Perek 4, Mishná 19

 

 

Shemuel Hakatán dice: De la caída de tu enemigo no te regocijes, y cuando tropiece no se alegre tu corazón, no sea que el Eterno vea y sea malo a Sus ojos y haga volver de Él su ira.

 

Shemuel Hakatán fue un Taná que vivió en Éretz Israel antes de la destrucción del Segundo Bet HaMikdash.

 

El Talmud Yerushami ofrece algunas explicaciones para el inusual sobrenombre de Hakatán, que significa: “el pequeño”. Unos opinan que se refiere a que era “inferior” a Shemuel Hanabí quien su profecía era comparada a la de Moshé y Aharon juntos, pero se le llamaba así porque en realidad tenía suficientes méritos para ser profeta, pero su generación era indigna de recibirla.[1]

 

Otros dicen que recibió este seudónimo porque era proverbialmente humilde, incluso llegó a menospreciarse para cubrir el honor de los demás:[2] Se relata en el Talmud, que cierto día Rabán Gamliel invitó a siete Sabios para convocar un tribunal Rabínico, quienes se reunirían con él en un ático con el propósito de proclamar un mes adicional. Al llegar a la reunión, vio que había ocho Sabios presentes. Pidió que quien estuviera allí sin permiso se retirara del lugar de inmediato. Aunque Shemuel HaKatán sí estaba invitado, se levantó y dijo: "Yo soy el que llegó sin permiso, y no lo hice para participar y ser uno de los que intercalan el año, sino que necesitaba observar para aprender la Halajá práctica”. Rabán Gamliel le dijo: "Siéntate hijo mío, siéntate. Sería conveniente que todos los años fueran intercalados por los presentes, ya que son ustedes verdaderamente dignos. Pero los Sabios dijeron: Los meses del calendario sólo puede ser declarado con jueces específicamente designados para ese propósito, y ¿por qué entonces fue aceptado en la corte? El Talmud señala que, en realidad no fue Shmuel HaKatán quien vino sin ser invitado, sino que fue otra persona. Y debido a la vergüenza del otro, Shmuel HaKatán hizo parecer que él había asistido sin ser invitado, para no desestimar a quien lo había hecho.[3]

 

Otra de las posibles razones del sobrenombre, es porque falleció a una edad prematura. El Talmud relata que en una ocasión estaban reunidos un grupo de Sabios en Yavne, cuando se oyó un eco Celestial que proclamó: "entre ustedes se encuentra un hombre que amerita que repose sobre él la Divina Presencia, pero la generación no es digna de ello"; entonces todos voltearon hacia Shemuel.[4] Poco antes de su muerte, la Divina Presencia, evidentemente, reposó en su mente, pues predijo el terrible destino que le aguardaba a ciertos Sabios y al pueblo en general, como consecuencia de las persecuciones de Adriano. Cuando falleció, la gente colgó sus llaves y su libro de contabilidad en su féretro. Simbolizando que no había dejado ningún hijo quien heredara sus posesiones. Entonces Rabán Gamliel y Rabí Eliezer lloraron por él elogiosamente: "Oh, piadoso y humilde discípulo de Hilel, es justo lamentarse y afligirse por él. Ricos hombres mueren y dejan su riqueza a sus hijos; los reyes mueren y dejan sus coronas a sus hijos. Shemuel HaKatán se llevó con él todos los apetecibles tesoros del mundo y se fue".[5]

 

Shemuel HaKatán es recordado por su gran humildad y preocupación por los demás. Escapó a Yavne después de la caída del Templo, y fue elegido para redactar el texto de una de las bendiciones de la Amidá, dirigida contra los herejes. Sabemos que la oración Shemoné Esré que recitamos tres veces al día, tiene este nombre porque originalmente contenía dieciocho bendiciones, mismas que fueron organizadas por los Hombres de la Gran Asamblea (Anshé Keneset HaGedolá). Sin embargo, con el paso de los años, el orden se había ido olvidando. Un sabio llamado Shimón HaPakulí (el comerciante de algodón) restableció el orden de las dieciocho bendiciones en presencia de Rabán Gamliel I en Yavne, deseando agregar otra bendición que contendría una oración para eliminar a los herejes, quienes estaban aumentando en número e influencia en ese momento, Rabban Gamliel dijo a los Sabios: "¿Hay alguien que sepa cómo formular una bendición contra ellos?" Entonces Shmuel HaKatán se levantó y compuso tal bendición.[6]

 

El autor de la Mishná enseñó que está mal que una persona se alegre en la caída de otro, incluso si esa otra persona es malvada y aun si es su enemiga. Para ello, él repetiría constantemente el pasaje: Cuando tu enemigo caiga, no te alegres, y cuando tropiece, no se alegre tu corazón, no sea que Hashem lo vea y sea malo ante sus ojos, y vuelva su ira de él [y dirigirla hacia el que se regocija].[7] Preguntan los exegetas: en general los Sabios que escribieron las Mishnayot del tratado de Abot, plasmaron en sus máximas, las enseñanzas que fueron primordiales en su vida, en el caso de Shemuel HaKatán, mencionaba con frecuencia el pasaje del libro de Mishlé, el cual es una exhortación ética en la que se nos dice que no debemos alegrarnos por ninguna desgracia, aun de nuestros enemigos, si lo podemos leer y aprender de allí, ¿qué nos quiere decir aquí?

 

Como vimos anteriormente, Shemuel era un hombre sumamente sensible, quien estaba dispuesto a renunciar a su honor con tal de ahorrar una humillación a otro hombre. Destacaba por su humildad, poseía un gran dominio de si mismo y una gran nobleza de corazón, y este versículo era parte de su existencia, era un fundamento de vida y de conducta, y detestaba acumular triunfos a expensas de la caída o la desgracia de los demás. Entonces, surge la pregunta: Si en realidad él no toleraba ningún gozo o regocijo personal de la caída de nadie, aunque fuera su enemigo, ¿Cómo pudo haber elaborado la decimonovena bendición de la Amidá, la cual pide por la eliminación de los herejes?

 

La respuesta es que, en su época, los judíos fueron acosados por enemigos externos, los paganos y los romanos, quienes acosaban a la población a abandonar el legado ancestral, internamente estaban los Miním (los herejes y los infieles), como la secta de los saduceos, quienes intentaban “reformar” nuestra fe, destruyendo sus fundamentos. Ellos denunciaban a sus hermanos ante los romanos, provocando su muerte. Shemuel HaKatán fue elegido para que eligiera las palabras correctas para salvar la herencia del Pueblo de Israel, debía ser el hombre más calificado para esa tarea, y quien mejor que aquel que el odio y el afán de venganza le eran totalmente ajenos, solamente un hombre humilde y modesto, con el corazón limpio a quien solamente la importaba luchar contra la apostasía y preservar la unidad de Israel, era capaz de argumentar delante de los portales del Cielo, solicitando piedad para que la perversión y la maldad sea aniquilada de la humanidad, y que el Todopoderoso decida si el provocador del mal merece ser eliminado para que el judaísmo se conserve contra la destrucción interior. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Si perdonamos a los demás por habernos agraviado, el Señor habrá de perdonarnos por nuestras faltas”.[8]

 

 

 

 

 

 

[1] Yerushalmi, Sotá 9:13.

 

[2] Tosafot Yom Tob.

 

[3] Sanhedrín 11a.

 

[4] Yerushalmi, Sotá 9:13.

 

[5] Sotá 48b.

 

[6] Berajot 28b.

 

[7] Mishlé 24:17-18

 

[8] Meguilá 28a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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