de Su Palabra. Todas las naciones reconocerán que Hashem ha glorificado a Israel: Toda arma que se esgrima contra ti, no prosperará; y toda lengua que argumente en tu contra en el juicio, será declarada culpable. Esta es la herencia de los siervos de Hashem; su rectitud ante Mí está presente, dice Hashem.[1]

 

En nuestras plegarias recitamos dos bendiciones: Hashiba Shofetenu, donde demandamos la restauración de la Justicia Divina en el mundo. Y Laminím: donde solicitamos a Hashem que castigue y elimine a los delatores y destruya la maldad. En dichas bendiciones, le pedimos a Hashem que nos haga ver como se cobra de los malvados y como recompensa a los justos. ¿Por qué hacemos este pedido? ¿Por qué pretendemos involucrarnos en cosas que no nos conciernen? ¿Qué beneficio podemos obtener al ver el escarmiento y la recompensa de terceras personas?

 

Uno de los párrafos del Kriat Shemá versa: Y será que si escuchan Mis Preceptos que Yo ordeno a ustedes el día de hoy, para amar a Hashem y para servirlo con todo el corazón y con toda su alma. Y entonces daré la lluvia en sus tierras en su tiempo, y recolectarán sus cereales, las vides y el aceite y daré pasto para sus animales y comerán y te saciarán. Pero deben tener cuidado, ya que si se apartan y sirven a deidades ajenas y se prosternan ante ellas, se encenderá la Furia Divina y no habrá lluvias y la tierra no dará su fruto…

 

Todo judío debe mantener la creencia que, así como a toda acción corresponde una reacción, todo acto tiene su consecuencia, ya sea positiva o lo contrario; y no existe hecho que pase desapercibido ante los Ojos del Creador. Al final del camino, todo se cobra o se paga, nada queda pendiente, y así reza el Salmista: Enséñame Tus caminos… ¡De no haber sido porque guarde la fe de ver la Bondad de Hashem en la tierra de la vida![2] David HaMélej nos muestra el concepto mencionado anteriormente: Le pedimos a Hashem que nos muestre Su actuar, es difícil manejarse en la vida sin entenderle, pero aun si no lo obtenemos, debemos seguir adelante y confiar en el Creador. La fe es creer en lo que no ves, la recompensa de la fe es ver lo que tú crees….

 

Cierto día, un pequeño grupo de jóvenes se encontraban almorzando en el comedor de la Yeshivá. Uno de ellos vio que la carroza de la Jebrá Kadishá pasaba frente a ellos y algo llamó su atención, observó algo que le pareció inusual, nadie caminaba detrás de la Mitzvá. Le dijo a sus compañeros mientras movía la cabeza de un lado al otro: “¡Qué triste! Seguramente el difunto no tiene a nadie en el mundo quien lo acompañe…”. Los demás miraron la escena y uno de ellos exclamó: “Pensé que nunca vería a una persona yendo solo hacia su última morada. ¿Dónde estarán sus parientes? ¿Sus vecinos? ¿Sus amigos? Creo que estamos obligados a acompañarlos. Unos se levantaron y siguieron a la carroza, mientras que otro se dirigió al comedor y al Bet Hamidrash para exhortar a otros a que se unieran a la marcha.

 

En poco tiempo, el carro era seguido por una larga hilera de cientos de personas, entre ellos los Rabanim, Abrejim, Bajurim, hasta los empleados de la Yeshivá se unieron al grupo. Cuando llegaron al Bet HaJaim, el Rab que bajó de la carroza, miró la interminable fila y les dijo: “No entiendo, ¿Qué hacen todos ustedes aquí? Dudo que conocieran a la mujer que traemos, casi nadie sabía de su existencia, ella vivía completamente aislada, lo hizo por casi cincuenta años…”.

 

Uno de los estudiantes que encabezaban el grupo le respondió: “En realidad no sabemos aún de quién se trata. Nosotros los vimos pasar y al ver que nadie los acompañaba, decidimos ir detrás de ustedes; nos lastimó el ver a alguien dirigirse hacia acá sin que nadie lo acompañe”. Gruesas lágrimas corrían por las mejillas del Rab mientras se dirigía a los presentes: “Queridos hermanos, estamos presenciando un hecho que viene directamente de los Cielos. Les voy a relatar a quien tenemos delante de nosotros. Hace aproximadamente setenta años, un hombre judío, aportó el capital para adquirir la propiedad donde ustedes estudian; durante varios años patrocinó el mantenimiento de la misma, lo hizo hasta que Hashem decidió llevárselo al Mundo de la Verdad. Los Rabinos del plantel insistieron varias veces en otorgarle algún tipo de reconocimiento por haber fundado y mantenido durante tanto tiempo a la Yeshivá. El hombre era muy humilde y siempre se negó a recibir nada. Lo único que les pidió fue que si en algún momento su hija necesitara de ayuda, que se la proporcionaran, de esta forma él se sentiría correspondido.

 

Los Jajamim de la Yeshivá se comprometieron que estarían al pendiente de ella para asistirle en lo que necesitara. Después que él falleció, su hija quién seguía las costumbres y tradiciones de su padre, poco a poco fue abandonando el camino trazado por su padre y, en poco tiempo, terminó desconectándose completamente de la comunidad judía. Después de un tiempo, enfermó y pasó el resto de sus días entrando y saliendo de un hospital psiquiátrico. Los Rabanim intentaron acercarse varias veces ofreciendo su ayuda y ella los rechazaba. Cuando los Rabanim fallecieron, ella quedó completamente aislada de la gente y hoy, al funeral que todos ustedes están asistiendo, es el funeral de ella. Es la hija del donador de la Yeshivá donde todos ustedes estudian hoy.

 

Con su presencia hoy en este lugar, están ustedes cumpliendo el compromiso de los Rabanim y al mismo tiempo están haciendo valer la voluntad del donador de la Yeshivá. Quisiera confesarles que pasar por la institución no era parte de nuestra ruta, el chofer dio un giro “equivocado”, y fue entonces que ustedes pudieron vernos cuando “justo” en ese momento se encontraban afuera almorzando. Díganme por favor, ¡acaso no ven en todas estas “casualidades” la Mano Divina! Hashem quien ve y recuerda todo, no olvidó los actos de ese hombre bueno y se ocupó que su hija tuviera un funeral honorable. Lo que acabamos de presenciar nos muestra que, aunque nosotros no siempre vamos a poder entender lo que sucede a nuestro rededor, debemos tener claro que todo acto tiene consecuencias, y que Él recompensa a cada persona conforme a sus acciones.[3]-[4] © Musarito semanal

 

 

 

 

 

“Hazme comprender el camino de Tus preceptos, y Tus maravillas relataré”.[5]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yeshayá 54:17.

 

[2] Tehilim 27:12,14.

 

[3] Tehilim 62:13.

 

[4] Extraído del libro: Pequeños milagros parte 2.

 

[5] Tehilim 119:27.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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