¡Apegarse A Hashem por medio de la canción!

 

 

“Entonces Moshé y los Hijos de Israel cantaron” (15:1).          -

 

 

En esta perashá se relata la salida de Egipto. Hashem conducía a Am Israel, de día por medio de una columna de nubes y durante la noche por una columna de fuego. Avanzaron por el desierto hasta llegar a orillas del Mar Rojo. El Faraón, arrepentido por dejarlos salir, decidió perseguirlos armado con un fuerte ejército. El Pueblo de Israel había llegado a un punto donde no había salida: frente a ellos estaba el mar; atrás de ellos el ejercito del Faraón; en un costado, bestias salvajes, y del otro, el desierto amenazador. Estaban rodeados y aparentemente desamparados; su temor era abrumador… Cuando los israelitas vieron que sus antiguos opresores se aproximaban, sintieron terror y se quejaron ante Moshé, temían morir allí… Pero él les respondió que no temieran, que el Eterno los salvaría y que sería Él quien lucharía por ellos. La columna de nubes se colocó detrás del pueblo y se transformó en un oscuro velo que ocultó ambos campamentos.

 

A la medianoche del 21 de Nisán, el séptimo día de la salida de Egipto, Moshé extendió su mano sobre el mar y Hashem envió un fuerte viento que dividió las aguas y las secó. Los Hijos de Israel atravesaron el mar entre dos enormes muros de agua. Los egipcios los siguieron dentro del mar junto con sus carros y caballos; habían olvidado todo lo sufrido después de las plagas y se lanzaron en persecución de los judíos. Cuando estaban en medio del mar, las ruedas de sus carros de guerra se atascaron en la arena húmeda. Moshé extendió su mano y las aguas se cerraron ahogando a los egipcios y a sus animales.

 

Tras emerger de la división del mar, el Pueblo Judío se paró en la orilla. Ante ellos yacía el poderoso ejército egipcio, desparramado por la costa como si fueran soldaditos de juguete rotos. Entonces, todos los cuestionamientos y temores se disiparon. Cada hombre y cada mujer, desde los más grandes hasta los más humildes, alcanzaron un nivel de entendimiento del mundo como nunca habría de repetirse: la sirvienta vio en el mar lo que no vieron Yejezkel y los demás profetas.[1] Y entonaron una canción de triunfo alabando el poder del Todopoderoso por haber eliminado a sus perseguidores: y reverenció el pueblo a Hashem y tuvieron fe en Él y en Moshé Su siervo.[2]

 

La Shirá, el cántico que entonaron los Hijos de Israel al salir del mar, es uno de los diez cánticos que encontramos en el Tanaj.[3] Lo recitamos en todas las plegarias matutinas, porque el suceso de la salida de Egipto y la salvación ante las tempestuosas olas del mar y de los egipcios implantaron fe y alegría en el corazón de cada judío en todas y cada una de las generaciones. Por esta razón entonamos la canción en el tiempo futuro: Entonces cantaré al Eterno;[4] es decir, no sólo los que presenciaron el milagro percibieron la grandeza de Hashem y cantaron Su plegaria, sino que este hecho quedó grabado en el corazón de cada judío, y la habilidad de reconocer a su Creador y rezar a Él quedó arraigada en sus genes “espirituales” para todos los tiempos.[5] Cabe mencionar lo que dicta el Jafetz Jaim en nombre del Zóhar:[6] “A todo el que canta la Shirá cada día y procura, al momento de pronunciarla, hacerlo con alegría y sentir como si en ese momento estuviera saliendo del mar, todos sus pecados le son perdonados”.

 

Vemos que la alegría en el judaísmo juega un papel principal; es el catalizador del servicio al Creador, es un ingrediente vital.[7] Cuando Yaacob supo de la desaparición de su hijo Yosef, el Rúaj Hakodesh (la Inspiración Divina) que poseía se apartó de él; sólo cuando se enteró de que su hijo estaba vivo, la alegría retornó a su corazón y, por ende, la Inspiración Divina también volvió.[8] Una de las condiciones para que un profeta pueda recibir la Inspiración Divina es estar con buen ánimo; cuando Yaacob quería profetizar, pedía músicos para que tocaran y, con esto, lograba inspirarse.[9] David HaMélej, antes de sentarse a escribir salmos, tocaba el arpa y la Inspiración Divina se posaba en él.[10] La Divinidad no se posa sino sobre los que practican una mitzvá con alegría.[11]

 

Son muchos los caminos que conducen a la alegría, pero por excelencia hay uno que se destaca en especial: la música. Las melodías y las canciones son un potente instrumento para levantar el ánimo sobre el sentimiento de las personas. Es recomendable buscar alguna melodía que nos agrade especialmente y recitar nuestras plegarias al son de aquella; esto puede ayudarnos a encontrar la inspiración y concentración adecuadas del corazón.[12]

 

Se cuenta que una vez fue Rabí Shneur Zalman de Liadi a la ciudad de Shklov y las personas sabias de allí tenían muchas preguntas que hacerle. Antes de comenzar a hablar, el Rab decidió cantar una melodía muy especial con mucha intensidad y concentración...

 

Y sucedió que, al finalizar su melodía, todas las dudas de las personas sabias habían desaparecido, pues su melodía despertó en ellos aspectos del intelecto que les ayudaron a resolverlas (ésta era una música sagrada y especial, cantada también con un énfasis especial, que tuvo el don de provocar semejante efecto). La música puede ser de gran ayuda en dos sentidos: tanto para ayudar a que las personas que no comprenden bien con la mente comprenda mejor con el corazón, como para ayudar a que las personas que sí comprenden con la mente puedan agilizar sus capacidades mentales haciendo que su entendimiento mejore y se transforme en un entendimiento superior...

 

Los Jajamim describieron con una parábola cómo la chispa de una canción puede encender lo que muchas otras técnicas no logran.[13]

 

Un campesino que trabajaba arduamente en un molino llegó un día a la gran ciudad. De pronto se detuvo frente a una relojería y se puso a observar. Al acercarse oyó la suave y dulce melodía de un reloj musical. Siguió preguntando y le explicaron que era un reloj despertador y que aquella melodía era la encargada de despertar al dueño con una canción. El campesino se sintió tan atraído que decidió entrar para comprar aquel reloj. Luego de dialogar con el relojero, dijo, convencido: “Quiero comprar el despertador musical”. El relojero le respondió: “Fíjate si realmente te sirve. No creo que su sonido tan suave y dulce sea efectivo con los ruidos del molino donde tú vives”. Pero el hombre de campo respondió con simpleza y sencillez: “Es verdad que los ruidos del molino son más estridentes, pero a ésos mi oído ya está acostumbrado. En cambio, la melodía del reloj es nueva y atrapante. Seguro que con ella me despertaré...”.

 

Hay diferentes caminos para Servir a Hashem con alegría y cada quien debe buscar el suyo. Una herramienta muy útil son las bellas e inspiradoras melodías. ©Musarito semanal

 

“Sirve al Todopoderoso con alegría; preséntate ante Él con canciones”[14]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Mejiltá.

 

[2] Shemot 14:30.

 

[3] Mejiltá 15:1; Tehilim 92.1; Shemot 15.1; Bamidbar 21.17; Debarim 32.1; Yehoshúa 10:12; Shofetim 5:1; Shemuel I, 2:1; Tehilim 18:1; Yeshayá 42:10; Shir HaShirim, Zutá 1.

 

[4] Shemot 15:1.

 

[5] Or Hajaim.

 

[6] Mishná Berurá 51:17.

 

[7] Arajín 11a.

 

[8] Midrash HaGadol 47:27.

 

[9] Melajim II, 3:15.

 

[10] Pesajim 113a.

 

[11] Shabat 30b.

 

[12] Séfer Hajasidim.

 

[13] El Admur de Mezdrich, autor del “Dibré Israel”.

 

[14] Tehilim 100:2.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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