Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

El amor al Creador se demuestra por medio del cumplimiento de sus ordenanzas. Para Él, lo que vale es la fuerza de voluntad y los esfuerzos invertidos en el cumplimiento de lo que está escrito en nuestra Sagrada Torá. Así uno haga mucho o poco, lo que cuenta es que el corazón esté dirigido hacia el Cielo.[1] Nunca desprecies los pequeños actos que haces porque lo que para ti aquí es insignificante en el cielo lo consideran muy grande. Recuerda que el pequeño paso de un hombre posibilita realmente los saltos gigantes de la vida.[2]

 

Y si esto se aplica respecto a las Mitzvot, con mucha más razón, valga la comparación, a los logros materiales, la riqueza o títulos obtenidos en la vida. Éstos no son relevantes a los ojos del Creador, debido a que todo es provisto mediante Su supervisión. Todo aquello que obtiene la persona no es por su mérito propio, sino que es proporcionado por la voluntad del Todopoderoso. Esto se compara a las joyas que no tienen valor en un país donde abundan. Sin embargo, si la persona se acerca a Él con buenas acciones que se derivan del temor, el amor y el reconocimiento de que Él es Quien provee todas sus necesidades. Ésta es la mercancía más valiosa, pues fue obtenida por medio del libre albedrío y el esfuerzo de la persona.

 

 

El treceavo portón: la voluntad.

Shá'ar Haratzón, continuación…

 

 

 Aunque la virtud de la voluntad es sumamente positiva, no debe utilizarla con los malvados y aceptarlos. Debe apartar su voluntad de todas las cosas negativas y de todo aquello prohibido por la sagrada Torá y aceptar sólo aquello que el Todopoderoso desea, como está escrito: Desea el Señor a quienes Le temen.[3]Sin embargo, quien acepte y haga de su voluntad hacia las malas acciones y trata de congraciarse con los transgresores y sus costumbres, y rechace a los justos, dicha voluntad lo llevará a la perdición: pobres de aquellos que llaman al mal bien y al bien mal.[4] Y dice también: Tanto quien justifica al malvado como quien incrimina al justo; ambos son abominados por el Eterno.[5]

 

Por esto, el hombre debe asumir la voluntad del Creador y no rebelarse contra sus maestros y mayores; así está expresado en la Torá: Y te presentarás ante los sacerdotes levitas y al juez que habrá en aquellos días, y preguntarás y ellos te enseñarán el dictamen de la ley. Y tú procederás conforme al dictamen que te dieron [y no te desviarás] ni a la derecha ni a la izquierda.[6] De estos versículos podemos entender la importancia de la virtud de la voluntad, pues ésta contiene a toda la Torá. Y aun si los Jajamim te dicen que la derecha es izquierda o viceversa, debes atenderlos y oír.[7] Y no existe en este mundo una virtud tan preciada como está escrito: presten oídos y diríjanse a Mí; oigan y vivirán sus almas.[8]

 

Haciendo una introspección

 

Cuando una persona cumple una Mitzvá por amor a su Creador, está expresando su deseo interior de cumplir Su voluntad, y tiene el mismo valor que quien se sacrifica para conseguirlo. La dedicación que invertimos en cada Mitzvá que hacemos, es decir, el énfasis que ponemos en la calidad y no en la cantidad, es lo que justifica la recompensa que el Eterno nos da.[9]

 

En la época del terrible holocausto, innumerables yehudim encontraron un fin prematuro y cruel en los campos de concentración. Manos brutales y asesinas destruyeron la vida de millones de judíos en toda Europa. En medio de este valle infernal brillaron algunos rayos de luz, una luz brillante, sublime y deslumbrante de verdadero heroísmo judío. Una de estas luces brilló cuando Rabí Menajem Mendel, Rabino de Fabianitz, se vio obligado a entregar su vida al Kidush Hashem (acto de santificar el Nombre Divino).

 

“¡Desvístete!”, fue la orden severa. Rabí Mendel entendió que le quedaba poco tiempo. Se volvió hacia el kapo (encargado de los prisioneros en los campos de concentración) y le prometió: “Te garantizo una porción en el Mundo Venidero si tan sólo me traes un poco de agua”. Pensando que el Rabino tenía sed, el kapo corrió a cumplir con su última petición. Pero se asombró al descubrir que, en sus últimos minutos en la tierra el tzadik no pensaba en sus necesidades terrenales. Rabí Menajem deseaba lavarse las manos, para purificarlas antes de rezar su última oración...

 

Luego, Rabí Menajem se dirigió a los prisioneros condenados a morir, y exclamó: “¡Hermanos míos! ¡Pronunciemos el Viduy (la confesión) antes de morir!”. Y con voz destrozada empezó a recitar la conmovedora oración. Se unieron a él docenas de personas, con voces temblorosas y llenas de emoción. Toda esa multitud judía recitó el Viduy entre sollozos desgarradores. Al escuchar el clamor de la congregación y la entrega a las plegarias de los prisioneros concentrados, los asesinos se precipitaron hacia ellos golpeándolos a derecha e izquierda y les dispararon sin piedad. Fue así que aquellos judíos piadosos devolvieron sus almas a su Creador.[10]

 

¿Cómo se obtiene esa inquebrantable fe y fuerza para morir por lealtad al Creador? Hechos como éste se han repetido incontables veces en la historia de Am Israel. Nos ilustran acerca del nivel de amor y apego al Creador que puede alcanzarse. La fe y la voluntad palpita en todo corazón judío. Dondequiera que se encuentre, esta creencia debe mantenerse viva y activa, pues está en nuestra sangre. La fe no es sólo una teoría lógica y entendible; debe estar sustentada por una voluntad férrea y un amor profundo del corazón. El término “amor” en hebreo es ahabá, cuya raíz proviene de la palabra hav, que significa “dar”. La más elevada forma de amor que puede encontrarse es cuando uno está dispuesto a “darlo todo” por el Creador… inclusive la vida. Todo, excepto el temor al Eterno, depende del decreto Celestial.[11] ©Musarito semanal

 

 

“No existen actos pequeños o actos grandes solo existen personas grandes o personas pequeñas. Para la gente grande no hay pequeñeces y para los pequeños no existen cosas grandes”.[12]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Berajot 17a.

 

[2] Jobot Halebabot.

 

[3] Tehilim 147:11.

 

[4] Yesha´yá 5:20.

 

[5] Mishlé 17:16.

 

[6] Debarim 17:9-12.

 

[7] Ídem 17:11

 

[8] Yesha´yá 55:3.

 

[9] Rabí Yehudá Tzadka.

 

[10] Relatos de Tzadikim, vol. 5, pág. 56G, MaTov.

 

[11] Berajot 33b.

 

[12] Saba Mi Slvodka.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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