Perek 3, Mishná 17

 

 

Rabí Elazar ben Azariá dijo: Donde no hay Torá, no hay conducta correcta; donde no hay conducta correcta, no hay Torá. Donde no hay sabiduría no hay temor reverente al Señor; donde no hay temor reverente, no hay sabiduría. Donde no hay conocimiento, no hay comprensión; donde no hay comprensión no hay conocimiento. Donde no hay harina [sustento], no hay Torá; donde no hay Torá, no hay harina. El solía decir: aquel cuya sabiduría excede sus obras, ¿a qué se le puede comparar? A un árbol cuyas ramas son numerosas, pero pocas sus raíces, de modo que cuando llega el viento, lo arranca y lo vuelca, como está dicho: Será como una zarza en el desierto, que no siente cuando viene el bien, sino que habita en la sequedad del desierto, en una tierra árida y sin morador.[1] Pero aquel cuyas obras exceden su sabiduría, ¿a qué se le puede comparar? A un árbol cuyas ramas son pocas, pero muchas sus raíces, de modo que, aunque todos los vientos del mundo vinieran y soplaran sobre él, no lo podrían mover de su lugar, como está dicho: Será como un árbol plantado por las aguas, y que extiende sus raíces hacia la corriente. No temerá cuando llegue el calor, sino que su follaje estará siempre fresco. No se preocupa en un año de sequía, ni deja de dar fruto.[2]

 

Rabí Elazar ben Azaría fue un Taná de la misma generación de Rabí Akibá, Rabí Ishmael y Rabí Tarfón. Nació unos años antes de la destrucción del Templo, llegó a Yavne a una edad muy temprana y pronto encontró su lugar entre los principales sabios. Estudiaba entre los grandes de esa época, era habitual verlo en el Bet Midrash donde estudiaban Rabí Eliezer ben Orkenós (su principal mentor), Rabí Yehoshúa y Rabán Gamliel II. Provenía de una importante y privilegiada familia de sacerdotes, su linaje se remontaba a diez generaciones atrás, hasta Ezrá Hasofer, quien fuera el líder del pueblo judío al comienzo del Segundo Templo.[3] Fue criado en un hogar noble y rico, fue dotado de gran conocimiento.[4]

 

Rabán Gamliel II era descendiente de Hilel Hazakén, quien provenía de la familia del rey David, ostentaba el cargo de Nasí (presidente). Por alguna situación que se suscitó, el Sanedrín de la ciudad de Yavne depuso temporalmente a Rabán Gamliel II de su función, y puso en su lugar a Rabí Elazar ben Azariá, que en ese momento tenía solamente dieciocho años. Y he aquí que, de los gigantes de aquella generación, los sagrados Tanaím, Rabí Yehoshúa, Rabí Akivá, Rabán Gamliel II, cada uno de los cuales era apto para ser presidente y ninguno tuvo el mérito de ser nombrado Nasí de Israel. ¿Quién fue nombrado con este honroso nombramiento? Un joven en el cual estaban reunidas todas las virtudes para ser merecedor de ese título. Las escrituras relatan que, de la noche a la mañana, su barba encaneció a fin de que adquiriese la apariencia de un sabio de edad avanzada, de modo que sus colegas mayores lo aceptaran sin envidia ni recelo. Cuando su predecesor Rabán Gamliel II retornó a su inminente posición, ambos dirigieron la Academia Rabínica juntos, con la misión, entre otras, de disertar un Shabat por mes.

 

Además de la gran cantidad de cabezas de ganado que recibió como herencia, comerciaba con vino y aceite.[5] Aunque en su tiempo, las leyes de los diezmos en animales se habían derogado, cada año apartaba doce mil terneros y los repartía entre los pobres, en representación de este importante precepto.[6] Los Sabios dijeron que, si una persona ve a Rabí Elazar ben Azaría en su sueño, es un presagio de que va a obtener una gran riqueza.[7] Más allá de su sapiencia, también fue conocido por su gran generosidad, fue un espléndido benefactor de la nación durante las persecuciones romanas durante la sublevación de Bar Cojbá. A pesar de que poseía abundancia de bienes, él solía enseñar que la persona no debe malgastar su capital; el consumo de sus bienes debe estar de acuerdo con sus medios, pues no está en sus manos el conservarlo para siempre; puede ser que un día decida consagrar todos sus bienes, traspasando y perdiendo la titularidad sobre los mismos.[8] Y si esto fue dicho con respecto a donaciones al Bet HaMikdash, con más y más razón que el hombre debe cuidar de sus bienes y no malgastarlo en cosas triviales,[9] Rabí Elazar dijo la máxima que reza: la tarea de proveer el sustento de un hombre es tan difícil como la partición del Mar Rojo.[10]

 

Ben Azai dijo: ninguno de los Sabios de Israel se puede comparar a la erudición y grandeza de Rabí Elazar ben Azariá.[11] Rabí Yehoshúa dijo: Una generación en la que vive Rabí Elazar ben Azariá no se puede considerar huérfana.[12] El Taná Isi ben Yehudá lo elogió comparándolo con un "cofre lleno de perfumes", queriendo decir que era dueño de todos los tipos de sabiduría.[13] Rebí lo equiparó a un vendedor de esencias, que al entrar a una locación, los lugareños se acercan y preguntan por distintas fragancias, él les muestra a cada uno lo que requiere;[14] así era Rabí Elazar, tenía un conocimiento especial en el campo de la Mishná, la Hagadá, el Midrash, sus Halajot (dictámenes) se caracterizaban por su amabilidad y comprensión, y era particularmente conocido por su oposición a la pena capital. Rabí Elazar declaró que, si un tribunal rabínico imponía la pena capital una vez cada 70 años, se consideraba un tribunal asesino.[15]

 

Una anécdota que relata el Talmud sobre la grandeza del protagonista de la Mishná y nos deja la enseñanza que toda persona que aspira a ser íntegro, debe estar dispuesta a aceptar las críticas con cariño, con la misma alegría con la que recibe un elogio o un regalo. Dice el Talmud que la vaca de Rabbí Elazar ben Azariá salía a la vía pública en Shabat con la correa que llevaba entre sus cuernos, en contra de lo dispuesto por los Sabios. Y dice el Talmud que esa vaca no era en verdad suya, sino de su vecina, y por cuanto que no le reprochó fue considerada suya. Todo el que puede reprochar e influir en sus familiares y no lo hace, es responsable por ellos. Si no lo hace con los miembros de su ciudad, es responsable por ellos. Con los de todo el mundo, es responsable por todo el mundo.[16] Rabí Elazar reconoció el reproche de sus colegas, y ayunó hasta que sus dientes se pusieron negros.[17]. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Lo que importa no es lo que sabes, si no qué haces con lo que sabes”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Irmiyá 17:6.

 

[2] Ibid 17:8.

 

[3] Berajot 27b.

 

[4] Sanhedrín 101a.

 

[5] Babá Batrá 101a.

 

[6] Shabat 54b.

 

[7] Berajot 57b.

 

[8] Ver Vayikrá 27:28.

 

[9] Mishná Arajín 8:4.

 

[10] Pesajim 118a.

 

[11] Bejorot 58a.

 

[12] Jaguigá 3a-b.

 

[13] Gitín 67a.

 

[14] Abot DeRabí Natán 18:1.

 

[15] Mishná Macot 1,10.

 

[16] Mishná Betzá 2,8.

 

[17] Yerushalmi Shabat 5,4.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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