Regresar regresarás lo extraviado

 

 

 

“Si vieres al toro de tu hermano o a su carnero extraviados, no te harás el desentendido:

 

restituir lo restituirás” (22:1).

 

 

 

En la Perashá de esta semana encontramos una gran cantidad de mitzvot (preceptos) en relación con el comportamiento entre el hombre y su prójimo. Encontramos mitzvot referentes a los objetos perdidos y la responsabilidad que tiene un yehudí de regresarlos a sus dueños.

 

En Éretz Israel, una joven pareja decide unirse en matrimonio. Los padres de los contrayentes se reúnen y estipulan los detalles del compromiso. Una vez que concluyen los arreglos, el novio manda el ajuar a la novia. La joven admira una y otra vez con emoción las joyas. Son el toque perfecto para lucir como toda una reina el día de la boda.

 

El día esperado se acerca. Los jóvenes dedican un tiempo cada día para repartir invitaciones. Para dar más valor al momento, ella luce sus joyas al lado de su prometido. En algunas comunidades habitúan que quien se casa pasa en los días anteriores a su boda por el cementerio, para invitar al casamiento a sus parientes queridos. Ella sigue esta costumbre y va al cementerio. Al terminar la visita, se quita sus joyas, las deja al lado del lavabo y, sin darse cuenta, las olvida allí.

 

Después de un rato se acuerda y corre a buscar su tesoro. Las busca por todos lados, pero las joyas han desaparecido. Siente un nudo que aprieta su garganta: “Y ahora, ¿qué hago? ¿Cómo digo a mi novio lo que pasó? ¡No imagino cómo va a reaccionar! No, mejor no le digo. Pero en la boda va a preguntar por las joyas. ¿Qué voy a contestarle…?”. La joven está aturdida. “¡¿Cómo pude ser tan descuidada?!”. Le toma varias horas decidirlo, pero al final decide contarle. El novio lo toma con serenidad. Se percata de que en realidad no hubo negligencia y le dice: “Deja de preocuparte. Vamos a buscar algunas joyas de fantasía, para que las uses el día de la boda. Desde lejos parecerán de oro”. Fueron a varias joyerías hasta que encuentran unas similares, las cuales ella usa el día de la boda y nadie advierte la diferencia. La fiesta resulta un éxito y el hecho queda en el olvido…

 

Pasan tres años. La pareja decide festejar su aniversario e invitan a sus amigos a la casa. Cada uno trae algo para la reunión y así, todos reunidos, felicitan a sus anfitriones. Después de varias horas, todos se retiran. Ella comienza a limpiar la casa. Pone cada cosa en su lugar, lava todo. La exhausta mujer se sienta a tomar un respiro en la cocina y encuentra una amarillenta hoja de periódico con la que uno de los invitados envolvió una botella de vino. La señora alisa la hoja y lee las noticias del diario. En una parte se lee un aviso: “Hashabat habedá: devolución de objetos perdidos. Se han encontrado unas joyas en uno de los lavabos del cementerio. Quien las haya perdido, comuníquese al teléfono....”.

 

Su pulso se acelera. “¡Será posible!”, piensa. Rápidamente mira la fecha del diario y de inmediato llama a su esposo: “¡Urge que vengas a ver lo que encontré!”. Cuando él lo ve, al momento llama al número anunciado. Del otro lado de la línea, el hombre que publicó el anuncio comienza a hacer algunas preguntas: “¿Cuántas eran, en qué fecha pasó, en qué lugar los perdió?”. La señora explica cada cosa y la otra persona le dice: “Es cierto, son suyas. Pase la semana entrante a las 10:00 p.m. y se las entregaré”. La pareja queda intrigada. ¿Por qué la semana siguiente y no al otro día? ¿Por qué tan tarde?

 

Finalmente llega el día. Llegan a la hora acordada. Tocan el timbre; les preguntan por el interfon: “¿Quién es?”. Dan sus nombres y les abren la puerta. Hay en la casa como treinta personas y los reciben con un “¡Bienvenidos!” y mesas llenas de comida. La pareja no entiende nada. El anfitrión se percata de ello y les dice: “Si me lo permiten, explicaré todo. Estoy tan contento de cumplir la mitzvá de hashabat habedá (devolver lo perdido) que quise hacerla lo mejor posible. Por eso les pedí que vinieran hasta hoy. Quería compartir esta alegría con mis amigos y también quise agasajarlos a ustedes, que me permitieron cumplir la mitzvá”. El hombre trae las joyas, ambos las reconocen, él se las devuelve y esa noche es imborrable en la memoria de todos...

 

La Torá nos ordena devolver a sus dueños los objetos extraviados. Pensemos un instante: si por un animal o un objeto que encontremos tenemos la responsabilidad de encontrar al dueño y entregarlo, ¿cuánto tendríamos que preocuparnos si lo que encontramos es un niño extraviado…? ¿Y si nos percatamos de que es hijo de alguien importante…? ¿Y si fuera el hijo de un rey…? ¿Y si fuera el hijo del Rey de todos los reyes, Hashem? ¿No haríamos hasta lo imposible por devolverlo?

 

Rabí Yosí caminaba entre las ruinas de Yerushaláim. Llegó la hora de hacer tefilá y entró a rezar en una de ellas. Cuando salió se encontró con Eliyahu HaNabí. Primero, el profeta le llamó la atención por haberse puesto en peligro, pues podría haber un derrumbe; después le preguntó: “¿Qué escuchaste en aquellas ruinas?”. Él contestó: “Escuché un Eco Celestial que se parecía al gemido de una paloma, y decía: ‘¡Ay de mis hijos, por cuyas transgresiones destruí Mi Casa! ¡El Mikdash quemé y a Mis hijos los exilé entre los idólatras…!”. Eliyahu HaNabí le dijo: “¡Por tu vida y la de tu cabeza que no sólo a esa hora se escucha esto, sino que cada día, tres veces al día exclama esto….!”.[1]

 

Uno de los detalles del precepto de regresar los objetos extraviados es que el dueño no haya renunciado a la propiedad de los mismos. Hashem ama a todos y cada uno de sus hijos. Él reclama tres veces al día: “¡¿Dónde están mis hijos?!”. ¿Cuántos de nuestros hermanos están extraviados? ¿Cuántos están tan alejados que no tienen ni idea de lo maravilloso que es estudiar Torá y cumplir las mitzvot? ¡Él nunca pierde la esperanza de “recuperarlos”! Por tanto, cada yehudí que tiene la fortuna de estar en el camino de la Torá y del cumplimiento de las mitzvot tiene la enorme responsabilidad de mostrar a aquellos que no las conocen, la paz, la felicidad, la dulzura de estudiar la Torá y cumplir las mitzvot.©Musarito semanal

 

“El justo es guiado por su amigo, pero el camino del perverso conduce al extravío.”[2]

 

 

 

 

 

 

[1] Berajot 3a.

 

[2] Mishlé 12:26.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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