identidad judía

 

Perashat Jukat

 

Pues desde el principio como rocas lo veo, y desde las colinas lo atisbo…”. 20:9

 

 

Balak, rey de Moab, tembló de miedo cuando se enteró que los judíos habían vencido a sus aliados y poderosos protectores: los gigantes Sijón y Og. A pesar de que Balak sabía que el arribo  de Israel no planteaba amenaza a su nación, sabía que Moshé no guerrearía en contra de ellos, pero temía a que exterminaran a todos sus vecinos. Preguntó a los midianitas cuál era el secreto de Moshé, él había residido varios años allí y por lo tanto dedujo que ellos lo sabrían. Le respondieron que su fuerza y la de sus seguidores residía en sus bocas: cuando ellos claman a Hashem, Él cumple con todo lo que ellos le solicitan. Entonces decidió contratar a Bilám, un famoso hechicero, cuyo poder del habla equiparaba a aquél de Moshé. Reyes de lejos y cerca le pagaban cuantiosas cantidades para que pronunciara maldiciones en contra de sus enemigos o para que pidiera que tuvieran éxito en sus empresas.

 

Balak llevó a Bilám a una colina desde donde se podía ver parte del campamento israelita. Decidió entonces encontrar una falta en los antepasados: Dos personas querían talar un gran árbol. El más torpe de ellos comenzó a cortar hoja por hoja, y después de varias horas de afanoso trabajo el árbol seguía tan firme como antes. El otro razonó: si escarbamos alrededor del árbol y encontramos sus raíces y las cortamos, las ramas y el tronco caerán por si solas.[1] Reza el versículo: “Pues desde el principio como rocas lo veo”.[2] Bilám el malvado pensó: “antes de maldecir a cada Tribu por separado, atacaré sus raíces y así dañaré al pueblo entero, él observó su principio y el inicio de sus raíces y los vio fuertes y poderosos como rocas y colinas, gracias al mérito de sus ancestros.

 

He aquí que viene, brincando por las montañas, saltando por las colinas:[3] El versículo alude a nuestros patriarcas y matriarcas, quienes dieron origen al pueblo de Israel, las rocas aluden a Abraham, Yitzjak y Yaacob; que fueron tan grandes como las montañas y las matriarcas, Sará, Rivká, Rajel y Lea, se asemejan a las colinas,[4] ellos fueron el fundamento espiritual del mundo. Bilám concentró sus malévolos pensamientos sobre los antepasados, mientras formulaba una maldición en su corazón, Hashem torció su lengua forzándolo a pronunciar lo opuesto de lo que estaba pensando, porque los orígenes de los judíos son puros. Continúa el versículo: he aquí una nación que residirá solitaria y entre los pueblos no será contada.[5] Este es el legado de nuestros antepasados,[6] dado que ellos buscaron y encontraron la santidad, y a pesar de que Israel debe vivir diseminado por todo el mundo, donde existen culturas y tradiciones diferentes, guarda celosamente su origen único y rehúsa a aceptar sus costumbres: viste, come, habla, escribe y vive diferente de los demás pueblos que habitan en la tierra. [7]

 

¿Cuántas veces en la historia hemos presenciado judíos que quisieron “modernizarse” y que pensaban que finalmente somos todos los seres humanos iguales y que por ende debemos vivir todos bajo las mismas costumbres? ¿Dónde han terminado aquellos iluministas que dijeron: “Sé judío en tu casa, y un ser humano al salir…? ¡El ser diferente provocará solamente odio y celos…!” ¿Acaso no fueron esos ataques de libertinaje con criterios y definiciones erróneas lo que trajo la desgracia, los pogroms, la inquisición y la Shoá? ¡La historia lo demuestra! Nuestros padres nos mostraron el camino y mientras andemos por el mismo sendero, seremos benditos y nada ni nadie nos podrá dañar; Am Israel es eterno porque Hashem está con él, lo único que se requiere es que no rompamos la cadena milenaria que nos une hasta nuestros patriarcas, la única manera de hacerlo es estudiando y siguiendo al pie de la letra el manual que nos legaron; cumpliendo con lo que está escrito en la Torá y no rompiendo con nuestras sagradas tradiciones.

 

Un hombre quitaba unas piedras que le estorbaban, en lugar de acumularlas en un rincón de su campo, o utilizarlas para construir con ellas un cerco, las tiraba en el lugar donde le resultaba más cómodo: en medio del camino donde pasaba la gente, esto provocaba molestia a todos los transeúntes.

 

Pasó por allí un Jasid, y cuando vio las piedras en medio del camino, se afligió mucho y le preguntó al dueño del campo: ¿Acaso no te das cuenta que estás tirando piedras de un lugar que no es tuyo a un lugar que es tuyo?". El campesino lo mira de arriba abajo y responde: ¡Tú eres el que no se da cuenta de lo que pasa! ¡Es al revés...! ¡De mi lugar yo estoy sacando piedras! ¡Y las estoy arrojando a un lugar que no es mío...!". El Jasid encogió sus hombros y siguió su camino. El hombre reanudó su tarea y siguió arrojando las piedras en la vía pública. Pasó un tiempo y el campesino perdió todos sus bienes; entre ellos sus campos, su necesidad de comer lo agobiaba hasta que se vio obligado a trabajar de empleado. Una vez, regresando de su trabajo, sus pensamientos lo llevaron a recordar aquellos tiempos en los que era un poderoso hacendado, y como no se dio cuenta por dónde caminaba, tropezó con unas piedras que estaban en el camino, y se cayó al suelo. A duras penas pudo levantarse, mientras se quejaba de dolor. Observó a su alrededor, y reconoció el lugar: Estaba al lado del campo que tiempo atrás era suyo. Y a las piedras del piso también las identificó: ¡Él mismo las había tirado con sus propias manos, cuando estaba limpiando su campo…!".[8]

 

“Pues desde el principio como rocas lo veo”. Hashem cambió las palabras de Bilám para transmitir una enseñanza vital para el Am Israel: Cuando entendamos de que no sirve de nada “tirar por la barda” nuestra identidad e idiosincrasia, al hacerlo no solamente estaremos causando un perjuicio a nosotros mismos, estamos poniendo en peligro el futuro de nuestra estirpe. El Pueblo de Israel fue elegido solamente para cumplir su misión: Te pondré por luz de las naciones.[9] no podremos cumplir con esta obligación mientras aspiremos a ser un pobre espejo de otros pueblos, copiando sus culturas y costumbres o abandonando el maravilloso tesoro que recibimos en el Monte Sinaí, el cual enriquecieron nuestros Sabios a lo largo de las generaciones con sus consejos y enseñanzas, todas ellas basadas en la Ley de la Torá. Con el fin de sobrevivir como una nación santa, debemos perseverar y seguir el ejemplo de las montañas y las colinas (nuestros patriarcas y matriarcas) y continuar con su legado, cuando aprendamos a vivir como una nación que residirá solitaria, ahí recaerán sobre nosotros todas las bendiciones, viviremos tranquilos y poseeremos el mérito de ser un eslabón más de la cadena milenaria del Am Israel, hasta la llegada del Mashiaj... ”. ©Musarito semanal

 

 

 

“Pues quién como Tu nación, como Israel, un pueblo único”.[10]

 

 

 

[1] Jinuj

 

[2] Bemidbar 20:9

 

[3] Shir HaShirim 2:8

 

[4] Rosh Hashaná 11a, ver Rashí y el Gaón de Vilna

 

[5] Bemidbar 23:9

 

[6] Sifté Jajamim

 

[7] Yalkut Shimoní

 

[8] Babá Kamá 50b

 

[9] Yeshayá 49:6

 

[10] Shemuel II, 7:23

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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