LA MEJOR HERENCIA QUE PUEDEN RECIBIR TUS HIJOS

 

“¿Qué tienes, Hagar?” 21:17

 

 

Transcurrió un año y Hashem recordó a Sará, tal como lo había prometido. Ella dio a luz a un niño, al que Abraham llamó Yitzjak. Ishmael, que también era hijo de Abraham, notó que desde el nacimiento de su hermano menor la gente lo llamaba “el hijo de Hagar”. Sará puso mucho empeño en la crianza de su único hijo, a medida que Yitzjak crecía, ella veía que Ishmael se burlaba de los principios de fe y humanidad que, con tanto esmero, inculcaba en su hijo. Temía que pudiera ejercer alguna influencia perniciosa sobre él, razón por la cual pidió a Abraham que alejara a Hagar e Ishmael de su casa. Abraham tenía delante de él una difícil prueba, él siempre se comportó con bondad hasta con los extraños, ahora debía expulsar a su propio hijo de su casa. Hashem le ordenó que debía seguir el consejo de Sará, también le prometió que Ishmael sería padre de una gran nación. Para poder cumplir con la orden de Hashem de expulsarlos, Abraham sofocó su natural generosidad, les dio pan y agua y los alejó de su casa. La mujer y su hijo deambularon durante días por el desierto, Ishmael tenía fiebre y el agua que llevaban se terminó, el muchacho estaba muy sediento, Hagar estaba desesperada, perdida en infinitas arenas ardientes y sin una sola gota de agua para humedecer los labios resecos de su único hijo, el joven agonizaba, Hagar tiró a Ishmael bajo unos arbustos secos y se alejó para llorar, a medida que se acercaba la muerte, ella se alejaba más del lugar. De pronto, un ángel llamo a Hagar desde los cielos y le dijo: ¿Qué tienes, Hagar? Acto seguido, le mostró milagrosamente donde había agua y le aseguró que el futuro de su hijo estaba asegurado.

 

Preguntan los Jajamim: El ángel provenía de las alturas, ¿Acaso no se había dado cuenta de lo que sucedía allí? Una mujer llorando, un niño agonizante, era obvio que una tragedia estaba por suceder… La respuesta es que el ángel no preguntó simplemente: ¿por qué lloras? Más bien exclamó: ¡Qué te sucede Hagar! ¿Por qué no estas cumpliendo tu obligación como madre? ¿Ahora se te ocurre bajar los brazos y ponerte a llorar? ¿Acaso tú llanto va a calmar la sed de tu hijo y los va a sacar ilesos del desierto? No te quedes allí sentada y lamentando la agonía de tu hijo ¡Levántate y ve a buscar el agua que él necesita! ¡Busca debajo de cada roca que veas, arranca todos los arbustos, cava un agujero con tus manos! Y quizás así puedas encontrar un manantial oculto… ¡Levanta a tu hijo, consuélalo y lucha con cada gramo que te queda de fuerza para revivirlo! ¡Esto es lo que debes hacer en lugar de sentarte a llorar sin hacer nada para salir de esta terrible situación!

 

Entonces Hagar se armó de valor, se levantó y comenzó de nuevo la búsqueda desesperada por agua, y fue que sucedió el milagro: Abrió sus ojos y vio un pozo de agua, corrió y le dio de beber a su hijo, calmo su propia sed y fue así que ambos se salvaron.

 

¿Qué hubiese sucedido si Hagar no sigue el consejo del ángel? Su hijo hubiese muerto. El pozo había estado allí siempre, sólo que ella no se había dado cuenta de esto. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y desesperación, ella pudo darse cuenta que el agua estaba cerca, sólo después que ella decidió dejar de llorar y comenzar a buscar una solución diferente a la que había ya intentado antes.

 

Muchos padres hoy buscan desesperadamente solución a los problemas que libran con sus hijos; los adolescentes desobedecen a sus padres y maestros, éstos a su vez intentan corregirlos una y otra vez, los castigan, y aun así siguen con la misma conducta. Hoy en día se respira un aire permisivo y que empuja hacia la libertad o más bien por el libertinaje… Preguntan los jóvenes: “¿Por qué nos causan tantos sufrimientos? ¿Por qué nos privan del placer? ¡Déjenos disfrutar de la vida! El problema que tenemos es que muchos de estos jóvenes crecen sin ningún tipo de espiritualidad en sus vidas, viven rodeados de cosas que impurifican su cerebro y su corazón. Los padres desesperados levantan las manos al cielo sin saber que hacer… La respuesta a ellos es: “Llorando y dándose por vencidos no lograran ningún resultado positivo. No pueden dejar tirado al joven debajo del arbusto de la sociedad desenfrenada solo por no saber qué hacer. Sus hijos están sedientos de espiritualidad y no deben darse por vencidos, tenemos el manantial donde fluyen las puras y cristalinas aguas de la Torá, ellas pueden saciar la sed de nuestras almas. La competencia es desleal, es muy difícil salir airoso con tantas tentaciones que acechan por doquier a niños, jóvenes y adultos.[1]

 

El Jafetz Jaím dice que no hay duda, que si Sará no hubiese pedido que Ishmael fuera expulsado de su casa, y hubiera crecido y educado junto a Yitzjak, éste último no hubiera podido llegar a lo que realmente fue... pues el entorno tiene la fuerza de generar una gran influencia en la persona. Sará, nuestra matriarca, decidió decirle a Abraham: “Echa a esta sirvienta y a su hijo”, ya que la compañía de Ishmael podría haber influenciado negativamente a Yitzjak. Sará, cuyo nivel de profecía fue mayor a la de Abraham, entendió que el peligro para Yitzjak era grande, resultaba mucho más probable que Ishmael influyera a Yitzjak para mal, que lo contrario. Y por eso Hashem le indicó a Abraham escuchar las palabras de su mujer. Se debe poner mucha atención en lo que Hashem entregó en nuestras manos. Los padres tienen la obligación de cuidarlos, y supervisar que no se rodeen de malas compañías. Toda palabra o hecho que el niño capta, deja en él una marca que no es posible borrar.

 

En una contienda de box, un segundo antes de la campana que anuncia el comienzo de la pelea, el entrenador se acerca al su pupilo, un joven novato que está temblando de miedo, y le grita al oído: recuerda y no lo olvides. ¡Tú darás golpes y recibirás golpes, pero lo que importa y marca el resultado es quién dará el último golpe, el golpe que incline la balanza…![2]

 

Cada padre de familia debe procurar a sus hijos de forma tal, que no se influencien de la contaminación del medio en el cual viven, inculcando en ellos la fe absoluta en el Creador. Este debe ser es el principal objetivo de nuestras vidas: educar a las próximas generaciones. La mejor forma para inculcar el cariño y sentimiento por Hashem y las Mitzvot es por medio del ejemplo, cumpliendo con alegría todas las Mitzvot, convirtiéndose en un digno modelo a copiar. Es nuestra obligación demostrarles que por amor al Creador estaríamos incluso dispuestos a dar la vida si fuera necesario. De esta forma también en sus corazones se grabará el amor incondicional por el Creador. Advierten los Jajamim: ¿Tienes ansias por saber qué mundo te va a tocar cuando acabes esta vida? Observa a tu hijo crecer y cómo los has de educar, si está en la senda debida….[3] ©Musarito semanal

 

“Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre. Átalos constantemente sobre tu corazón. Átalos alrededor de tu cuello. Cuando camines, te conducirán. Cuando te acuestes, te cuidarán. Y cuando te despiertes, hablarán contigo”.[4]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Rab Dov Arieh Barzan

 

[2] El Rebe de Pshisja

 

[3] Rabenu David Zaed

 

[4] Mishlé 6:20-22

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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