4.13 “Shelajáyij Pardés Rímoním 'Im Perí Megadím, Kefarím 'Im Neradím”.

 

“Tus campos desecados fueron [para ti] como jardín de granados, con frutos exquisitos, alheñas[1] con nardos[2].

 

 

En Breve:

 

El Creador continúa el elogio personal hacia la mujer de Israel. Exalta su altura espiritual y concede a las mujeres judías el mérito de engendrar generaciones de grandeza espiritual comparable a un jardín frutal con toda su riqueza natural.

Profundizando:

 

El Creador se dirige a la comunidad judía en una metáfora relacionada con la mujer virtuosa arraigada en un alto nivel de decoro y modestia, y le dice: “El fruto de tu vientre será rico en ciencias y sabiduría, tal como la granada que está colmada de los granos que contiene en su interior”. También elogia las cualidades y modales de bondad que engendren aquellas mujeres virtuosas, y los compara con un fruto hermoso y de alta calidad que todos exaltan por su sabor y belleza. Además, presagia que el nombre de estas futuras generaciones se va a difundir tan lejos, tal como sucede con el aroma exquisito de los nardos y las alheñas.[3]

 

 

Enseñanza ética:

 

La contribución de la mujer judía es fundamental en la formación y la continuidad del pueblo de Israel. Este valioso aporte comienza desde el mismo día en que sus hijos nacen: su preocupación por que los alimentos que ingieren cumplan con los estándares que exige la Halajá, además del amor y dedicación que invierte en ellos, influyen en quienes observan atentamente ese comportamiento, el cual les quedará grabado durante toda la vida. Su rostro lleno de alegría, fe, optimismo, amor y entrega por cumplir la misión que el Creador le encomendó; esa primera enseñanza, esa educación muda, silenciosa, basada en un ejemplo de vida más que en palabras, es la que perdura y mantiene viva la llama de la Torá encendida en sus corazones…[4]

 

Rab Yosef Shelomó Kahneman fue el fundador de la Yeshivá de Ponievitz. Es una de las Yeshivot más prestigiosas y reconocidas a nivel mundial, cuna de millares de grandes rabinos que han ejercido importantes puestos y han difundido enseñanzas de Torá alrededor de todo el mundo. Rab Kahneman atestiguó que la “piedra fundamental” de esta magna institución fue un abrigo viejo y un par de guantes… Sí, objetos aparentemente tan simples… Él relató esta conmovedora historia de su niñez:

 

“En una de las noches frías de invierno, nevaba copiosamente, el viento soplaba incesablemente y el frío penetraba en las casas de los habitantes de una de las aldeas de Lituania. La madre de los seis pequeños niños de la familia Kahneman, pensaba con preocupación cuál de todos sus hijos tendría el mérito de ir a estudiar Torá al día siguiente, ya que en la casa había sólo un abrigo y un único par de guantes, debido a la pobreza que sufrían. Después de llegar a la conclusión de que la Torá era para todos, tanto para el más grande hasta para el más pequeño, llegó a la siguiente conclusión: decidió levantarlos a todos de madrugada, uno a la vez, y así los fue llevando de uno en uno hasta el Talmud Torá. Todos usaron el mismo abrigo y el mismo par de guantes...  Fue y vino en esa madrugada doce veces, seis de ida y seis de vuelta luchando contra los fuertes y helados vientos con tal de que todos sus hijos participaran de la clase de Torá, en el horario correspondiente”.

 

Así concluyó la historia Rab Kahneman: “Este hecho fue la piedra fundamental de la Yeshivá de Ponievitz. La entrega de una madre por el estudio de Torá de sus hijos fue lo que me incentivó para construir el gran instituto en los momentos más difíciles, cuando nadie apostaba por el futuro que hoy conocemos y los grandes Talmidé Jajamim que salieron de allí…”.

 

Una de las figuras más renombradas en el mundo judío es Rabbí Israel Meir Hacohén Kagan mejor conocido como “Jafetz Jayim”, título del mundialmente tratado de leyes y moral concerniente al cuidado de la palabra. Su aportación al judaísmo fue fenomenal, un erudito en todas las materias, tanto a nivel Halájico como en las enseñanzas éticas y morales. Fue autor de más de cuarenta libros: Ahabat Jésed, que trata sobre la beneficencia; Shemirat H'olam, sobre la importancia de Shabbat. Su obra más importante fue Mishná Berurá, la mejor exégesis sobre el Shulján Aruj Óraj Jayim. Es el libro de Halajá más popular, reconocido y consultado por todo el mundo judío.

 

Muchos se preguntaban de dónde había había sacado la fuerza y entereza que lo motivó a ser lo que fue. Algunos se acercaron a la madre, y le preguntaron cuál había sido el mérito de ella para tener un hijo tan justo. Ella, humildemente respondió que no sabía contestarles, ya que este mérito que ella tuvo no lo asociaba con ningún acto en especial que ella haya hecho. No se conformaron con la respuesta y siguieron insistiéndole, hasta que al final respondió: “quizás hay algo que haya ayudado... puede ser... pero es algo tan simple... recuerdo que antes de entrar a la Jupá mi mamá me llamó unos minutos para hablar a solas conmigo, y así me dijo: 'Hija mía, nosotras tenemos que criar a nuestros hijos con Torá y temor al Todopoderoso, por eso te doy un consejo y te pido que en todo momento libre que tengas, lleva contigo éste Sidur, y pide al Creador que tus hijos sean temerosos de Él. ¡No olvides derramar lágrimas en el momento de tu Tefilá!'. Entonces me entregó un Sidur (libro de plegarias) con varias Tefilot y un libro de Tehilim (Salmos). Esto es todo lo que yo hice, dijo: mientras ponía a hervir unas papas para hacer una sopa, decía Tefilá... al terminar de limpiar, leía Tehilim... con lágrimas, le rogué al Creador del mundo que abra los ojos de mi hijo Israel Meir en la Torá. Y esas lágrimas, humedecieron las hojas de ese Sidur que se hizo tan famoso y recorrió generaciones, para enseñarnos cuán sencilla es la tarea...”.

 

Observemos cómo detrás del crecimiento de muchos grandes hombres hay grandes mujeres. Una buena madre, una buena mujer expande la grandeza de los miembros de su hogar mientras ella se oculta y trata de pasar desapercibida, como corresponde a una reina judía. Para tener hijos Talmidé Jajamim no bastan sólo los hechos, hace falta mucha entrega y muchas Tefilot (plegarias) que sus padres deben elevar desde lo más profundo de sus corazones para que sus hijos se conduzcan por el camino de la Torá, y para que tengan satisfacciones de ellos, grandeza y honor, en este mundo y desde luego también en el Mundo Venidero. El éxito en esta importante misión recae  en gran medida en la parte materna y así también en su rol como esposa; su ejemplo debe ser la luz de la vida que ellos van a elegir. Por la sabiduría es edificada una casa y por la inteligencia es establecida.[5]

 

Rabbí Moshé Steinman, contó acerca de su madre, la Rabanit Tamar, que desde el día en que ella había llegado a la Tierra de Israel, no aceptó seguir enseñando a alumnas, como lo había hecho en el exterior, a pesar de que le habían insistido mucho para que continuara haciéndolo. ¿A qué se debió que se rehusara a continuar? Por lo visto, ella había decidido que aquí, en la Tierra de Israel, su labor era la de estar a la derecha de su esposo. La Rabanit había dicho en una rara ocasión: “¿Alguna vez lo molesté en su estudio? ¿Acaso lo molesté en sus clases? ¡No, nunca!”. En efecto, todos los miembros de la familia sabían que el orden de estudio y las clases del Rosh HaYeshivá, M”aRán, HaRab Aharón Yehudá Leib Steinman, nunca fueron interrumpidos por la Rabanit. No sólo eso, sino que el Rab nunca tuvo que hacer mandados o ir a algún negocio para comprar nada; todo lo hacía la Rabanit. Todo con tal de que el Rab estudiara sin interrupción. Una tarde, ella se cayó en la casa y se rompió la pierna, y tenía muchos dolores. Sin embargo, continuó acostada en el piso sin hacer ningún ruido. ¿Por qué se condujo de esa forma? Porque en un rato más iba a comenzar la clase de Jumash, y si llamaba la atención de los presentes a su situación crítica, iba a molestar el estudio del curso que impartía su esposo, el Tzadik. Recién, cuando terminó la clase, ella se permitió pedir auxilio para que la atendieran. También, aun cuando su condición de salud estuvo grave, ella dejó que el Rosh HaYeshivá, saliera de viaje al exterior, con el propósito de reforzar las congregaciones judías de Francia y para actuar en favor del mundo de Torá de las Yeshivot en la Tierra de Israel.[6] ©Musarito semanal

 

 

 

“Todo se deriva de la mujer”. [7]

 

 

 

 

 

[1] Ver capítulo 1:14.

 

[2] Ver capítulo 1:12.

 

[3] Metzudat David.

 

[4] Extraído de: La Luz de la Vida; Rab Rafael Freue.

 

[5] Mishlé 24:4.

 

[6] Extraído de la revista Pájad David; Perashat Ki Tetzé.

 

[7] Bereshit Rabá 17:7

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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