Perek 3, Mishná 14

 

 

 

El solía decir: Amado es el hombre, pues fue creado en la imagen Divina. Un amor inmenso es el hecho de habérsele dado a conocer que fue creado en la Imagen Divina. Como fue dicho: Pues con imagen el Eterno hizo al hombre. Amados son Israel, pues son llamados “hijos del Omnipresente”. Un amor inmenso es el hecho de habérseles dado a conocer que son llamados “hijos del Omnipresente”. Pues fue dicho: Hijos son ustedes del Eterno.[1] Amados son Israel, pues les fue concedido un codiciado objeto [la Torá]. Un amor inmenso es el hecho de habérseles dado a conocer que les fue dado este codiciado objeto, con el cual fue creado el mundo. Porque fue dicho: Pues una excelente enseñanza les di; Mi Torá, no la abandonen.[2]

 

 

Rabí Akibá hace una declaración a la humanidad: todos los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza del Creador.[3] El Señor reitera que, para manifestarles Su amor infinito, les hace saber, que fueron creados a Su imagen y semejanza.

 

¿A qué se refiere el versículo? ¿Acaso está hablando de una imagen o semejanza física? Si es así, ¿Por qué no somos todos los seres humanos idénticos, tal como las monedas que se acuñan todas con el mismo sello e imagen? Cada persona posee un rostro, una voz, huellas dactilares, y una forma de pensar muy distinta a la de los demás. Además, si vamos a decir que se refiere a una imagen Divina, sería imposible, pues Él Señor no tiene cuerpo o materialidad.[4] ¿Entonces, a qué se refiere el versículo? La imagen Divina apunta a un elemento espiritual o intelectual que hace al ser humano semejante al Todopoderoso.

 

Para Rashí, la imagen Divina plasmada en el hombre, debe ser entendida como el sello del Creador en la especie humana. En otras palabras, cuando vemos el cuerpo y especialmente la inteligencia humana, vemos un reflejo del Creador. El ser humano lleva un sello invisible, un Diseño Divino, que revela que fue creado por Él.

 

Para el Ében Ézra, la imagen Divina se refiere al alma humana, que, a diferencia de todas las otras creaciones terrenales, es inmortal.

 

Para el Rambam y para el Méshej Jojmá, la imagen Divina es la capacidad intelectual del ser humano, es su posibilidad de pensar lingüísticamente. “Pensar” le permite al hombre, entre otras cosas, tener conciencia de sí mismo y concebir la existencia del Omnipresente. Los animales perciben imágenes, estímulos o sensaciones asociadas a la supervivencia y a la procreación, reaccionan instintivamente, cada especie tiene una característica y no existe que cambie su personalidad o habilidad típicas de su género. En cambio, el ser humano es el único que, al igual que su Creador, tiene sentido de la moralidad, de razonamiento y libre albedrío, es el único que puede guiar sus actos con raciocinio. Es capaz de conocer y amar al Eterno y de mantener con Él un lazo espiritual. La paradoja es que, por un lado, su constitución física puede ser similar a otras criaturas, su cuerpo, sus instintos y sus estímulos son terrenales y mundanos, pero él sí puede controlar sus instintos en busca de niveles más elevados; sólo el ser humano camina erecto, con la cabeza alta señalando hacia su verdadero destino: El Cielo. Para que el hombre pueda ejercer su intelecto y su razón, fue dotado de un elemento “superior”, un alma Divina, un potencial que no solamente lo hace distinto que el resto de los animales y de otros elementos que existen en la naturaleza, sino que también lo hace distinto al resto de los seres humanos, y así como cada persona es distinta en sus rasgos, también es su misión a la que viene a este mundo.[5]

 

Existe, de acuerdo con el Rambam, un precepto de parecerse al Todopoderoso.[6] Esto se refiere a emular la conducta del Eterno: andar en todos Sus senderos.[7] ¿Cuáles son los senderos y conductas del Señor? Él es afectuoso, compasivo, se conduce con gracia, obra bondades con las personas sin recibir pago.[8] Así como Él viste a los desnudos, también tú debes hacerlo; Él visita a los enfermos, tú también hazlo; Él consuela a los deudos, tú también consuélalos; Él da sepultura a los muertos, tú también ocúpate de ello.[9] Quiere decir: cualquier acto asociado a una conducta Divina, es algo que debemos hacer lo posible por emular. Por parecernos a Él.

 

Ahora ya podemos entender mejor el mensaje de la Mishná: El Eterno le otorgó al ser humano, un cuerpo y en su interior depositó un elemento de divinidad: el alma. Él se lo hacer saber al hombre, para crearle la conciencia de que vino a este mundo a cumplir una misión, tan exclusiva como lo es su rostro y sus aptitudes, le otorgó un instrumento, el cual consiste en el “manual” (la Torá) con la que fue creado el universo entero. También lo dotó de un intelecto con el cual logrará comprender que existe un Creador al cual debe servir. Este entendimiento lo obliga conquistar sus instintos, sus tentaciones y sentimientos, para hacer lo que el “manual” considera correcto; esto lo hace ser distinto a las demás criaturas del Universo. Cuando el hombre investiga, trabaja ardua y constante para pulir los atributos que le fueron concedidos, va a lograr comprender cual es el sendero que debe seguir. La lucha y el esfuerzo invertidos le darán la fuerza para dominar sus sentimientos, y no permitirá que nada lo desvíe de sus metas. Él reconoce que no necesita sentirse exitoso con relación a otros; él sabe que tiene un propósito y una identidad única. Tiene sus valores claros y en orden de importancia. Él sabe qué es significativo en la vida y se mantiene en este camino, pues tiene claro quién realmente es, y comprende a Quien debe servir.

 

Así como los anteojos son hechos para alguien y no le sirven a todos, de la misma manera las herramientas que le fueron entregadas a cada persona, fueron confeccionadas para ser usadas solamente por aquel a quien le fueron dadas. El regalo de la vida es algo muy grande que recibe el ser humano por parte del Creador, y un acto de especial favor, es que le ha dado conocer que él fue creado a Su imagen y semejanza. El alma que lleva dentro le exige una obligación y una responsabilidad de actuar en conformidad a ella. La vida es el regalo que el Señor le entregó al hombre. La forma en que él vive su vida, es el regalo que él le hace al Señor. Él es Todopoderoso y hace todo de acuerdo con Su voluntad. Este atributo también está implantado en la personalidad del hombre, y así como la perfección del Eterno no depende más que de Él. Así, la búsqueda de la perfección del ser humano dependerá solo de sí mismo.[10].  © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“No me pregunto si soy capaz de alcanzar esta meta, sino si estoy obligado a hacerlo. Ya que, si estoy obligado a hacer algo, entonces quiere decir que soy capaz de hacerlo”.[11]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 14:1.

 

[2] Mishlé 4:2.

 

[3] Bereshit 9:6.

 

[4] Verso basado en los trece fundamentos de la fe del Rambam.

 

[5] Rab Yosef Bitón.

 

[6] Hijot Deot 1,6.

 

[7] Debarim 10:12.

 

[8] Shabat 133b.

 

[9] Sotá 14a.

 

[10] Rabí Shelomó de Redomsk.

 

[11] Rab Yosef Yozel Horowitz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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