Perek 3, Mishná 7

 

 

Rabbí Elazar, hombre de Bartotá dijo: “Dale de lo que es Suyo, pues tú y lo tuyo son [enteramente] Suyos”. Y asimismo dijo David: “Porque Tuyo es todo y de Tu propia Mano te dimos”.[1] Rabbí [Shimón] Yaacob dijo: “Quien va a estudiando en el camino e interrumpe su estudio y dice: “¡Qué bello es este árbol!” o “¡Qué bello es este campo arado!”, es considerado por la Escritura como si mereciera la muerte.

 

La primera declaración en nuestra Mishná la hace Rabbí Elazar, hombre de Bartotá, un destacado Tanaíta de la tercera generación. Fue discípulo de Rabbí Yehoshúa ben Janánia, en cuyo nombre transmitió cuatro disposiciones.[2] También era contemporáneo de Rabbí Akibá, con quien difería. Es mencionado en las Mishnayot con el nombre de Rabbí Eliezer ben Yehudá.[3] Hay quienes opinan que era el padre del Taná Rabbí Shimón ben Elazar. Aparentemente estudió y prosperó en Yavne, como ha sido anteriormente mencionado, era una persona caritativa por excelencia, daba tan generosa y pródigamente, que varias veces terminó en la miseria.

 

No había nadie más apropiado para pronunciar esta declaración. Practicaba en la vida cotidiana todo cuanto predicaba. Daba todo cuanto tenía a favor de los necesitados, pues el consideraba que estaba devolviendo al Todopoderoso lo que Él le había entregado. Era tan generoso, que inclusive cuando los administradores del fondo de caridad lo veían, se ocultaban de él, porque era probable que les entregara todo lo que tenía.

 

Relata el Talmud que cierto día salió Rabbí Elazar a comprar lo que necesitaba para la boda de su hija. Los recaudadores de la caridad lo vieron acercarse, e intentaron ocultarse como de costumbre, pero Rabbí Elazar alcanzó a verlos y corrió tras ellos y les dijo: "Les ruego decirme, ¿para qué causa están ustedes recaudando ahora?". Ellos intentaron evadir la respuesta; sin embargo, ante la insistencia de él, le dijeron la finalidad de la recaudación: "Estamos colectando dinero para la dote de una pareja de huérfanos, a fin de que tengan los medios para unirse en matrimonio”. Rabbí Elazar les dijo: "Los huérfanos están antes que mi propia hija, pues ella tiene un papá que se ocupa de ella, y ellos no lo tienen". Entonces, tomó todo el dinero que tenía para comprar el ajuar de su hija y se los entregó, excepto un Zuz (una moneda equivalente un cuarto de Shékel) que guardó en el bolsillo. Se despidió de los recaudadores y en el camino compró algo de trigo con la moneda restante, y lo guardó dentro del granero, y fue al Bet HaMidrash (Casa de Estudios) para estudiar Torá, con fe firme en que el Todopoderoso le proveería de los fondos necesarios para la boda.

 

Cuando su esposa llegó a casa, preguntó a su hija: "¿Qué te compró tu padre?" Ella no estaba segura y respondió: "Vi que trajo algo y lo guardó dentro del granero". La esposa se asombró ya que no era lógico poner la ropa de una novia en un granero. Llena de curiosidad, fue a abrir la puerta del granero para ver por si misma, pero por más que lo intentó, no pudo abrir la puerta, empujó con más fuerza hasta que se abrió una pequeña hendidura por la cual se deslizaban unos granos de trigo, y vio para su sorpresa que el granero se había llenado de granos de trigo hasta el techo y hasta desbordaba por las ventanas. Su hija se dirigió de prisa al Bet HaMidrash y dijo a su padre: "¡Ven a ver lo que tu buen Amigo (el Todopoderoso) ha hecho por ti!", gritó alegremente mientras le relataba lo que había ocurrido con el trigo.

 

Rabí Elazar, no queriendo beneficiarse de un milagro para que no disminuyera sus méritos en el mundo por venir, le dijo a ella: "Todo el trigo de nuestro granero, será como una propiedad consagrada, pues al haberse producido por medio de un milagro, lo considero un depósito sagrado para alimentar a los pobres, y tú no tendrás más parte en él que cualquier otra persona pobre de nuestra tierra, ¡no más…!"[4] La forma de reaccionar y de actuar de este gran Tzadik, es coherente con las palabras que él mismo sentenció en la Mishná y que eran parte de su código de conducta personal: Dale a Él de lo que es Suyo, pues tú y lo tuyo son Suyos…

 

La enseñanza de Rabbí Elazar Bartotá es: Todo, absolutamente todo lo que poseemos, no nos pertenece, todo se debe enteramente a la obra y gracia del Señor, somos simplemente como los cajeros de los bancos, por sus manos pasan grandes sumas de dinero, sin que signifique que sean los dueños legítimos, solo son asignados como administradores de Su propiedad. No solamente se trata de dinero, también nos ha brindado fuerza, talentos, habilidades y debemos usarlos en beneficio de Aquél que te las otorgó.

 

El pueblo de Israel durante todas las generaciones se destacó por la característica de dar caridad. Como dice el versículo: La Tzedaká enaltece a una nación.[5] Aun en tiempos que no era fácil y en los tiempos difíciles la Tzedaká tiene aún más valor. Desde siempre los yehudim se han apoyado y ayudado los unos a los otros. Debemos sentir el gran mérito de dar y ayudar ya sea a instituciones de Torá o para ayudar a casar una novia. ¿Acaso una novia pobre no tiene derecho a casarse? ¿Acaso no recae sobre todos nosotros la obligación de ayudar en todo lo que podemos y no despreocuparnos con una donación que a veces es insignificante? Dale a Él de lo que es Suyo, No te abstengas de ocuparte de los menesteres del Cielo, usa tu patrimonio para realizar las Mitzvot de la mejor manera, ya sea con tu cuerpo o con tu dinero, pues tú y tu dinero, son de Él.

 

El Midrash relata que cierta vez Rabbí Akivá fue a ver a Rabbí Tarfón, quien era sumamente adinerado, y le preguntó si le interesaba realizar un negocio exitoso con grandes ganancias. Rabbí Tarfón asintió y entonces le dijo que él le compraría una o dos ciudades y le daría las ganancias. Rabbí Tarfón le entregó cuatrocientos dinares de oro. Un tercio del dinero se lo dio a los pobres, y dos tercios a los estudiosos de la Torá y a los escribas. Pasó un tiempo y al ver Rabbí Tarfón que no recibía dividendos, fue a lo de Rabbí Akivá para preguntarle qué había pasado con su dinero. Le respondió que el negocio había sido enormemente fructífero. Al oír esto, le pidió ver los resultados del negocio. Rabbí Akivá lo llevó al Bet HaMidrash, abrió un libro de Tehilim y leyó en sus oídos el versículo: Quien reparte a los pobres, su justicia permanece eternamente.[6] Al terminar de leerlo, señaló a los estudiosos y le dijo: "He aquí la ciudad que compré para ti". Al entender la intención de Rabbí Akivá, Rabbí Tarfón besó su cabeza y le dijo: "Mi Rab y mi maestro, Mi Rab en sabiduría y mi maestro en Dérej Éretz (conducta)". Y no sólo eso, sino que le entregó más dinero para que lo repartiera en Tzedaká.[7] ©Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Si quieres cumplir bien la Mitzvá de la Tzedaká, no debes usar la razón. Primero cierra los ojos y luego abre tu corazón.”[8]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Dibré Hayamim 29:14.

 

[2] Mishná Tebul Yom III, 4,5 ; Pesajim 13a, Bejorot 57a.

 

[3] Aholot 3,5; Zebajim 1,1.

 

[4] Taanit 24a.

 

[5] Mishlé 14:34.

 

[6] Tehilim 112:9.

 

[7] Masejet Kalá 1.

 

[8][8] Rab David Zaed

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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