Felicidad verdadera

 

 

“Lo tengo todo…” (33:11).

 

 

 

La porción semanal nos relata el retorno de Yaacob hacia Éretz Israel y los preparativos que hizo ante el inminente y peligroso encuentro con su hermano Esav, que lo odiaba y le guardaba rencor porque argumentaba que le había “robado” las bendiciones de su padre. Después del peligroso encuentro de los dos hermanos, la Torá nos relata lo que expresó cada uno de ellos en el diálogo, manifestando sus expectativas de vida. Yaacob declaró: Lo tengo todo…., mientras que Esav dijo: …tengo bastante.

 

Yaacob expuso una clave característica en el Judaísmo; él quiso dejar grabado en nuestros corazones el sentimiento de: “Lo que tengo, es todo”. Una persona que piensa así se considera siempre rica. De aquí aprende ben Zomá, que dijo: “¿Quién es rico? Quien aprecia lo que tiene”.[1]

 

Hay una esencial diferencia entre lo que dice Esav: …tengo bastante, con lo que expresa Yaacob: Lo tengo todo… Yaacob estaba satisfecho con lo que poseía; no andaba angustiado ni buscaba más. En cambio, Esav dijo: bastante; esto implica: “mucho, pero no lo suficiente”. Por esto, cuando Yaacob le insistió un poco, Esav aceptó sus regalos. En tanto Yaacob, como toda persona discreta y feliz, sentía que Hashem lo había colmado con todo y, por tanto, no le faltaba nada.

 

No es rico quien tiene mucho, sino el que no necesita más para ser feliz. Si basamos nuestra vida en lo que no poseemos, siempre vamos a ser personas con carencias; si la basamos en nuestras posibilidades y potenciales, seremos personas plenas, realizadas, capaces de ser y dar a los demás.

 

Cierta vez, un hombre condenado a muerte debido a una falsa acusación había logrado escapar. Se escondió en una de las bodegas que se encontraban cerca del puerto, con la esperanza de poder abordar un barco y escapar del país. Encontró la oportunidad de acercarse a uno de los capitanes de un enorme navío que se había detenido para cargar combustible. Le relató lo sucedido con sinceridad, rogando que sus palabras resultaran veraces ante el comandante para que le otorgara asilo dentro del barco. El capitán se apiadó del condenado y lo escondió dentro del cuarto de máquinas, advirtiéndole que si solamente sacaba la cabeza del cuarto, ¡lo echaría por la borda!

 

Entre los pasajeros del barco se encontraba un hombre muy rico. Había pagado miles de dólares por una enorme suite con un balcón, desde donde podía disfrutar la vista al mar. Tenía sirvientes que lo atendían y cumplían hasta el más mínimo deseo que solicitara. Varios pisos abajo se encontraba el refugiado, dentro de una habitación fría, oscura y atestada de hollín. El ruido de las máquinas era insoportable. Los pocos alimentos que logró subir con él eran lo único que podía comer; el capitán le había advertido que no podía salir ni siquiera para respirar aire fresco…

 

Querido lector: ¿quién crees que está viajando más feliz? ¿El hombre del balcón o el de la bodega?

 

Aparentemente, el hombre que viaja en primera clase. ¡El tipo está dándose vida de rey! Sin embargo, si pudiéramos entrar a su camarote sin que nos viera, comprobaríamos que no se encuentra tan contento; está a la expectativa de que no le falte nada. Exige hasta el detalle más insignificante. A fin de cuentas, pagó espléndidamente por su camarote y esto le da derecho a exigir lo mejor…

 

Si nos asomamos al cuarto donde se encuentra el prófugo, ciertamente lo veríamos más feliz, porque él, en ese pequeño y sucio cuarto, ¡está salvando su vida! Sabe que, aun cuando está hambriento, sucio y cansado, pronto estará fuera del alcance de sus perseguidores; ¡será un hombre libre! Y esto hace que ni siquiera se acuerde de las incomodidades que está sufriendo…

 

Dos personas que viven en una misma ciudad al mismo tiempo, pueden vivir, sin embargo, en mundos totalmente distintos, pese a tener ambos la capacidad de observar el universo bajo la misma óptica. El mundo de uno de ellos es hermoso y está lleno de oportunidades para el crecimiento, en tanto que el del otro no lo es. Ambas son personas sanas y tienen cubiertas sus necesidades básicas, pero sus perspectivas en cuanto a los sucesos diarios son completamente distintas. En definitiva, la decisión de si una persona será feliz o estará triste a lo largo de su existencia, dependerá de sus actitudes frente a la vida. Dado que tenemos la posibilidad de ejercer un considerable grado de control sobre nuestras conductas y pensamientos, tendremos la opción de elegir convertirnos en personas felices o tristes.[2]

 

Hashem es el único apoyo que necesita el hombre virtuoso para sostenerse.[3] El bitajón (la confianza en el Todopoderoso) tranquiliza a una persona ante los miedos y las preocupaciones que surgen en la mente de las personas. Aquel que vive con bitajón tiene el conocimiento de que no existen accidentes y sabe que todo lo que le sucede tiene un propósito. Por tanto, todo hombre que haya asimilado el concepto de la confianza en Hashem quedará liberado en forma absoluta de las preocupaciones acerca de los asuntos materiales.[4]

 

A una persona que había dormido sola en medio de un oscuro bosque le preguntaron: “¿No tuviste miedo de los animales salvajes? ¿Cómo pudiste dormir en un lugar tan inhóspito?”. El respondió: Lo único que me daría miedo es que el Todopoderoso me viera atemorizado de algo que no fuera Él mismo.[5]

 

El Jafetz Jaim expresó lo siguiente: “La gente se preocupa por no contar con medios suficientes para vivir. Deberían en cambio inquietarse por no estar preparados para morir”. ¿Quién se ha llevado al otro mundo sus pertenencias materiales? ¡Esta es la fuente de la tristeza! Cuando sentimos que todo nos pertenece, que lo que poseemos es obligadamente nuestro, cualquier carencia nos provoca frustración, enojo y hasta hastío de lo que sí poseemos. En cambio, el que está consciente de que a este mundo sólo se viene de paso, que lo que tiene es un regalo del Creador, que son solamente los recursos que requiere para el cruce hacía el Mundo Eterno, el único problema que afrenta es no saber agradecer adecuadamente a su Dador, máxime si tomamos en cuenta que Él no tiene ninguna obligación de darnos nada; todo lo que recibimos es por su Piedad y Misericordia.

 

Tener presente la Presencia y Providencia de Quien tiene, puede y da lo mejor a sus criaturas, es la dicha y la tranquilidad más grande a la que puede aspirar el ser humano; va a estar satisfecho con lo que tiene, disfrutará cada uno y uno de los regalos que recibe cada día, y agradecerá en todo momento…©Musarito semanal

 

 

“La felicidad es algo que no depende de la posición, sino de la disposición.”

 

 

 

 

 

 

 

[1] Pirké Abot 4:1.

 

[2] Las puertas de la felicidad, pág. 217; Rab Zelig Pliskin.

 

[3] Rab Hirsh: Comentario al Tehilim  37:17.

 

[4] Introducción Orjot Tzadikim, cap. 10.

 

[5] Jobot Halebabot 10:6.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

.

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.