Perek 4, Mishná 6

 

 

Rabí Yosé dice: Todo aquel que honra a la Torá, él mismo será honrado por las personas. Y todo aquel que deshonra la Torá, él mismo será deshonrado por las personas.

 

Rabí Yosé Ben Jalaftá, a quien generalmente se hace referencia simplemente como Rabí Yosé, perteneció a una distinguida familia que provenía de Babel. Hijo del notable Sabio Jalaftá, de quien obtuvo mucho conocimiento de la Torá; se le cita en varios lugares del Talmud legislando bajo las decisiones de su padre.[1] El Talmud afirma que se encontró un documento de genealogía en Yerushalaim, sobre el cual estaba escrito que la familia descendía de Yonadab ben Rejab, descendiente de Yitró, el suegro de Moshé, cuyos hijos fueron ordenados por el profeta Yirmiyá que siempre serían los líderes espirituales del pueblo judío.[2]

 

Se crio en Tzipori,[3] fue un floreciente colega de algunos de los más grandes Tanaim de su generación: Rabí Meir, Rabí Elazar Ben Shamúa, Rabí Shimón Bar Yojai y Rabí Yehudá Bar Elai. Estos cinco sabios estudiaron juntos con Rabí Akibá, fueron quienes se convirtieron en los líderes y los divulgadores de la Torá Oral. Rabí Akibá, que era el sabio preeminente de la generación, había sufrido una enorme pérdida cuando sus veinticuatro mil estudiantes murieron en una trágica epidemia. El Talmud afirma que como resultado de esta calamidad: el mundo quedó desolado de Torá,[4] Con la pérdida del vínculo de la transmisión de la Torá Oral; la instrucción que Moshé recibió en el Sinai estaba en peligro, sin embargo, en lugar de caer en la desesperación, Rabí Akibá transmitió de nuevo la Torá a sus cinco nuevos estudiantes.

 

Rabí Yosé vivió en la era posterior a la persecución religiosa por parte de los romanos, misma que siguió a la revuelta de Bar Kojbá y la destrucción de Betar. Después de que Rabí Akibá, su mentor, fuera torturado y cruelmente asesinado, recibió Semijá (ordenación Rabinica) de Rabí Yehudá Ben Babá durante las persecuciones de Adriano. En ese entonces los romanos habían prohibido recibir o dar Semijá bajo pena de muerte, los cinco alumnos de Rabí Akibá se encontraron con Rabí Yehudá en un lugar aislado en las montañas, después que recibieron la Semijá, una patrulla romana que rondaba por el sitio los descubrió. Rabí Yehudá instó a los cinco eruditos a huir, mientras que él mismo se quedó atrás para distraer a los oficiales, ellos lo detuvieron, después fue juzgado y finalmente asesinado por los crueles jueces romanos.[5] Afortunadamente los alumnos lograron escapar, se separaron y cada uno buscó refugio en distintas ciudades. Cuando César Adriano murió y los malvados decretos contra los judíos se relajaron un poco, los Sabios se reunieron de nuevo en Úsha y restablecieron los centros de la Torá en Éretz Israel.[6]

 

Cierto día estaban Rabí Yehudá, Rabí Yosé y Rabí Shimón Bar Yojai sentados al lado de Yehudá Ben Guerím. Rabí Yehudá abrió la conversación: "¡Cuán admirables son las obras de los romanos, han establecido mercados, puentes y casas de baños a lo largo de Éretz Israel!". Al escuchar los elogios, Rabí Yosé permaneció en silencio. Rabí Shimón Bar Yojai dijo: "¡Todo lo que establecieron fue solo para satisfacer sus propias necesidades!" Yehudá Ben Guerím repitió esta conversación a sus cercanos, y finalmente la conversación llegó a oídos de los gobernantes. Los romanos decretaron: "Yehudá, quien elevó la naturaleza de los romanos, será elevado. Yosé, quien permaneció en silencio, será exiliado a Tzipori. Y Shimón, que denigró a los romanos tendrá pena de muerte”. Rabí Shimón tuvo que huir y se escondió en una cueva, mientras que Rabí Yosé se encontró confinado en su ciudad natal, donde eventualmente se convirtió en el líder espiritual. En este puesto, instituyó una serie de promulgaciones y estableció una de las Yeshivot más concurridas en Éretz Israel.[7]

 

Cuando los decretos romanos fueron anulados por completo, los Sabios restablecieron el Sanedrín, Rabán Gamliel II fue nombrado el Nasí, y Rabí Yehudá, Rabí Meir y Rabí Natán recibieron posiciones de autoridad.[8] El nombre de Rabí Yosé, no aparece debido a que su sentencia de exilio todavía seguía vigente y, por lo tanto, no pudo salir de Tzipori. Más tarde, sin embargo, se levantó el decreto en su contra y se unió a sus colegas.

 

Rabí Yosé se cita en la Mishná más de trescientas veces, a menudo en disputas Halájicas con Rabí Yehudá o Rabí Meir. El Talmud elogia su sabiduría diciendo: "Él siempre tiene la razón",[9] es decir, siempre ofrece una explicación clara de sus enseñanzas, y su lógica es impecable, por esta razón, la Halajá generalmente se dictamina según su opinión.[10] Rabán Shimón Ben Gamliel lo refiere como B'Ribí, que significa: "el sabio más inteligente y agudo de la época".[11] Uno de los alumnos más destacados de Rabí Yosé fue Rabí Yehudá Hanasí, quien incluyó dentro de la Mishná muchas Halajot (enseñanzas legales). Otro de sus alumnos fue Ísi Ben Yehudá.[12]

 

Fue maestro de Hagadá (enseñanzas éticas, relatos morales), era extraordinariamente sistemático, y por tal motivo es considerado el autor o editor del Séder Olam Rabá, un relato cronológico que se extiende desde la Creación del universo, hasta la época de Adriano. Muchas de sus máximas éticas se pueden encontrar en la Mishná como en el Talmud. Contrario a las polémicas, intentó hallar una forma sistemática para conciliar y decidir entre las debatidas enseñanzas entre la escuela de Hilel y Shamai.

 

Rabí Yosé está asegurando que, por honrar a la Torá, le es concedido el honor. Honrar la Torá significa vivir según las enseñanzas auténticas de la Torá, el primer lugar donde uno debe “sembrar” esta ideología es en su propia casa. Declara el Talmud que Rabí Yosé tenía un gran respeto por su esposa, al grado que cierta vez comentó: "En todos mis días nunca he llamado a mi esposa, 'Mi esposa', sino yo la llamo 'Mi casa'”, refiriendo a que la mujer representa a “la casa judía”, ella es la responsable de engendrar y forjar el futuro del Am Israel, allí se cimentan las bases de las siguientes generaciones. Rabí Yosé miraba a su mujer como el porvenir de la nación, el enlace entre una generación y la siguiente y lo tenía tan presente que “nunca” le llamó mi esposa, sino mi hogar. También declaró: "Sembré las semillas de cinco cedros”, refiriéndose a sus hijos, él vio desde el primer día de matrimonio a la siguiente generación, a aquellos robles, aquellos cinco gigantes espirituales que fueran luz para el pueblo judío. Ellos fueron: Rabí Ishmael, Rabí Elazar, Rabí Jalaftá, Rabí Avtilas, y Rabí Menajem; y todos al final fueron elogiados con el título de: “hijos de Rabí Yosé”.[13]  © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Los Sabios no necesitan lápidas ni monumentos para ser recordados. Sus palabras son sus vivos recuerdos”.[14]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Bejorot 26a: Babá Kamá 70a; Kelim 26:6.

 

[2] Yirmiyá 35:19.

 

[3] Taanit 16b.

 

[4] Yebamót 62b.

 

[5] Sanedrín 14a.

 

[6] Shir HaShirim Rabá 16.

 

[7] Sanedrín 32a.

 

[8] Menajot 104a; Horayot 13b.

 

[9] Gitín 67a.

 

[10] Erubín 46b y 51a.

 

[11] Ver Rashí en Sucá 26a,

 

[12] Nedarim 81a.

 

[13] Shabat 118b.

 

[14] Yerushalmi, Shekalim II,5.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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