¡Escapa al refugio!

 

 

 

“Tres ciudades deberás separar para ti… Y debes preparar el camino que conduce hacia ellas” (19:3-4).

 

 

Los versículos de referencia nos hablan sobre las ciudades de refugio. Estas servían para proteger a los autores de homicidios accidentales e involuntarios de la venganza de los familiares de la víctima. Allí debían permanecer recluidos hasta el fallecimiento del Cohén Gadol. En estas ciudades habitaban los Leviím, quienes se encargaban de readaptar a estos hombres a la sociedad.

 

Escapar a alguna de las ciudades aseguraba, de cierta manera, que el vengador no pudiera quitar la vida al homicida. De esto podemos sacar una gran enseñanza: hoy no se aplica la ley del asesino accidental, ni tampoco tenemos ciudades de refugio. Lo que sí tenemos es un lugar donde podemos guarecernos del ángel que quiere destruirnos. ¿De quién estamos hablando? Del yétzer hará. Una persona que se refugia en el Bet HaMidrash “vivirá”, ya que allí el instinto del mal no puede afectarla; así tiene más posibilidades de ser un tzadik. La persona que consigue este título se considera vivo, como dice el Talmud: “A los malvados, aunque estén en vida se les considera muertos, y a los justos, también después de la muerte se les sigue llamando ‘vivos’”.

 

Esto también nos ayuda a comprender por qué en el Libro de Debarim, en medio del relato de la entrega de la Torá, Moshé interrumpe para hablar de las ciudades de refugio. Quiso enseñarnos que desde el momento en que recibimos la Torá, recibimos la oportunidad de protegernos del mal instinto. ¿Cómo? En el refugio que brinda el Bet HaMidrash, ya que allí el yétzer hará tiene prohibido entrar (desafortunadamente hay quienes lo meten “de contrabando”). Así como al vengador se le prohibía ingresar a las ciudades de refugio, y así como en el Monte Sinaí durante Matán Torá quedamos libres del mal instinto, podemos lograrlo HOY. ¡Escapemos al Bet HaMidrash![1]

 

Esta Perashá se lee al iniciar el mes de Elul, tres semanas antes de Rosh HaShaná. Deberás preparar el camino… Los Jajamim interpretan este versículo diciendo: “¡Prepárate a llegar a las ciudades de refugio!”. Hashem dio al pecador involuntario tres oportunidades para rehabilitarse: los Selijot que se recitan hasta Rosh HaShaná; los diez días de teshubá y, por último, el temido y solemne día de Yom Kipur.

 

Estamos terminando el mes de Ab; el signo zodiacal que corresponde a este mes es el león. Las letras de la palabra “ab” forman el acrónimo de la expresión “Elul bá” (“Elul se acerca”). El león ruge, advirtiendo: “¡El temible día del juicio se acerca!”. Hashem eligió al león como símbolo del mes para que su rugido nos despierte, nos sacuda del letargo mental en que nos encontramos, y así recapacitemos sobre nuestros actos.

 

El mes de Elul es un regalo de Hashem. Este mes simboliza el amor entre Hashem y su pueblo, como está escrito en Shir Hashirim: Aní leDodí veDodí lí, “Yo hacia mi Amado y mi Amado hacia mí”, (en hebreo, las letras forman el acrónimo de Elul). Este mes es apto para purificar el cuerpo y el alma, para hacer teshubá (retorno), como dice el versículo: Busquen a Hashem cuando se encuentra, llámenlo cuando está cerca.[2] Explican los Jajamim que el versículo se refiere a los días de Elul, periodo durante el cual la Presencia Divina se acerca hacia nosotros, para facilitarnos el retorno a Él.[3] ¡Aprovechemos la oportunidad!

 

La Torá nos dice que la mitzvá de la teshubá es tan valiosa que habría que hacer cualquier cosa con tal de alcanzarla: Porque la mitzvá ésta que Yo te encomiendo hoy no es extraordinaria de ti ni está alejada de ti. No está en el Cielo, para que digas: “¿Quién subirá por nosotros al Cielo para que la tome para nosotros, y la escuchemos y la hagamos?”. Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: “¿Quién cruzará para nosotros el mar y la tomará para nosotros, y la escuchemos y la hagamos?”, sino que está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para hacerla.[4] Para hacer teshubá, no necesitamos cruzar el mar ni escalar altas montañas. Lo único que tenemos que hacer es abrir un pequeño orificio en nuestro corazón para que las palabras de Hashem penetren en él.

 

Abran una grieta como el orificio de una aguja, y Yo les abriré como el portón de una sala, por el cual podrán pasar grandes carrozas por él.[5] Una madre que en la madrugada es despertada por el llanto de su bebé, se levanta, va adormilada hacia la cocina, prepara un biberón y lo acerca a la boca de su bebé. El pequeño continúa llorando con más intensidad y la madre se pregunta: “¿Por qué no te la tomas? Sé que estás hambriento. Anda, toma tu leche”. El bebé llora y llora. ¿Qué está sucediendo aquí? La mamá quiere darle la leche y el niño quiere tomarla. Entonces, ¿qué falta? Un pequeñísimo detalle: al chupón le falta el agujero… un orificio tan pequeño como el grueso de una aguja… Lo mismo pasa con nosotros: nuestra alma está sedienta de la cercanía del Creador. Él también quiere estar con nosotros; sólo necesitamos abrir un pequeño orificio en nuestro corazón.

 

¿Por qué esperar hasta que llegue Rosh HaShaná para hacer teshubá? ¡Debemos hacerlo ahora mismo! ¿Para qué esperar?

 

  En el siglo XVI, un inocente judío fue enviado a la prisión de un señor feudal, quien le dictó una sentencia. Por algún motivo, este tirano decidió demostrar al judío un mínimo de misericordia. Le dijo: “Mira, judío: serás mi prisionero por toda tu vida. No hay nada que pueda cambiar eso. Pero te haré un obsequio: te regalaré un día al año, sólo uno, de libertad. Durante ese día podrás regresar con tu familia y tu comunidad. Podrás practicar tu religión, hacer lo que desees. No me interesa qué día elijas. Pero recuerda: tendrás sólo un día. Tú decides cuál será”. El yehudí estaba en un dilema. ¿Qué día debía elegir? ¿Rosh HaShaná, para escuchar los sonidos del shofar? ¿Yom Kipur, el día más santo de todo el año? ¿Pésaj, para celebrar el Séder? ¿Su aniversario de casamiento? Este prisionero judío no lograba aclarar su mente, por lo cual decidió escribir una carta a uno de los sabios rabínicos de esa época, el Ridbaz (Rab David ben Abí Zimrá) para pedir su consejo. El Ridbaz le respondió en una misiva que el día que debía elegir era el primero posible para salir. “¡Cuando quiera que sea, pero ya! ¡No esperes! ¡No importa que sea Shabat, lunes, miércoles! ¡Lo más rápido que puedas, sal y aprovéchalo…!”.

 

Quien no aprovecha los momentos en que la teshubá es fácil, como ya se mencionó, se asemeja a aquella banda de delincuentes que fueron atrapados y encarcelados por el rey, pero que lograron cavar un túnel y escapar. Uno de ellos permaneció en la prisión. Cuando se presentó el encargado de la cárcel y vio la vía de escape, y al prisionero que no huyó, le propinó una fuerte golpiza y le recriminó: “¡Tonto! ¡El túnel se halla delante de ti! ¿Cómo no te apresuraste a escapar?”.[6] “¡Abre tu boca y alcanzarás tu objetivo!”, nos pide Hashem. “Si sólo haces eso, algo tan sencillo, recibirás mi ayuda hasta ver la Verdad.”

 

Porque ésta es toda la tarea de la persona: empezar. El resto corre por cuenta de Hashem. Así es la teshubá. No debe pensar la persona que la teshubá es difícil e inalcanzable. Obviamente no nos referimos a sacar palabras sin sentido de la boca, sino dirigirse a Hashem desde lo más profundo de nuestro corazón, como está escrito en el pasuk. Por eso, debemos abrir nuestras bocas y el corazón para pedir a Hashem que nos ayude. Si así lo hacemos, llegaremos al más grande objetivo de la persona: la teshubá.©Musarito semanal

 

 “De humanos es equivocarse, pero de necios es permanecer en el error.”

 

 

 

 

 

 

[1] Rabbí David Hananiá Pinto.

 

[2] Yeshayahu 54:6.

 

[3] Rosh HaShaná 18a.

 

[4] Debarim 32:14.

 

[5] Shir HaShirim Rabá 5:3.

 

[6] Kohélet Rabá 7-32.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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