Perek 4, Mishná 1

 

 

Ben Zomá dice: ¿Quién es el sabio? El que aprende de todo ser humano, pues fue dicho: “De todos mis maestros adquirí sabiduría, porque tus testimonios [la Torá] son mi conversación”.[1] ¿Quién es el fuerte? El que domina sus [malas] inclinaciones, como fue dicho: “Mejor es el paciente que el fuerte y el que somete su espíritu, es mejor que el que conquista una ciudad.[2] ¿Quién es rico? El que se contenta con su parte; como fue dicho: “Cuando comas del esfuerzo de tus manos serás feliz y te irá bien”;[3] serás feliz en este mundo y te irá bien en el Mundo Venidero. ¿Quién merece ser honrado? El que honra a las personas, pues fue dicho: A quienes Me honran honraré, y a quienes Me desprecian envilecerán.[4]

 

Ben Zomá  fue un Taná que vivió durante la destrucción del Segundo Templo y la renovación del Sanhedrín en Yavne, Su nombre completo era: Shimón Ben Zomá, pero en general se le conoce con el nombre de su padre. El motivo es porque al igual que su colega, el protagonista de la siguiente Mishná: Ben Azai (cuyo nombre también era Shimón), fallecieron a una edad temprana y no alcanzaron la Ordenación Rabínica (Semijá), con la cual serían referidos con el título de "Rabí".[5]-[6] Hay otros que sugieren otro motivo: a pesar de que a los ojos de los Sabios no habían alcanzado la edad de la madurez, se sentaban frente a ellos y los desafiaban con preguntas que eran sumamente agudas y analíticas,[7] cuando alcanzaron la mayoría de edad, conservaron los nombres con los que ya eran muy reconocidos. Otra opinión sostiene que ambos poseían la facultad de entrar a los juicios y emitir sanciones.[8] Esta ordenación no aplica en nuestros tiempos y lo que hoy conocemos como Semijá, no es más que una declaración de que cierta persona, tiene la autoridad para decidir o resolver asuntos de Halajá por sus conocimientos en un tema en específico.

 

Ben Zomá fue alumno de Rabí Yehoshúa Ben Jananiá, contemporáneo de Rabí Akibá y colega de Ben Azai. Llegó a convertirse en un símbolo de sabiduría y prestigio. Tan afamado fue en su tiempo, que los Sabios dijeron que quien viera a Ben Zomá en sueños, podría confiar en que le llegaría abundante sapiencia. Fue un hombre muy rico, exitoso y sumamente cuidadoso en aplicar en sus transacciones comerciales, todo lo que dictaba la Halajá y por este motivo los comerciantes lo buscaban para hacer negocios con él.[9]

 

Era conocedor y un prolífico intérprete de las Escrituras, como pocos en su época, sabía cómo extraer los fundamentos y principios de la Halajá, además de ser un gran orador, uno de sus magistrales dichos aparece en la Hagadá de Pésaj: Rabí Elazar Ben Azariá dijo: "Aparento tener setenta años, y no logré conseguir explicar a mis colegas, el motivo por el cual el Éxodo de Egipto debe ser mencionado por la noche”. El punto medular de la disputa era sobre la Mitzvá de Tzitzit,[10] la cual se debe mencionar junto con el Éxodo de Egipto en el Shemá de la noche, (en ese tiempo, Rabí Elazar Ben Azariá, a pesar de aparentar ser de 70 años, tenía realmente 18 años de edad). Por mucho tiempo intentó obtener la aprobación de los Rabinos y no tuvo éxito por el hecho de que era demasiado joven, hasta que Ben Zomá lo explicó. Como está dicho: Para que recuerdes el día de tu salida de la tierra de Mitzraim todos los días de tu vida;[11] “todos los días de tu vida”, incluye las noches.[12] Cuando las enseñanzas de Ben Zomá (que también era joven), se hicieron populares y aceptadas, los Sabios cambiaron su actitud con respecto a Rabí Elazar Ben Azariá y a pesar de su corta edad, escucharon con atención lo que tenía para decirles.[13]

 

También es conocido por su interpretación sobre el último versículo de Kohélet: El fin de todo discurso oído es este; Teme al Creador y guarda Sus mandamientos, porque esto es todo el hombre.[14] Según su interpretación dice: El mundo entero fue creado sólo para que esto pueda ser decretado y proclamado. Quiere decir, el mundo fue creado para servir al hombre de fe, pues él acepta, confía y agradece a Su Creador en todo momento. Así decía Ben Zomá: “El primer hombre creado, pudo comer pan solo después de haber arado, sembrado, cosechado, tuvo que atar las gavillas, las desgranó, molió el cereal, lo tamizó, mezcló la harina con el resto de los ingredientes y le dio forma, horneó la masa, y solo entonces pudo disfrutar del delicioso pan. Yo me levanto por la mañana y encuentro todo esto listo para que yo pueda alimentarme”. Agregó: “¿Cuánta labor tuvo que realizar Adam para lograr esquilar, limpiar, peinar, teñir, tejer una tela y después confeccionar una vestimenta con la cual cubrirse de las inclemencias del tiempo? Yo me levanto por la mañana y encuentro mi vestimenta lista para usar, y así con todas mis necesidades… ¿Cuántos artesanos se apresuran temprano para cumplir con sus labores? Y yo me levanto en la mañana y encuentro todo hecho para cubrir mis necesidades”.

 

El Talmud cita el episodio de cuatro Jajamim que estaban estudiando el tema de Maasé Mercabá, tan inmersos estaban en su estudio que entraron al Pardes (el mítico Huerto), ellos fueron: Ben Azay, Ben Zomá, Elishá, Rabí Akibá. Llegaron a un lugar donde emanaba un intenso resplandor, la santidad era muy atrayente, Rabí Akibá previno a sus compañeros que era peligroso observar, presintió que el ojo humano no tenía la facultad de ver lo que había allí, porque ese lugar, era la morada de residencia de las almas, y el cuerpo de cualquier persona no puede existir allí, debido a su materialidad. Ben Azái no pudo resistir y volteó, su alma fue atraída hacia la luz y se desprendió de su cuerpo. Es a él que se refiere el versículo: Dura a los ojos del Señor es la muerte de Sus piadosos.[15]  Ben Zomá tampoco pudo resistir y contempló lo que había allí, la experiencia fue demasiado para él y enloqueció. De él se puede decir: Si has encontrado miel, cómela de forma moderada, por temor a empalagarte y rechazarla.[16] Elishá Ben Abuyá (Ajer) atraído por la luz sublime que emanaba, volteó y miró, aunque era muy sabio, pero al ser que el temor del Señor no era la base de su saber, el fuerte resplandor atrofió su doctrina, rompió con su pasado, abandonó el estudio y el cumplimiento de las Mitzvot de la Torá y se volvió apóstata.

 

Rabí Akibá fue el único que entró y salió en paz. Sobre él fue dicho: Jálame tras de tí y yo correré. Me trajo el Rey a Sus habitaciones.[17]  Él supo detener su búsqueda dentro de los límites que el Todopoderoso había fijado para el ser humano. Él anteponía el temor al Creador a la sabiduría y se convirtió en uno de los grandes sabios de la historia judía. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

 

“No podrá el hombre desentrañar la obra del Eterno. Desde el principio y hasta el final”.18

 

 

 

 

 

 

 

[1] Tehilim 119:99.

 

[2] Mishlé 16:32.

 

[3] Tehilim 128:2.

 

[4] Shemuel I 2:30.

 

[5] Kidushín 49b.

 

[6] Ver Rashí.

 

[7] Ver Sanhedrín 17b.

 

[8] Ver Rambam, Halajot Sanhedrín 4:1.

 

[9] Berajot 58a.

 

[10] Bemidbar 15:37-41.

 

[11] Debarim 16:3

 

[12] Berajot 12b.

 

[13] Shaar Bat Rabim, Perashat Haazinu.

 

[14] Kohélet 12:13.

 

[15] Tehilim 116:15.

 

[16] Mishlé 25:26.

 

[17] Shir HaShirim 1:4.

 

[18] Kohélet 3:11.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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