Transmitiendo los valores con amor y alegría

 

 

 

“Sacarás el diezmo” (14:22).

 

 

La Perashá de esta semana nos habla, entre otros temas, del Maaser Shení. Cada terrateniente debía separar el diezmo de su cosecha, llevarlo a Yerushaláim y consumirlo allí. Dice el versículo: Apartar apartarás el diezmo… Y si el camino es demasiado largo, de tal modo que no puedas cargarlo porque te queda lejos el lugar que Hashem escoja, entonces podrás cambiarlo por dinero y lo llevarás al lugar y lo podrás gastar en comida y bebida, y lo comerás delante de Hashem y te regocijarás, tú y las personas de tu casa.[1] Si analizamos estas palabras, encontraremos algo que llama la atención: parece que está invertido el orden. Tendría que haber dicho que la gente no puede transportar el producto porque la carretera es larga, no anteponiendo el hecho de que el camino es largo.

 

¿Por qué la Tora invirtió los términos? Quizás quiere darnos un sutil mensaje…

 

Si prestamos atención, veremos que no habla de un problema de distancia (cuántos kilómetros o cuánto tiempo va a tomar al productor llevar los frutos a Yerushaláim). El problema real es la persona: ve que el camino es largo debido a que no quiere transportar la carga. Si uno, sin embargo, lleva su mercancía con alegría, entonces el trayecto nunca será demasiado largo. Si uno, en cambio, piensa que está transportando una carga pesada, entonces, sin importar la distancia, siempre le parecerá muy larga...

 

Rab Moshé Feinstein encontró a un judío adinerado cuyo padre emigró a los Estados Unidos mucho antes de que existieran las leyes que dan garantías en el mercado laboral a las personas que observan Shabat.

 

El hombre relató al Rab cómo su padre fue ingeniándoselas para ir de trabajo en trabajo. Cada semana lo despedían de su empleo debido a que no se presentaba a laborar el día sábado. Pero fue persistente y nunca traspasó las leyes del Shabat. Sin embargo, su hijo no fue para nada observante.

 

Rab Moshé preguntó a este hombre: “¿Cómo puede ser que tu padre observó todos los preceptos (mitzvot) con gran sacrificio, y ahora tú no sigues sus pasos?”. El hombre de negocios contestó con completa honradez: “Es cierto que mi padre jamás transgredió un Shabat, o dejó de rezar con un Minián. Yo lo observaba y, antes de cumplir cada mitzvá, gemía: ‘¡Qué difícil es ser un judío observante! Otra vez perdí mi empleo. ¡Ni modo, tendré que comenzar de nuevo…!’. Después de oír durante tantos años las quejas de mi padre, decidí que la carga sería para mi demasiado pesada como para aguantarla. Decidí entonces que nunca sufriría por la observancia religiosa”.

 

Rab Moshé Feinstein comentó que no importa cuán difícil parezca una mitzvá, pues si uno la observa con una sonrisa, con alegría y ganas, podrá cumplirla durante toda su vida. ¡No sólo la transportará por un largo camino, sino que también la transmitirá a las generaciones venideras!

 

Un progenitor es como un sol y el hijo es como la luna. Mientras el hijo depende del padre, va a reflejar su luz. Dependiendo del esfuerzo que invierta en el vástago, esa luz reflejada en la mente del niño se verá muy intensa u opaca.

 

La naturaleza de la luz es que nunca se separa de su origen. Si tenemos una lámpara encendida, toda la habitación estará iluminada; si la lámpara se apaga, la luz cesará. Así, cada generación debe mantenerse unida a la que le precedió. Por eso es tan importante que los padres creen esos puentes de unión entre quienes los precedieron y los que vienen.

 

Dos personas cargan cada una un paquete de 50 kilos sobre sus hombros. Una se la pasa quejándose, mientras la otra está feliz de la vida. La diferencia entre ellas es que quien viene quejándose, reclama y está triste porque lleva una carga de piedras. El que viaja contento lleva una carga igual de pesada, pero de diamantes.

 

Si no demostramos a nuestros hijos el aprecio, la admiración y el agradecimiento que sentimos por quienes nos mostraron lo que ellos vieron de sus padres, será muy difícil transmitir todos los derechos y responsabilidades que nos fueron conferidos. Si tampoco demostramos a nuestros hijos que ellos constituyen nuestra mayor prioridad en la vida, va a ser muy difícil establecer el vínculo de unión entre una generación y la otra.

 

El Jafetz Jaim relató lo siguiente:

 

Una vez entré a una tebilá de la ciudad de Radín y las aguas estaban muy frías. “¿Por qué está tan fría el agua?”, pregunté al encargado de la mikvé. “Le diré lo que sucedió: arrojé a las aguas de la tebilá toda el agua de la caldera. Pero cuando me acerqué a la caldera, me di cuenta que el agua de allí estaba tibia. Y de esto aprendí algo: cuando el agua de la caldera esta tibia, no hay esperanzas de que el agua de la tebilá esté caliente”. Entonces el Jafetz Jaim agregó: “Yo también aprendí algo: si los ancianos que deben transmitir el calor de la Torá están tibios, ¿qué podemos esperar de las siguiente generaciones…?”.

 

Hashem dice acerca de Abraham Abinu: Porque lo conozco a causa de que encomienda a sus hijos y a (los miembros de) su casa detrás de él, y cuidarán el camino de Hashem propagando caridad y justicia.[2] Las palabras “detrás de él” significan literalmente “los que vienen después de él”. Es decir, las enseñanzas que encomendó a sus hijos fueron para que éstos, a su vez, las delegaran a las generaciones venideras y se mantengan vigentes eternamente. Porque la verdadera educación es aquella que se predica con el ejemplo, y el padre es quien debe darlo. Hay quienes exigen de sus hijos ciertas cosas que ellos mismos, como padres, no tienen o no hacen, y por ello resultan ser un ejemplo negativo de lo que piden. Pues lo hijos tienden, principalmente, a imitar las actitudes de sus padres.[3] Por eso lo llamamos Abraham Abinu. Un padre transmite a sus hijos sus habilidades y atributos físicos y espirituales. Abraham Abinu fue puesto a prueba por Hashem y él nos transmitió la fortaleza y la determinación para sobrellevar las pruebas, y con eso vencer los desafíos que Hashem coloca ante nosotros.

 

En Perashat Pinejás encontramos el censo que realizó Moshé. Después de contar a los Hijos de Israel, dice lo siguiente: Y entre ellos no había ningún hombre de los que Moshé y Aharón habían contado en el desierto. Rashí acota que Moshé necesitó hacer un nuevo conteo debido a que los hombres que habían participado en el incidente de los espías fueron condenados a morir antes de entrar a la Tierra Prometida. Pero sobre las mujeres no fue promulgado el decreto de morir en el desierto, ya que, a diferencia de los varones, ellas sí tenían cariño a la Tierra de Israel. Los hombres habían dicho: Impongámonos un jefe y regresemos a Mitzráim. En cambio, las mujeres reclamaron: ¡Danos posesión! Las hijas de Tzelofjad reclamaron la parte que les correspondía como herencia de su padre, que había fallecido años atrás en el desierto. No reclamaron antes, aun a sabiendas de que su padre se había hecho de mucha riqueza cuando los egipcios se ahogaron en el mar, porque eso nunca les interesó. Ellas amaban la Tierra de Israel; la deseaban con tal fervor que contagiaron a todas las demás mujeres del campamento, y con ello provocaron que todas ansiaran poseer la tierra que Hashem ofreció; y así salvaron sus vidas.

 

¿De dónde sacaron las hijas de Tzelofjad ese anhelo? ¿Dónde lo aprendieron?

 

La Torá describe su árbol genealógico para mostrarnos que ellas descendían de Yosef HaTzadik. Antes de fallecer, él hizo jurar a sus hermanos que enterrarían sus huesos en la Tierra de Israel. Anhelaba tanto habitar allí que puso tal énfasis en su deseo, y esto se quedó grabado en los corazones de sus hijos. Ellos lo transmitieron de generación en generación, hasta sus tataranietas, ¡cuatro generaciones después! Y no solamente a ellas, sino a todas las mujeres de Israel…

 

Nos encontramos ya en jódesh Elul; en poco tiempo será Rosh HaShaná. El Juez Supremo dictará el designio de cada persona. Estos días son muy propicios para reflexionar y diseñar un plan para que logremos transmitir a nuestros hijos el hermoso legado de nuestros padres. Roguemos a Hashem, ahora que se encuentra cerca, para que nos otorgue todo lo necesario a fin de mostrar a nuestros sucesores cuán hermoso y dulce es estudiar Torá y cumplir con las mitzvot. ©Musarito semanal

 

“Si el cumplimiento de las mitzvot es para ti una carga pesada, estás transmitiendo a tus hijos una versión equivocada.”

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 14:22-25.

 

[2] Bereshit 18:19.

 

[3] Hamaor, tomo 3, pág 18.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

.

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.