PERASHAT AJARÉ MOT-KEDOSHIM

 

 

“Aharón sorteará los dos chivos, uno será para el Eterno y el otro para Azazel”. 16:8

 

La Perashat Ajaré Mot trata en un principio sobre los trabajos que realizaban en el día de Yom Kipur. El Cohén Gadol realizaba ofrendas exclusivas de ese día, entre ellas, dos que se definían por medio de un sorteo: Se preparaban dos machos cabríos, de igual peso altura y aspecto. Había dos tablillas, una decía “Para Hashem” y la otra “Para Azazel”1 se las colocaba en una urna y el Cohen Gadol sin mirar tomaba cada tablilla con una de sus manos y las colocaba cada una sobre la cabeza de los chivos. Le leían las inscripciones, y llevaban al cabrío y se ofrendaba para expiar pecados y se le incineraba completamente. Acto seguido, el Cohen apoyaba sus dos manos sobre la cabeza del cabrío que tenía la inscripción “Para Azazel”,2 que era el chivo expiatorio, ofrenda para las fuerzas negativas y confesaba sobre él todos los errores de los hijos de Israel, posteriormente el cabrío era llevado a un escarpado desierto y arrojado por un acantilado hasta que terminaba despedazado.

 

De aquí podemos extraer un valioso mensaje: Los dos chivos expiatorios eran idénticos, sin embargo uno termina siendo ofrecido en el Mizbeaj para Hashem y el otro era arrojado a un barranco. En la vida, el ser humano se encuentra con disyuntivas que, a simple vista, las opciones aparentan ser iguales, pero hay una gran diferencia entre ellas, una lo acerca a Hashem y la otra a Azazel. Desde la perspectiva judía, el mundo fue creado para que el ser humano construya su eternidad mediante la toma de sus decisiones, es decir, mediante su libre albedrío que es la esencia del ser humano. Para que realmente haya elección deben haber dos fuerzas opuestas que hagan que la decisión sea realmente equilibrada: Pongo hoy por testigos ante ustedes al cielo y la tierra: he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Deberás escoger la vida, para que vivas tú y tu descendencia.3 En este versículo se encuentra la llave que abre la puerta de la vida eterna: "¡Y elegirás la vida!". El ser humano se diferencia de los demás seres vivos por la posibilidad de elegir y decidir - lo que denominamos "libre albedrío". Este es el motivo por el cual Hashem creó al mundo y al ser humano, para que tenga la posibilidad de decidir hacer el bien, o lo contrario.

 

¡Qué gran responsabilidad! Sin embargo encontramos personas que tratan de eludir esta tremenda facultad bajo el argumento de que nadie puede ser considerado responsable por su comportamiento. Argumentan que el futuro de cada ser está predestinada en base al entorno, crianza, genética y sociedad de su nacimiento. Consecuentemente, los criminales pueden ser perdonados por sus crímenes porque no tuvieron la oportunidad de elegir y la gente puede tolerar las fallas que hay en sus relaciones y en sus rasgos personales ya que estas son inevitables. La perspectiva de la Torá rechaza esa equivoca postura. Si una persona es lo suficientemente valiente como para admitir la responsabilidad de sus acciones y que es posible mejorarlas, entonces encontrará ayuda del Cielo para lograrlo. Hay una historia sobre dos hombres que pedían limosna: Uno recibió una carta del correo que le informaba que había heredado un millón de dólares. Si no ha leído todavía la carta ¿es rico o no? Hashem nos dio libre albedrío. Necesitamos estar conscientes de que podemos usarlo, pues de lo contrario no lo tenemos….

 

Encontramos en el Talmud una historia sobre un hombre llamado Elazar ben Durdaia. Él se había desviado de la senda de la vida judía y se había vuelto adicto a las tentaciones de la inmoralidad y la pasión. Un día, cuando se vio ridiculizado por una persona que aparentemente compartía su visión de la vida, se sintió abrumado por su baja calidad moral y se dio cuenta de que estaba derrochando su vida. Sintió una gran necesidad de retornar a Hashem. Al sentir ese ardiente deseo de arrepentimiento y angustia, Elazar ben Durdaia buscó ayuda externa y clamó: “Montañas y Colinas, ¡pidan misericordia por mí!”. “¿Pedir misericordia por ti? Tenemos que pedirla para nosotros”. “Sol y Luna, ¡pidan misericordia por mí!”. “¿Pedir misericordia por ti? Tenemos que pedirla para nosotros”. “Estrellas y Planetas, ¡pidan misericordia por mí!”. “¿Pedir misericordia por ti? Tenemos que pedirla para nosotros”. Elazar se sentó en el suelo y después de un largo periodo de tiempo de profunda introspección puso su cabeza entre sus rodillas y exclamó: “¡Todo depende de mí, la responsabilidad es completamente mía!”, lloró tanto de arrepentimiento hasta que su alma se separó de él. Salió una voz del Cielo y dijo: “Elazar ben Durdaia merece Vida Eterna”.4

 

Los Jajamim explican el episodio de la siguiente forma: Elazar ben Durdaia estaba tratando de echar la culpa de la vida corrupta que llevaba a fuerzas externas y no a sí mismo.

 

Primero les pidió a las Montañas y Colinas, que simbolizan a sus padres,5 “Digan que la crianza que recibí fue la responsable de mi desastrosa situación, pero ellos se negaron a reconocer su culpa. Luego, como justificación de sus errores se dirigió al Cielo y a la Tierra, que simbolizan a la sociedad en la que vivía: “Si hubiese convivido con gente más decorosa mi vida hubiera sido diferente. Pero este pedido también fue rechazado. Entonces se dirigió al Sol y a la Luna, que representan la abundancia y la opulencia;6 “Todo lo que conocí en mi vida fueron cosas materiales, no me enseñaron que había otros valores”. También este argumento fue descalificado. Finalmente se dirigió a las Estrellas y Planetas que simbolizan la propensión que tiene la persona a cierta conducta producida por la influencia de los astros, “¿Cómo podía evitar algo que ya estaba predestinado para mi…?”. Esta petición también fue rechazada debido a que la suerte de Israel se encuentra por encima de la influencia de los astros….7

 

Finalmente, la Guemará declara que Elazar ben Durdaia sondeo profundamente su corazón y encontró la verdad: “No existe un factor externo sobre el cual pueda trasladar la responsabilidad de mis actos, “Todo depende solamente de mí”. Reconoció que había un único responsable de sus pecados: él mismo. Se dio cuenta que él tenía el poder para cambiar su actuar y lo hizo. La única manera de hacer Teshubá como corresponde es admitir que la responsabilidad por nuestro comportamiento es exclusivamente nuestra. Si podemos hacerlo entonces podremos tener la esperanza de hacer Teshubá completa.

 

El libre albedrío es la habilidad de elegir entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. El cuerpo quiere morir y el alma quiere vivir. La forma de vida más suprema es la eternidad, es por eso que unirse a Hashem es unirse a la forma de vida más elevada y pura: La eternidad. La realidad es objetiva. Las posibilidades que tenemos para crecer pueden ir y venir, ya sea que las reconozcamos o no. Hay que abrir los ojos para ver las oportunidades que tenemos enfrente, y también ver lo que podríamos perder si no las aprovechamos.8 Esta es también la intención de la Torá cuando nos promete que nuestra descendencia vivirá, ya que si uno sabe por qué motivo vive y lo lleva a la práctica, seguramente será feliz y podrá transmitir eso a su descendencia. Por lo tanto, sus hijos y nietos vivirán con un gran sentido de la vida que los llevará a ser felices también. Y a esta elección de vida se refiere Hashem en la Torá. ©Musarito semanal

 

 

 

 

“¿Que harás de tu vida? Dejarás que el tiempo lo decida, o lo decidirás con tu propio destino...”.

 

 

 

 

(1)   Rashí explica que se trata de un monte austero, áspero y duro, un alto precipicio.

(2)   Según el Ramban, ambos cabritos eran traídos para Hashem a la entrada del Ohel Moed. Solo que el  destino de ambos es diferente. Uno era ofrenda por el pecado, siendo incinerado completamente para Hashem, y el otro por decirlo así se da en forma de soborno para las fuerzas negativas.

(3)   Debarim 30:19

(4)   Abodá Zará 17a

(5)   Ver Rashí en Bemidbar 23:29; Rosh Hashaná 11a

(6)   Ver Rashí en Debarim 33:13

(7)   Ver Shabat 156a

(88) Rab Noaj Weinberg

 

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