¿Estás Preocupado porque no sabes de

dónde provendrá tu sustento?

 

 

“Y habló Hashem a Moshé en el Monte Sinaí… Durante seis años sembrarás y recogerás tu cosecha… pero en el séptimo año habrá un cese total para la tierra…” (25:1-4).

 

Después que Am Israel tomó posesión de la Tierra, debían observar cada séptimo año como shemitá (sabático) para la tierra. Durante su transcurso no debían sembrarse los campos ni podar los viñedos, así como tampoco levantar la cosecha que hubiere crecido espontáneamente.

 

Preguntaron los Jajamim: “¿Por qué menciona que la mitzvá de shemitá fue entregada en el Monte Sinaí? ¿Acaso no fueron ordenados allí también los demás preceptos?”.

 

Rashí ofrece una respuesta: “La Torá muestra esta mitzvá con todos sus complementos para darnos un ejemplo de que así como este precepto fue entregado con todos sus detalles, también los demás fueron ordenados a Moshé en el Monte Sinaí, sólo que por la complejidad y extensión que esto implica no se escribieron aquí las demás. Las 612 restantes se recibieron de la misma forma y quedaron grabadas en la memoria del pueblo, mismas que han ido transmitiéndose de generación en generación. ¡Este concepto es la base de toda nuestra Torá! Cada letra, cada precepto fueron ordenados directamente por Hashem en el Monte Sinaí, delante de todo el pueblo.

 

¿Por qué escogió entonces Hashem esta mitzvá y no otra?

 

Si analizamos en qué consiste el precepto de shemitá podremos encontrar la respuesta: después de que Yehoshúa conquistara Éretz Israel, entró en vigor el decreto de cuidar el año de shemitá. Los granjeros tenían permiso de trabajar sus campos durante seis años, pero al llegar el séptimo tenían prohibido sembrarlos y podarlos. Todo lo que produjese la tierra en ese año no pertenecía en particular a nadie; toda la tierra y sus productos quedaban a disposición de quien deseara tomarlos.

 

Imaginemos que somos uno de esos granjeros. ¿Qué pensaríamos al escuchar esta orden? La Torá me exige abandonar la producción de un año entero… Vivimos en un mundo material y tenemos necesidades corporales. Si no sembramos, ¿de dónde vendrá el sustento? ¿En qué nos ocuparemos todo ese año?

 

Hashem conoce el pensamiento de la persona y Él Mismo responde: La tierra rendirá su fruto y comerán con provecho, y habitarán con seguridad sobre ella. Y si ustedes dicen: “¿Qué comeremos en el séptimo año? ¡He aquí que no sembraremos ni guardaremos nuestra cosecha!”, Yo mandaré mi bendición para ustedes en el sexto año y producirá suficiente para tres años. Sembrarán en el octavo año, pero comerán de la vieja cosecha hasta el noveno año.[1]

 

Ahora sí podemos contestar la pregunta de por qué Hashem escogió esta mitzvá. Shemitá es un reconocimiento de que todo cuanto posee el hombre proviene de la Única fuente de donde brota: la Mano piadosa de Hashem. El mismo que provee incesantemente todas tus necesidades proveerá en el sexto año lo suficiente para el séptimo y el siguiente. Al ceder las tierras durante tanto tiempo, demostramos que nada nos pertenece. Todos nuestros bienes: tierra, hogar, dinero e incluso nuestra libertad personal pertenecen en definitiva a Hashem.

 

Manifestamos también, por medio de su observancia, que este mundo no es más que una antesala al Mundo Verdadero, y que al partir nadie se lleva nada. Todo lo que nos rodea es una creación de Hashem. Está en nuestras manos en calidad de préstamo, y se nos otorga la fuerza y el permiso de utilizarlo mientras pasamos por este mundo para hacer el bien y cumplir con Sus mitzvot. La persona no debe enorgullecerse pensando que su fuerza es la que le da el sustento. ¡Todo es un regalo de Hashem, y Él nos da según Su voluntad! El que concede vida también proveerá el sustento.[2] ¿Acaso hay algún faltante en la Casa del Rey? Él tiene muchos emisarios y muchas maneras [de hacer llegar lo que quiere].[3]

 

Entonces, si el sustento queda resuelto durante ese periodo, ¿en qué se ocupará la gente todo ese tiempo? Y la respuesta es la siguiente: la persona invierte gran parte de su tiempo buscando placeres mundanos. Lo más valioso que posee en su vida es el tiempo; no debe malgastarlo, pues de esa materia está formada la vida.

 

Dijo el más sabio de los hombres: “Una generación va y otra generación viene, mas la tierra por siempre permanece”.[4] Hashem aprecia los días de los íntegros, y su heredad será para siempre.[5] Hashem quiere que el hombre se ocupe de enriquecer su alma. Así, no necesita preocuparse de sus necesidades corporales, pues eso corresponde a Quien lo ubicó en este mundo.

 

El Baal Shem Tob y un discípulo iban por un camino cuando el segundo comenzó a sentir una sed intensa. Buscó agua y al ver que no la encontraba consultó al Rab para saber qué hacer. El Baal Shem Tob preguntó: “¿No crees que Hashem ve las necesidades de toda la humanidad y provee todo lo que cada uno necesita?”. El alumno respondió: “Yo creo”. Entonces dijo el Baal Shem Tob: “Si tú crees con fe absoluta, entonces tus necesidades serán satisfechas”. Poco después se acercó a ellos un aguatero ofreciendo el preciado líquido. Una vez que sació su sed, el alumno preguntó al hombre: “¿Cómo es que andas por estos rumbos vendiendo agua?”. El mercader respondió: “Mi amo se ha vuelto loco. Todos los días voy a sacar agua de un pozo cercano. Hoy se le metió en la cabeza que se le había antojado probar el agua de un pozo más distante y me envió hasta aquí. Yo sentía bastante pesado el barril y pensé en ofrecerles un poco para aminorar el peso de mi carga”. El Baal Shem Tob miró a su discípulo y le dijo: “Todos los animales ruegan a Hashem para que les provea de agua y calmar su sed. Si sólo el hombre se acostumbrara a dirigirse a Él cada vez que tiene una necesidad, no carecería de nada…”.[6]

 

Hashem provee alimento a toda criatura, pues Su benevolencia es eterna.[7] Sin embargo, todos debemos hacer aunque sea el mínimo esfuerzo para conseguirlo. Él alimenta a todos los pájaros. Sólo que Él no les tira la comida dentro del nido. Rabí Tarfón dijo: “No sobre ti está la obligación de terminar el trabajo, pero tampoco estás libre de ella”.[8] Tienes dos formas de conseguir lo que está destinado para ti: de una forma “natural”, gastando tus recursos más valiosos (tiempo y esfuerzo) para obtenerlo, o simplemente levantar tus ojos al Cielo e implorar para que te lo provean de una forma digna y sencilla, a fin de que seas presto en tus actividades y aceptar lo que sea para regresar a tu real responsabilidad, que es Servir a Hashem. Esa mercancía es mejor que cualquier bien monetario. ©Musarito semanal

 

 

 

 

“Donde hay fe, hay amor. Donde hay amor, hay paz. Donde hay paz está Hashem. Y donde está Hashem no falta nada.”

 

 

 

 

 

 

[1] Vayikrá 25:19-22.

 

[2] Taanit 8b.

 

[3] PeleYoetz, Pobreza.

 

[4] Kohélet 1:4.

 

[5] Tehilim 37:18.

 

[6] Viviendo cada día, Rab Abraham J. Twerski.

 

[7] Tehilim 136:25.

 

[8] Pirké Abot 2:16.

 

 

 

 

 

 

 

 

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