Shemitá, prueba de la confianza en hashem

 

“descansará la tierra un descanso sabático”. 25:1

 

 

El primer tema que encontramos en la Perashá es todo lo relacionado al año séptimo, entre ellos la Mitzvá de reposo de la tierra durante el año de Shemitá y los preceptos relacionados con el año año del jubiléo (Yobel) que se celebraba cada cincuenta años, después de siete Shemitot.

 

La Torá nos ordena que cada siete años debemos dejar descansar la tierra. No debemos sembrar, ni comercializar los frutos que crecieron en ese año, deben quedar a disposición de quien los necesite. Este mandamiento guarda una estrecha relación con las demás Mitzvot que fueron entregadas en el Monte Sinaí. Allí en ese monte, la majestuosidad y el poder de Hashem se manifestó tan claramente, que no quedó duda de que la Providencia Divina es la que controla todo en el universo, incluyendo el éxito material humano.

 

La enseñanza de dejar descansar la tierra en el séptimo año es implantar en el corazón del judío la idea de que Hashem, dirige y supervisa hasta el más mínimo detalle de este mundo, Él es la fuerza principal del universo y "la naturaleza" es solamente una ilusión.  Y así como Él hace que no haya pérdida por no trabajar en Shabat, de la misma forma Él asegura que nada va a ser perdido por cesar de trabajar la tierra todo un año.

 

Por ello, al dejar su campo sin arar y sin resguardo durante un año, el judío demuestra que el mundo no es sino una antesala que conduce al Mundo Venidero, que la vida realmente comienza cuando el hombre deja de esforzarse por acumular riquezas materiales, y se dedica de cuerpo y alma al crecimiento espiritual. Y debido a que el mundo en el que vivimos, y nuestro cuerpo son materiales, se nos permitió sembrar y cosechar durante seis años, de la misma forma que trabaja durante seis días a la semana y descansa el Shabat. Este reconocimiento impregna de santidad y propósito sagrado la ganancia de los años y los días laborables.[1]

 

 Todo aquel que tenga algún nexo con la actividad empresarial, sabe que cada día cuenta y cuesta, y cabe preguntarse cómo se va a compensar el tiempo “perdido” en Shemitá. Es aquí donde se pone a prueba la seguridad que tiene la persona en que Hashem cubrirá todas sus necesidades y que nada depende de la persona… Bendito el hombre que confía en Hashem, y será Él su confianza.[2]

 

Ocurrió con el Maharal de Praga (famoso por la creación del Gólem) que en su juventud se comprometió con una joven virtuosa y temerosa de Hashem, llamada Perl hija de don Shemuel ben Yaacob, hombre adinerado y relacionado con los círculos del poder. Este hombre le prometió al Maharal asumir no sólo los gastos del casamiento, sino también su manutención en forma holgada. Sin embargo, tras un corto tiempo este hombre adinerado sufrió un gran traspié económico y perdió su fortuna, por lo que se vio en la necesidad de escribirle al Maharal para comunicarle que ya no estaba en condiciones de cumplir con su promesa, por lo que lo relegaba de su compromiso y lo ponía en libertad de escoger otra joven (en aquella época sin la ayuda de los suegros o padres era sumamente difícil construir un hogar judío).

 

Entonces el novio respondió que él tenía absoluta confianza en Hashem y que para el día de la boda todo llegaría a solucionarse. Y si el suegro entendía que debía buscar otro candidato, y así lo aceptaba la muchacha ya vería que hacer. De todas formas, el Maharal continuó con sus estudios, con la santidad y el vigor que lo caracterizaban. La joven, era dueña de una fe inquebrantable, además sabía que su prometido era un Talmid Jajam muy grande. Al ver la difícil situación que se estaba viviendo en la casa, comenzó a elaborar productos de panadería y comercializarlos en una pequeña tienda. Estaban pasando por una época de guerra entre los países.

 

Ocurrió, que un soldado llegó hasta el local de la joven galopando en su caballo, un soldado que clavó con su lanza uno de los panes y se dispuso a alejarse sin pagar el mismo. La muchacha, corrió y le imploró al soldado que no se llevar el pan sin pagarlo, pues ella era una joven pobre que trataba de ganarse el sustento para ayudar a sus padres ancianos que carecían de otro apoyo. El soldado le respondió a la joven que estaba muy hambriento ya que hacía tres días que no comía y que no tenía efectivo para pagarle, aun así no quería llevarse el pan sin abonarlo por lo que le quitó la montura a su caballo y la arrojó al local de la muchacha. Después de un tiempo, la muchacha descoció la montura y pudo comprobar que dentro de ella había una gran cantidad de monedas de oro guardadas, la joven se convirtió en una mujer sumamente rica y entonces contaba con veintiocho años. Entonces el suegro le escribió al novio, haciéndole saber que había llegado el momento ansiado y podían llevar a cabo la boda. El novio viajó al pueblo de la novia y festejaron la boda con gran alegría y esplendor.

 

El justo, por su fe vivirá.[3] La Emuná (fe) en Hashem es la base de toda la Torá. En Shemitá el hombre es sometido a prueba: ¿Tiene o no fe en Hashem? ¿Acaso sólo esta Mitzvá depende de la Emuná? ¡Todas dependen de la convicción en Hashem! como dijo David: Todos tus preceptos son Emuná.[4] La respuesta es que este precepto es diferente a los demás, debido a que la Mitzvá de Shemitá representa una pérdida, ya que quien tiene un campo no lo puede arar ni sembrar durante un año. Quien cumple este precepto, demuestra que tiene Emuná en Hashem y confía en Su promesa; quien no confía en la Providencia Divina, no deja sin trabajar la tierra porque se preocupa de lo que sucederá. Quien posee Emuná puede cumplir todas las demás Mitzvot, ya que si cree en Él escucha todo lo que le ordena, y lo mismo a la inversa, quien no tiene esta convicción, no puede cumplir con las Mitzvot.[5]

 

Por ello es tan severo el castigo a quien no cumple con la Shemitá. Dijeron los Jajamim: Observen cuán grave es cualquier falta sobre la Shemitá, si un hombre compra y vende frutos de Shemitá, terminará vendiendo sus posesiones. Si no se percata, venderá sus campos, hasta que venda su casa y a su hija, y por sus carencias pedirá prestado con intereses, hasta que se venda a sí mismo a la idolatría. Todo, porque quien transgrede la Shemitá reniega de Hashem, y finalmente hará idolatría, pues esta Mitzvá es la esencia de la Torá y es equiparable a los tres pecados más graves, por los que uno debe dejarse matar. Por ello la Torá menciona el Sinai en la Mitzvá de Shemitá, ya que es la base de la Torá.[6]

 

Es sabido, que el sustento de cada uno de nosotros está establecido desde el Rosh Hashaná hasta el próximo Rosh Hashaná,[7] y ningún esfuerzo de nuestra parte (trabajar más horas, cambiar de trabajo) puede contribuir para aumentar la suma decretada.

 

Sin embargo, corremos de un lado a otro buscando la forma de ganar más y más, cuando nuestra obligación es solamente hacer un pequeño esfuerzo, esto con la exclusiva finalidad de esconder el milagro para no mostrar a todo el mundo, que sin lugar a dudas, que Él se encarga del sustento de cada creatura, y no sólo de nosotros, desde el piojo más pequeño hasta el más grande de los animales... Todo para que podamos elegir, elegir entre el bien y el mal. Hashem nos pide dar el primer paso y Él se encargará del resto... Pero nos olvidamos de este concepto, y pensamos que todo está en nuestras manos, en nuestra inteligencia, en nuestra fuerza..., un minuto más, un cliente más, una nueva transacción más, y mientras hacemos todo esto, nos olvidamos de la familia, de la Torá que debemos estudiar y principalmente de reconocer y agradecer al Creador por todo lo que nos da... ©Musarito semanal

 

 

 

 

 

 

“La recompensa por tener confianza en Hashem es que se le conceda del Cielo a la persona capacidad para tener más confianza en Hashem”.[8]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Sfat Emet

 

[2] Irmeyahu 17:7

 

[3] Jabakuk 2:4

 

[4] Tehilim 119:86

 

[5] Macot 24a

 

[6] Kidushin 20a

 

[7] Betzá 16a

 

[8] Rab Itzjak Zeeb Soloveitchik

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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