El deber de los abuelos

 

“Llamó Moshé a Aharón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel” (9:1).

 

 

Moshé llamó a Aharón y a sus hijos para que asumieran sus puestos como Cohanim. Llamó también a los ancianos, que eran los miembros del Sanhedrín. Los convocó para que fueran testigos de que Aharón y sus hijos habían obtenido la facultad de servir en el Mishkán, porque Hashem así lo había designado y no por decisión propia de Moshé. Siempre que se convocaba al pueblo, los ancianos estaban presentes. Cabe destacar que más que hombres de edad, eran personas sabias y con vasta experiencia.

 

No se llama anciano sino a aquel que adquirió sabiduría.[i]

 

¿Cuáles son las funciones de la gente mayor, de acuerdo con el punto de vista de la Torá? ¿Educadores? ¿Consejeros? ¿Dirigentes? Pregunta a tu padre y él te relatará a ti; y a tus ancianos, y ellos te contarán a ti.[ii]

 

Es mediante las experiencias de nuestros padres que podemos llegar a conocernos mejor… y también a los caminos de Hashem. En los ancianos reside la sabiduría.[iii] En ellos podemos encontrar respuestas y consejos veraces y precisos, debido a que ellos cuentan con la experiencia y la sabiduría adquiridas durante los años que llevan de existencia. Esta experiencia los convierte en los más aptos para conducir, educar y aconsejar a los más jóvenes, con astucia, inteligencia y tranquilidad mental.

 

Cierto día se presentaron unos preocupados padres ante un afamado rabino buscando una solución ante la incontrolable rebeldía de su hijo. El rabino pidió una entrevista en privado con el joven y comenzó a indagar acerca de la forma en que los padres dirigían su hogar. Descubrió que eran dueños de un negocio al cual dedicaban la mayor parte del día. Se sentían muy judíos; participaban ocasionalmente de un Kabalat Shabbat, comían matzot en Pésaj, enviaban de cuando en cuando a sus hijos al Bet HaKenéset, les hicieron su bat y bar mitzvá, respectivamente; ayudaban a algunas instituciones de beneficencia, etc. Sin embargo, su nivel de observancia judía en las cuestiones prácticas no alcanzaba el nivel mínimo deseado.

 

Cuando conversó con el muchacho, se percató de que conservaba cierto interés en la observancia del Judaísmo. Cuestionó al joven acerca del origen de su interés y él respondió: “Eso se lo debo a mi zeide (abuelo)”. Él se había preocupado por transmitirle el amor por el Judaísmo, el mismo que los padres no supieron darle. El rabino trabajó con el joven hasta que progresó, y si bien el abuelo ya se encontraba en un mundo mejor, su esfuerzo y su dedicación por comunicar la enseñanza judía auténtica a su nieto, lograron sacarlo del problema.[iv]

 

La responsabilidad de educar recae primariamente sobre los padres. Pregunta a tu padre y él te relatará a ti…[v] Sin embargo, también está escrito: Del mismo modo que es obligatorio enseñar al hijo, es una mitzvá enseñar al hijo del hijo.[vi] El versículo mencionado: Pregunta a tu padre…, nos muestra el papel del padre y del abuelo. Respecto al padre dice en hebreo: “Veiaguedeja”, que tiene una connotación de firmeza, mientras que sobre el abuelo dice: “Veyomerú”, “y ellos te contarán a ti”, que sugiere una contestación suave.

 

Los abuelos no deben desperdiciar su conocimiento y su experiencia de vida, sino aprovechar la cercanía que tienen con sus nietos para transmitirles aquello que sus padres no pueden o saben darles.

 

Rabí Itzjak Meír Alter, el Rebe de Gur, demostró su fortaleza moral aquel Shabat. Permaneció sereno. Acababa de fallecer su último hijo, Rabí Abraham Mordejai, pero no derramó ni una sola lágrima ni dejó escapar ningún suspiro. Sin embargo, en cuanto terminó Shabat, estalló en lágrimas que no veían fin. Durante el entierro lloró constante y amargamente.

 

Un jasid se acercó al Rab y le preguntó: “¿Por qué llora ahora?”. El Rebe le respondió: “No estoy llorando por mi hijo, sino porque he perdido la mitzvá de ‘veshinantam’ (‘y las enseñarás a tus hijos’). Al fallecer mi último hijo, ya no puedo cumplir con la mitzvá de enseñar Torá a mis hijos. Es por eso que siento amargura”.

 

El jasid le dijo para consolarlo: “Pero el Rebe aún tiene un nieto, Leibele”. Este hijo de Rabí Mordejai se convertiría en el Sefat Emet y el siguiente Rebe de Gur. Estas palabras ayudaron al Rebe. Calmó sus sollozos, enjugó sus lágrimas y se sintió reconfortado.[vii]

 

La continuidad de Am Israel depende únicamente de que aceptemos escuchar a nuestros mayores, considerándolos como verdaderos conductores. Ellos son el símbolo, el eslabón que nos une con las generaciones anteriores. Ellos también se guiaron con las huellas de sus mayores. Aprovechemos el aprendizaje que ellos adquirieron durante sus años de vida. Sus recuerdos del pasado, su amor y conocimiento del Judaísmo deben mantener vigencia y actualidad, por medio de nosotros y de las generaciones por venir.

 

Cada viernes, Rabí Yehoshúa repasaba con su nieto todo lo que el niño había aprendido aquella semana. Pero un viernes olvidó hacerlo y se fue directamente al baño público, a fin de prepararse para Shabat. Mientras se encontraba allí, se dio cuenta de su olvido. Aunque aún no se había bañado, se vistió y se apresuró a su casa para estudiar con su nieto.

 

Rabí Jiyá, que era su alumno, lo vio y preguntó: “¿No es cierto que el Rab nos enseñó cierta vez que si alguien entra al baño público y ya se ha desvestido, pero de repente se acuerda que no ha rezado, no tiene que vestirse para rezar antes de bañarse? ¿Por qué, pues, volvió usted a vestirse para ir a estudiar con su nieto sin haberse bañado primero?”. El Rab respondió: “Cierto es. Pero escuchar la Perashá de boca de mi nieto es como escucharla directamente del Sinaí, como está dicho: Y harás conocer a tus hijos y a los hijos de tus hijos el día en que estuviste ante el Eterno tu Dios en Joreb”.[viii] ©Musarito semanal

 

 

 

“Rabí Yosé bar Yehudá dijo: ‘Quien aprende de los jóvenes se asemeja al que come uvas verdes y toma vino sin añejar. Quien aprende de los viejos se asemeja al que come uvas maduras y toma vino añejo’.”[ix]

 

 

 

 

 

 

[i] Kidushín 32b.

 

[ii] Debarim 32:7.

 

[iii] Iyob 12.

 

[iv] Rab Daniel Oppenheimer.

 

[v] Ídem.

 

[vi] Ídem 4:9.

 

[vii] Relatos de Tzadikim, tomo 5, pág. 28, G. Ma Tov.

 

[viii] Yerushalmí, Shabat 1b.

 

[ix] Pirké Abot 4:20.

 

 

 

 

 

 

 

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