La sabiduría de la mujer construye su casa

 

 

“Y tomó Kóraj…” (16:1).

 

 

Un grupo de Leviím, bajo la dirección de Kóraj, y otro grupo de la tribu de Reubén, bajo el mando de Datán, Abiram y On, encabezaron una revuelta contra Moshé y Aharón. En esta rebelión participaron doscientos cincuenta miembros prominentes de la congregación. La rebelión de Kóraj estaba basada en el reclamo de que Kóraj debía haber sido designado Nasí (dirigente) de la tribu de Leví. Datán y sus asociados reclamaban el derecho de liderazgo basado en su descendencia de Reubén, el hijo mayor de Yaacob.

 

Los Jajamim explican que la envidia de Kóraj fue lo que comenzó la rebelión. Moshé había designado a Elitzafán ben Uziel como príncipe de los hijos de Kehat, que era su primo hermano. Kóraj sintió que le correspondía el nombramiento, ya que era mayor que Elitzafán.

 

La Guemará nos da otra versión y dice que la esposa de Kóraj fue quien lo incitó a la rebelión. Ella le decía: “Mira lo que te hizo Moshé; se nombró a sí mismo como rey, designó a su hermano Aharón como Cohén Gadol, nombró a sus sobrinos como Cohanim; se quedan con nuestros diezmos. ¡Mira cómo te dejó! Rapó sus cabezas burlándose de ustedes...”. Ella llenó de odio el corazón de su esposo y le hizo perder todo, al igual que Hamán, quien escuchó a su esposa y erigió una horca para Mordejai sin percatarse de que estaba preparándola para sí mismo. La mujer inteligente construye su hogar y la tonta con sus propias manos lo destruye.[1]

 

En el vecindario de Rabí Meír vivían unos delincuentes que lo molestaban mucho con sus acciones. Rabí Meír se levantó y con rezos pidió que esos malvados no tuviesen éxito en llenar sus corazones de las perversas pasiones que perseguían. La falta de sus pasiones les haría sentir un vacío imposible de llenar y esa sería la causa de su muerte. Su esposa, Beruria, lo escuchó y le preguntó: “¿Por qué pides que Hashem provoque su muerte? Tal vez porque lo aprendiste del versículo que dice: ‘Se acabarán los pecados de la tierra’. Fíjate en que no está escrito: ‘pecadores’ sino ‘pecados’. El pasuk continúa diciendo: ‘Y los malvados ya no estarán’.[2] Quiere decir que, debido a que se terminaron los pecados, los malvados ya no están. Por tanto, es preferible que pidas al Todopoderoso misericordia y que los ayude desde el Cielo, y se arrepientan de sus acciones”, terminó diciendo la esposa de Rabí Meír.

 

Las palabras de Beruria fueron bien vistas a los ojos de su esposo y cambió su rezo frente al Creador del mundo, y pidió misericordia para sus vecinos suplicando que se detuvieran sus malas acciones y retornaran al buen camino. Hashem rápidamente respondió a su plegaria y aquellos hicieron teshubá.[3]

 

Vemos que la magnitud de la influencia de una esposa sobre su marido puede ser benéfica o lo contrario. Por ejemplo, la esposa de On ben Pélet dijo a éste que se apartara de la conspiración.[4] Como resultado, lo salvó del destino que tuvieron los demás.

 

Una vez cierto hombre piadoso contrajo matrimonio con una mujer piadosa, pero no tuvieron hijos. Dijeron: “¡Qué tristeza sentiremos el día en que emprendamos el viaje al Mundo Eterno, sin haber dejado descendencia!”. Entonces tomaron la triste decisión de divorciarse. El hombre piadoso volvió a casarse, esta vez con una mujer malvada, y ella lo hizo malvado. La mujer piadosa se casó con un malvado y lo hizo piadoso…

 

La mujer judía es el elemento que mantiene a la familia unida y funcionando como un verdadero hogar judío. La Torá llama a esta colaboradora ézer kenegdó,[5] que literalmente significa “una ayuda contraria a él”, lo cual parece una expresión contradictoria.

 

¿Cómo puede alguien, que se supone ayuda a su marido, oponérsele al mismo tiempo?

 

Explican los Jajamim esto de la siguiente manera: “Un hombre es, a menudo, un juez pobre de su propio carácter. Cuando trata de juzgarse a sí mismo, no es objetivo y a veces deja de notar sus propias faltas. Su esposa, sin embargo, puede ser un buen reflejo de sus verdaderas facetas. Ella lo conoce bastante como para verlo tal cual es en realidad. Si cumple correctamente las mitzvot, si es útil a sus semejantes, entonces es tarea de la mujer ayudarlo y alentarlo en su beneficioso trabajo. Por otra parte, si él abusa de los demás y no respeta la Torá, ella debe oponérsele y mostrarle sus errores, para ayudarlo a mejorar. En este sentido, ella es tanto una ‘ayudante’ como una ‘opositora’, según el caso. Como fuere, su importante papel en la vida judía nunca podrá ser valorado en toda su magnitud”.[6]

 

La función del hombre en el hogar se compara a la cabeza y la mujer al cuello de la persona. El hombre razona, dirige y toma las decisiones en el hogar, tal como lo hace la cabeza con el resto del cuerpo; el cuello “solamente” se encarga de dirigir a la cabeza. El Todopoderoso dotó a la mujer de cariño, paciencia e inteligencia, y de biná yeterá (un sexto sentido). Estos son los instrumentos con los cuales la mujer judía vigila y protege su hogar y a los que habitan en él, para que se mantengan siempre dentro de los lineamientos de la Torá.

 

Algunos erróneamente piensan que el papel de la mujer es menos importante que el del hombre dentro del judaísmo, sólo porque existen mitzvot que las mujeres no pueden cumplir; por ejemplo, ponerse tefilín, o la obligación de pronunciar las tres tefilot diarias en un Bet HaKenéset (sinagoga), acompañado de diez hombres; o porque no asisten a clases de Torá todos los días como lo hacen los hombres. La mujer judía tiene otro tipo de obligaciones, no menos dignas e importantes. La mujer sirve a Hashem mediante la construcción de un fiel hogar a Su servicio. Si analizamos tan sólo el acto de concebir a sus hijos, pasar por el parto, la crianza y la educación de los mismos, calmarlos y educarlos, formarlos con las mejores cualidades, prepararles una buena comida, estudiar con ellos o acompañarlos al colegio… También ayuda al esposo en su trabajo, en sus preocupaciones, y transmite la sensación de paz y tranquilidad que necesita todo hogar. Todo esto es una gran proeza. No son tareas fáciles de llevar; sin embargo, la mujer judía debe cargar sobre sus hombros tan delicada labor y misión.[7] ©Musarito semanal

 

 

 

“Es mayor la promesa que Hashem hizo a las mujeres  que la que prometió a los hombres, porque es mayor aquel que causa que otros hagan una mitzvá que el mismo que la cumple.”[8]

 

 

 

[1] Mishlé 14:1.

 

[2] Tehilim 104:35.

 

[3] Berajot 10a.

 

[4] Sanhedrín 110a.

 

[5] Bereshit 11:18.

 

[6] Lilmod ULelamed, pág. 191, Rab Mordejai Katz.

 

[7] Revista “Or Torá”, Rab Rafael Freue.

 

[8] Berajot 17a.

 

 

 

 

 

 

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