¡Viva la Paz…!

 

“Si una persona tuviese en la piel una mancha…, deberá ser traída a Aharón el Cohén”. 13:2

 

 

La Perashá de la semana trata el tema de las leyes de Tzaraat; un tipo de enfermedad cutánea que brotaba como castigo por los pecados de derramamiento de sangre, perjurio, inmoralidad sexual, soberbia, robo y egoísmo.[1] Este padecimiento era una retribución Divina porque quien comete tales actos o exhibe tales conductas no demuestra interés por las necesidades y sufrimiento de sus semejantes, y por ende Hashem lo reprocha aislándolo de la sociedad; para que en el encierro reflexione y halle la cura por medio del arrepentimiento.

 

El Cohén era el único autorizado por la Torá para formular un diagnóstico de Tzaraat y declare al paciente como Tamé (impuro) o Tahor (puro). Ninguna otra persona, ni médico, ni erudito, podían declarar la enfermedad como tal.[2]

 

¿Por qué solamente el Cohén podía hacerlo?

 

Hilel dijo: ‘Debes ser de los alumnos de Aharón HaCohén, que amaba la paz y la perseguía; amaba a la gente y la acercaba a la Torá’.[3] Cuando murió Aharón todo Israel lo lloró: Y vio toda la congregación que pereció Aharón y lo lloraron toda la Casa de Israel durante treinta días.[4] Todos lamentaban el fallecimiento, tanto hombres como mujeres, debido a que él luchaba intensamente por la paz y se entregaba totalmente para crear armonía entre adversarios y entre marido y mujer.[5]

 

Cuando Aharón veía a dos personas que tenían entre sí alguna disputa, se dirigía a uno de ellos y le comentaba: “¿Sabías que tu compañero está sumamente arrepentido por lo que te hizo y se lamenta de haberte hecho sufrir?”. De esta forma conseguía desarraigar el odio de su corazón. Procedía del mismo modo con el amigo, hasta que el enojo desaparecía. Y cuando ambos se encontraban, se reconciliaban. Lo mismo hacía para entablar la paz entre marido y mujer.[6]

 

Encontramos también el suceso de Pinjás, hijo de Elazar el Cohén, quien por medio de una heroico acto logró salvar un sinnúmero de vidas al poner fin a una plaga que había matado a veinticuatro mil personas por haber caído en el grave pecado de inmoralidad con las mujeres moabitas. Hashem le demostró Su gratitud y buena voluntad otorgándole un Pacto de sacerdocio eterno.[7] Esto lo heredó de su abuelo Aharón: amaba a la gente y la acercaba a la Torá

 

Es por este motivo que la decisión de si la persona que había contraído la enfermedad de Tzaraat, se consideraba puro o impuro, debía estar solamente en manos de una persona que representara la antítesis de cualquier acto pernicioso; tenía que ser alguien como Aharón que amaba y buscaba la paz entre las personas, o como Pinejas que celó el Honor de Hashem y Sus ordenanzas…

 

Hoy no tenemos Bet HaMikdash, ni tampoco Cohanim que acerquen los Korbanot, Pero para nuestra buena fortuna, tenemos líderes que se conducen con el mismo sistema de valores y el estilo de vida de Aharón HaCohén. Luchan por instaurar la paz entre las personas y así cumplir con la formidable tarea de acercar más almas a la observancia de los preceptos Divinos, veamos algunos ejemplos:

 

El Gaón Rabí Jaím de Vologin invertía grandes esfuerzos para devolver la paz entre compañeros y cónyuges. Más de una vez sus allegados le recordaron que no era de su honor, un Rab tan importante y Rosh Yeshivá, rebajarse de tal modo y dedicar de su preciado tiempo para cuestiones simples y banales de otras personas. Él les respondía: está escrito: Al rezar se debe retroceder tres pasos y luego decir Hosé Shalom. Aprendemos de ello, que para obtener la paz a veces es necesario ceder posiciones” [8]

 

Uno de los encargados de difundir los libros del Jafetz Jaim, le debía al Rab una gran cantidad de dinero, tenía en su poder algunos cientos de rublos que todavía no había pagado al Gaón, como se había pactado desde un principio.

 

El distribuidor se disculpó con el Rab, objetando que se había visto obligado a utilizar el dinero para calmar el enojo de su irritable esposa, la cual le amargaba la vida y siempre le gritaba: “¡Dame dinero! ¡Dame dinero!”. Como era lo único que tenía, tomó prestado lo que había reunido de la venta de los libros y se los entregó a su esposa. Al escuchar esto el Jafetz Jaim, y conociendo que lo que decía el hombre era verdad, se apiadó del distribuidor y le perdonó la deuda por completo. El vendedor de libros, se despidió y agradeció el amable gesto. Se subió a su carreta y cuando ya había andado unos cuantos metros, escuchó algo, volteó y miró al Jafetz Jaim que corría detrás de la carreta. El conductor detuvo la marcha y se bajó del carro, fue hacia el Rab y observó que traía un pequeño paquete en su mano. El Rab le extendió el paquete y le dijo: “Por favor, toma esto de regalo, cuando llegues a tu casa, obséquiaselo a tu esposa, con esto apaciguarás su enojo…[9]

 

Ama la paz y persíguela.[10] Quien ama el Shalom y se esfuerza por implantarlo en el mundo, forma parte de los discípulos de Aharón. Para ayudar a que otros encuentren la armonía, primero debemos ser nosotros quienes tenemos que encontrar la paz interior y luego podremos ayudar a los demás, ya que no se puede predicar sobre lo que uno no cumple. Para perseguir la paz y la armonía como lo hacía Aharón primero se debe amar realmente la propia paz alcanzando un nivel personal de armonía y equilibrio interno de lo positivo y negativo, del bien y de mal, y solo después se puede pensar en ayudar a otros. La palabra Shalom no significa solo paz, lo contrario de guerra, sino que deriva de una raíz que expresa los conceptos de "completo" e "íntegro". Y estas dos acepciones son sin duda, parte esencial de la idea de paz.

 

Un hombre poseía una casa de tres plantas llamó a un carpintero para que arreglara una escalera que se encontraba en el tercer nivel. El carpintero trató de llegar al lugar pero no pudo conseguirlo, le dijo al dueño de la casa que sería imposible ya que con su escalera no podía llegar hasta allá. El hombre respondió: “Comienza reparando y extendiendo tu escalera y cuando la tengas lista, vienes y reparas la mía”.

 

Así debemos proceder si queremos ayudar a alguien, primero nos ocupamos de encontrar nuestra propia paz y cuando estemos listos podremos entonces dedicarnos a brindarle nuestra ayuda a los demás.[11]

 

Rab Arié Levin estaba dictando una conferencia en una sinagoga de Yerushaláim. La esposa de uno de los miembros de la sinagoga acudió una vez para quejarse de que su esposo no la trataba debidamente. Por eso ella le pidió que dedicara una clase entera a la forma en que un esposo debería comportarse con su mujer, rogándole que tuviera cuidado de que su marido no se percatara de que ella le había sugerido el tema. La siguiente vez que el Rab disertó en el Bet HaKenéset tocó el tema de la problemática de la armonía conyugal. Y habló acerca de la obligación que un esposo tiene de honrar y respetar a su mujer. Entre los oyentes se encontraba uno de los Rabinos más prominentes de su generación, Rab Isser Zalman Meltzer, Rosh HaYeshibá de Etz Jaim y autor de los afamados comentarios sobre el Rambam, “Eben haEzel”. Él escuchó atentamente cada una de las palabras con vivo interés.

 

Después de concluida la disertación, se dirigió a Rab Levin y le agradeció con estas palabras: “Rab Arié”, dijo Rab Meltzer. “Yo sé que usted estaba dirigiendo sus palabras a mi persona. Tiene usted razón, ya que debo tratar a mi esposa con mayor respeto.” Rab Arié se sorprendió y señaló que sus palabras no estaban dirigidas a él. Rab Isser Zalman respondió: “No es así. Usted no sabe el favor que me hizo al llamarme la atención respecto a mi conducta. Seguramente es de su conocimiento que mi querida esposa me ayuda con mis escritos copiándolos, a fin de prepararlos para su impresión. Resulta que en ciertas oportunidades yo le digo que copió mal y tal vez no lo hago con el respeto que corresponde. Sin duda, debo corregir este aspecto...”. ©Musarito semanal

 

 

 

 

 

 

“La persona que no está en paz consigo mismo, será una persona en guerra con el mundo entero.

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Arajín 16a

 

[2] Rambam, Hiljot Tumat Tzaraat 1:6-8

 

[3] Pirké Abot 1:12

 

[4] Bemidbar 20:29

 

[5] Rashí

 

[6] Abot de Rabí Natán 12

 

[7] Bemidbar 25:13

 

[8] Yomá 53a

 

[9] Pirké Abot, pag. 60; Rab Yaacob Muafra

 

[10] Tehilim 34:15

 

[11] Meam Loez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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