Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

A ciertas personas les resulta imposible retener su opinión, y están siempre ansiosas por relatarle a otros todo lo que han visto o escuchado de los demás, esto muestra que carecen de paz interior. Otros, no pueden parar de hablar, y lo hacen sólo para atenuar su ruido interior. Existe otro grupo de personas que saben que el habla es la vestimenta del pensamiento. Ellos ejercen el dominio de sus palabras, son hombres prudentes que suelen tener el control de sus deseos. El silencio muestra la paz interior de quien lo profesa: El silencio es el mejor de los sonidos.[1]

 

En la época del Mishkán y del Beth HaMikdash, todo calumniador recibía el castigo de que su cuerpo se llenaba de una especie de llagas y se le señalaba como Metzorá,[2] una enfermedad corporal que llegaba como retribución Divina al maledicente, aquel que cometía el delito de allanar la privacidad de otras personas. Semejante antipatía, mostraba crueldad ante las necesidades y el sufrimiento del prójimo, la mayoría de las veces causando el distanciamiento entre las personas. En consecuencia, debía aislarse de la sociedad, para que pueda sentir en carne propia el dolor que causó. Después de arrepentirse, debía someterse a un proceso de purificación. Una vez concluido, debía traer al Cohén dos aves Kesherot,[3] una madera de cedro, una cinta de lana carmesí y un atado de hierbas de Ezob (hisopo). Un ave era sacrificada sobre un vaso, y la sangre del sacrificio se vertía sobre el agua que contenía el vaso. El ave que quedaba con vida era sumergida en la mezcla y era liberada. La madera de cedro y la lana carmesí, la cual era teñida con la sangre de un gusano, eran también sumergidas dentro del vaso y con el hisopo se salpicaba al Metzorá.

 

Explican los Sabios, que este procedimiento era para adoctrinar al calumniador: Los pájaros servían para a recordarle al maledicente que obró cual un ave que “pía” sin cesar. La madera de cedro, el más alto de los árboles, simboliza la arrogancia, el motor que incita a la persona a hablar de los demás. La presencia del hisopo (el más bajo de todos los arbustos) y la sangre de un gusano (una de las criaturas más insignificantes que hay en la naturaleza), servían para concientizar al Metzorá de su errada conducta y la urgente necesidad de curarse de su mal, descendiendo de su arrogancia y orgullo propio.

 

El vigésimo quinto portón: la maledicencia.

Shá'ar Lashón Hara', continuación….

 

Si ves una persona que actúa de manera que a tu juicio debería ser incriminada, ¿cómo deberás proceder? Primero, si se trata de alguien temeroso del Cielo, estás obligado a juzgarlo favorablemente, incluso si la acción se inclina más hacia la condena. Segundo, si es un hombre regular, que trata de evitar el pecado aunque ocasionalmente suele tropezar en él, debes otorgarle el beneficio de la duda y juzgarla favorablemente, para que el Eterno actúe igual contigo.[4] Todo esto es un precepto de la Torá, pues establece: Con rectitud juzgarás a tu semejante.[5] Tercero, si la acción se inclina hacia la condena y se trata de una persona cuyas acciones no son meritorias y sabes que no existe temor al Cielo en su corazón, determinarás su accionar en forma negativa.

 

Si alguien divulga algún pecado que cometiste, no digas: así como ha dado a conocer mi pecado, yo también revelaré el de él, pues está escrito: No te vengarás ni guardarás rencor.[6] Ahora bien, si el transgresor no es una persona temerosa del Cielo, como aquellos que se quitan de encima el yugo Celestial y transgreden sin miramientos, es una obligación divulgar su conducta y hacerla conocer entre las personas para que los demás se alejen de su errado accionar, pues así está dicho: Despreciado por los justos es el hombre inicuo,[7] Dice el versículo: El temor al Eterno es odiar el mal.[8] Y sólo de esta forma es permitido avergonzar a otro, o sea con intención de honrar al Eterno. Empero, quien actúa ofensivamente hacia el otro y toda su intención es la de beneficiarse y no lo hace para honrar al Eterno, no puede divulgar los pecados del otro.

 

No obstante, existen casos aislados donde hablar Lashón Hará es considerado un precepto, por ejemplo, en el caso de dos hombres malvados que se confabulan para realizar una mala acción, es permitido provocarlos con chismes para enemistarlos a fin de que se perjudiquen entre ellos, evitando que lo hagan contra la gente buena. Lo mismo se aplica en el caso de un adúltero, que trata de encontrarse con una mujer prohibida para él, es permitido hablar maledicencias para distanciarlos y hacer que no cometan el pecado. Hay situaciones en las que incluso si el transgresor es un hombre malvado no se lo debe humillar en público, si existe la posibilidad que ello lo lleve a renegar totalmente de las pocas buenas costumbres que pueda tener. Es permitido hablar maledicencias sobre los que causan discordia entre las personas, como está dicho: Y yo vendré tras de ti y confirmaré tus palabras.[9]

 

Debido a que numerosas cosas dependen de la lengua, se debe cuidar la misma en gran medida. Y así lo expresó el rey David: Cuida tu lengua del mal.[10] Y comentaron nuestros Sabios: Ocurrió con cierta persona que clamaba en las calles: ¡Quién desee adquirir un elixir de vida, que venga a comprar aquí! Muchos se aglomeraban frente a él y entonces sacaba un libro de Tehilim y les mostraba el versículo que dice: ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Que cuide su lengua de hablar mal. Al notar lo que ocurría, Rabbí Yanay lo invitó a su casa, le dio de comer y beber y le dio dinero. Al ver esto sus alumnos le preguntaron: Rabbí, ¿acaso no conocía el versículo? Y él les respondió: Sí lo conocía, pero no puse énfasis en cuidarme de ello. Leía el versículo sin prestarle la debida atención. Ahora que este hombre me concientizó me cuidaré mucho más.[11]

 

 

Haciendo una introspección

 

 

 

¿Cómo puede uno evitar Lashón Hará? El Ba'al Shem Tob, sugirió una formula tan simple como efectiva: Simplemente no hables de ninguna otra persona por ninguna razón, cualquiera que fuera. Si tu estás con ánimo dispuesto para alabar a alguien, alaba al Creador en cambio. Si tú estás con ánimo dispuesto a ser crítico de alguien, se crítico de ti mismo. Un poco de examen de conciencia debería ayudarte a hallar cosas de ti mismo, las cuales podrían ser corregidas.

 

El mejor consejo… Simplemente nunca hables acerca de nadie más…[12]©Musarito semanal

 

 

 

“Entre las cosas que más atesoro, están las palabras que jamás he pronunciado”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Rab Menájem Mendel de Kotzk.

 

[2] Contracción de Motzí Shem Rá (quien difunde maledicencia). Arajín 15b.

 

[3] Comida que es aptas para cualquier yehudí.

 

[4] Shabat 127b.

 

[5] Vayikrá 19:15

 

[6] Ibíd 19:18.

 

[7] Mishlé 29:27.

 

[8] Ibíd 8:13.

 

[9] Melajim I 1:14.

 

[10] Tehilim 34:14.

 

[11] Vayikrá Rabbá 16:2.

 

[12] Extraído de Viviendo cada día, Pag. 173; Rab Abraham Twersky, Z”L.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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