Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

La Torá es sumamente estricta con respecto a las buenas cualidades personales, en especial en aquellas que distinguen al 'Am Israel. El versículo dice: Un amonita o moabita no entrará a la congregación del Eterno; incluso su décima generación no entrará en la congregación del Eterno, hasta la eternidad.[1] Este es un precepto difícil de comprender, ya que incluso si viniera un amalekita manifestando su deseo de convertirse al judaísmo debemos aceptarlo… recordemos que el pueblo de Amalek fue condenado por el Creador; ellos enfriaron nuestra Emuná (fe) después de que salimos de Egipto, y por ende, Moshé recibió la consigna de  erradicar su descendencia de la faz de la tierra. Sin embargo, es sabido que hay descendientes del malvado Hamán, quien provenía de Amalek y no solamente fueron aceptados en la congregación, incluso estudiaron Torá en Bené Berak. Sin embargo, si viniera alguien que pertenece a los pueblos de Amón o Moab que quisiera convertirse al judaísmo será categóricamente rechazado.[2] ¿Por qué perdieron el derecho de entrar bajo las alas de la Presencia Divina?

 

El motivo es porque ellos provienen de pueblos cuyas características son crueles: Debido a que no los recibieron con pan y agua en el camino, cuando ustedes salieron de Egipto.[3] Alguien que es cruel y no siente compasión hacia su prójimo, no puede tener el mérito de unirse a un pueblo cuya esencia son la bondad y la compasión. Esta persona nunca podrá lograr la perfección en la Torá, porque su fundamento es poseer cualidades personales positivas, y esas personas carecen de una cualidad básica y sumamente importante: la misericordia hacia los demás.

 

 

 

El octavo portón: la crueldad.

Shá'ar Hajzariyut.

 

 

La crueldad es la antítesis de la piedad, como está escrito: crueles son ellos y no se apiadan.[4]Y esta condición no se haya entre los hombres justos sino en el espíritu de los malvados, como está escrito: la piedad de los malvados es cruel.[5] Este es un rasgo que se encuentra entre los descarados, como dice el versículo: Un pueblo descarado, que no se apiada del anciano y no tiene misericordia del joven.[6]

 

Las personas crueles carecen de la condición del favor, como está escrito: El hombre misericordioso hace el bien a su propia alma, mas el cruel atribula su propia carne.[7] El hombre cruel se halla sumamente lejos de las virtudes, pues no se apiadará de los pobres, no les prestará en momentos de necesidad ni les dará nada, como lo expresa el versículo: Prestarle al Eterno es ser benevolente con el pobre.[8]Y está dicho: Es bueno el hombre generoso y que presta.[9]Estas actitudes se hallan distantes del hombre cruel.

 

La Torá fue muy clara al respecto y ordenó: Y amarás a tu prójimo como a ti mismo,[10]y quien se incline a la crueldad se hallará muy lejos de este transcendental mandamiento. Un hombre cruel no es aceptado ante la sociedad y no goza de la simpatía de otros. Incluso cuando debemos reprender a otros se nos advirtió de hacerlo sin crueldad, como está escrito: Reprender reprenderás a tu prójimo y no le cargarás pecado,[11]quiere decir, no lo reprendas con dureza y crueldad avergonzándolo, pues de esa forma te hará cargar con un pecado.

 

En momentos en que la furia se apodera de la persona, entonces se escapa de él la misericordia y la crueldad crece hasta hacerse destructiva, como está escrito: La ira es cruel y la cólera destructiva.[12]No existe cólera más demoledora como la producida por la crueldad.

 

Es considerado también crueldad el robar alguna pertenencia de otra persona, provocando de esta manera el sufrimiento del otro. Es grave el castigo que recibe quien roba al pobre: No le robes al pobre, pues pobre es él,[13]y continúa diciendo: Pues el Eterno combate por su causa y le quita la vida a quienes la quitan a otros.[14]

 

Quien le roba a otro es considerado como si le quitara el alma, aún si lo que le quitara fuese algo insignificante como una pequeña moneda, de los Cielos condenan su alma. Por ello debes saber, que no existe mayor crueldad que la de los transgresores, pues por culpa del odio gratuito se destruyó el segundo Bet HaMikdash, y en general todos los sufrimientos y tragedias vienen a raíz de este problema; por el pecado de la tergiversación y la retención de los juicios y la anulación del estudio de la Torá, la espada y el despojo, la peste y el hambre acosan al mundo.[15] Quienes provocan estos castigos, son los verdaderos crueles, consigo mismo, con sus hijos y con los de su propia generación. En tanto que los hombres justos son misericordiosos con sus hijos y con su generación, como lo cita el Talmud: Todo el mundo se alimenta por mérito de Rabbí Janiná Ben Dosá.[16]

 

 

 

Haciendo una introspección

 

La Torá enfatiza la prohibición de causarle daño a ninguna persona y/o tomar ventaja de cualquier hombre desvalido. El Todopoderoso desea que cultivemos dentro de nosotros mismos las cualidades de bondad y compasión. Por consiguiente, nos prohibió afligir a las viudas y a los huérfanos, ya que su condición de indefensos los convierte en seres más sensibles: una esposa agraviada puede quejarse ante su marido, y un hijo oprimido usualmente llama a su padre por ayuda. Dado que una viuda y un huérfano no tienen a nadie para defenderlos, el Creador mismo toma revancha por cada uno de sus clamores. Por tanto, debe hablarles con suavidad y tratarlos con respeto y no debe afligirlos con el trabajo o con un trato duro. Y debe cuidar su dinero más que el suyo propio.[17] Quien los provoca, los hace enojar o los aflige, los perjudica monetariamente o los somete de alguna forma, transgrede una prohibición de la Torá,[18] más aún si los golpea o maldice.

 

Cuenta el Jafetz Jayim (Rabí Meir Hacohen de Radin, autor de la obra Mishná Berurá), que en su barrio residía una viuda en una casa alquilada, pero debido a su indigencia no alcanzó a pagar el alquiler de la vivienda. El dueño de la casa se presentó una dura noche de invierno y en medio de gritos la expulsó de la casa y la dejó en la calle. Dijo el Jafetz Jayim, durante muchos años esperé a ver cuál sería el final de aquel hombre tan cruel. Después de 10 años, este hombre fue mordido por un perro que padecía de rabia y contrajo la enfermedad. Tras agravarse la misma, el hombre deambulaba por las calles de Radin gimiendo como un perro y con la baba deslizándose de su boca y todo el mundo se alejaba de él. Finalmente falleció como un hombre despreciado.

 

La falta de educación y buenas costumbres es algo inaceptable, si no se remedia a tiempo, avanza hasta provocar faltas que pueden llegar a consecuencias desastrosas, por este motivo es que una persona carente de buenos modales (Amon y Moab) no son admitidos dentro del seno de Israel.©Musarito semanal

 

 

“El que va tras la caridad y la misericordia encontrará vida, prosperidad y honra”.[19]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 23:4.

 

[2] Darje Musar.

 

[3] Idem 23:5.

 

[4] Yermiyá 50:42.

 

[5] Mishlé 12:10.

 

[6] Debarim 28:50.

 

[7] Mishlé 11:17.

 

[8] Ib. 19:17.

 

[9] Tehilim 112:5.

 

[10] Vayikrá 19:18.

 

[11] Ibid 19:17.

 

[12] Mishlé 27:4.

 

[13] Mishlé 22:22.

 

[14] Ibid 22:23.

 

[15] Shabbat 32b y 33a.

 

[16] Berajot 17b.

 

[17] Ramba"m

 

[18] Shemot 22:21.

 

[19] Mishlé 21:21.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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