Perek 3, Mishná 14, continuación…

 

 

 

El solía decir: Amado es el hombre, pues fue creado en la imagen Divina. Un amor inmenso es el hecho de habérsele dado a conocer que fue creado en la Imagen Divina. Como fue dicho: Pues con imagen el Eterno hizo al hombre. Amados son Israel, pues son llamados “hijos del Omnipresente”. Un amor inmenso es el hecho de habérseles dado a conocer que son llamados “hijos del Omnipresente”. Pues fue dicho: Hijos son ustedes del Eterno.[1] Amados son Israel, pues les fue concedido un codiciado objeto [la Torá]. Un amor inmenso es el hecho de habérseles dado a conocer que les fue dado este codiciado objeto, con el cual fue creado el mundo. Porque fue dicho: Pues una excelente enseñanza les di; Mi Torá, no la abandonen.[2]

 

Después de hablar del regalo que el Todopoderoso entregó a toda la humanidad: el haber sido creados a imagen y semejanza Divina. Rabí Akibá habla de la relación particular que Él tiene con el pueblo judío. Esta relación, según el Taná, se basa en el cumplimiento de los Mandamientos por parte de los judíos, pues se trata de algo genealógico, ya que los judíos son considerados como Sus hijos, y así como el amor de un padre por su hijo es incondicional, también lo es el amor del Señor por Israel. Además, esta relación no puede romperse jamás. Toda la obra de la creación no fue creada sino en aras de la Torá, sobre la cual se fundamenta el mundo, como está escrito: Vio el Eterno que era bueno.[3], la Torá es llamada: “enseñanza”, tal como está escrito: Que caiga como lluvia Mi enseñanza.[4] Un codiciado objeto, soporte de nuestras vidas, con su ética y moral, su justicia y rectitud invalorables.

 

Serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa.[5]  Estas son las palabras que describen el pacto tan especial que el Omnipresente llevó a cabo con Israel.  Hemos sido escogidos para ser una luz entre las naciones,[6] un pueblo eterno que trae un mensaje moral del Creador del universo. Más que un privilegio, representa una enorme responsabilidad. Ser elegido significa que eres diferente. Tus leyes son diferentes, tu forma de vivir es diferente, tu historia es diferente. Ser elegido significa aferrarse del mensaje que recibiste de tus padres y conservarlo a través de la historia durante todas las generaciones. Ser elegido significa vivir por la verdad de esta nominación y entregar inclusive la vida por ella. Ser elegido es mantener el vínculo en la prosperidad y también en la adversidad, en la alegría y en la congoja. Ser elegido significa atenerse a una forma de pensar, de hablar, de actuar, de vestir e incluso de comer.

 

Significa honrar a nuestro Creador mediante nuestro comportamiento, tanto en forma pública como en la privacidad de nuestro hogar, en la forma cómo criamos a nuestros hijos y cuidamos a nuestros ancianos. En las leyes que cuidamos y en los valores que tratamos de impartir a la gente - y a las naciones - a nuestro alrededor.[7] La auténtica forma de mostrar que fuiste elegido es cuán insignificante muestras ser; cuan sumiso, tolerante y modesto es tu comportamiento. Este nombramiento demanda extrema introspección y un continuo mejoramiento, no engreimiento.

 

Está escrito en la Torá: Porque pueblo sagrado eres tú para el Eterno, a ti te eligió el Señor a fin de ser un pueblo sagrado; a ti te eligió a fin de ser para El un pueblo preciado, más que todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra. No por ser el más cuantioso, pues ustedes son el pueblo menos numeroso, sino por el amor que les tiene y porque cumple el juramento que juró a sus padres.[8] Explica en el Talmud Rabí Yosí HaGalilí:[9] Dijo el Señor a Israel: Te amo porque aun cuando derramo sobre ti grandeza, tú te humillas ante Mí. Le di grandeza a Abraham, pero él me dijo: Soy polvo y ceniza.[10] Di liderazgo a Moshé y Aarón, sin embargo, ellos dijeron: Nosotros, ¿qué somos?[11] Le di el reinado a David, pero él dijo: Pero yo soy un gusano y no un hombre.[12] Yo los elegí, pueblo de Israel, porque hallé en ustedes la virtud de la humildad. En cambio, no ocurrió así con los otros pueblos. Ellos sucumbieron ante la vanidad. Le di el liderazgo a Nimrod, quien fuera el fabuloso rey babilónico e impulsó la rebelión que terminó en la construcción de la Torre de Babel: Vamos, construyamos una ciudad, y una torre con su cima en los cielos y hagámonos un hombre.[13] Le di el reinado al Faraón de Egipto, y cuando Moshé fue a hablarle en Mi Nombre, blasfemó: ¿Quién es ese D-os para que yo obedezca Su voz?[14] Di grandeza a Sanjerib, el rey de los Asirios y él dijo: ¿Quién entre todos los dioses de los pueblos pudo salvar a su tierra de mí mano? ¿Y acaso puede el Eterno salvar a Yerushalaim de mi mano?[15] Di grandeza también a Nabucodonosor y él dijo: Subiré hasta la cumbre de las nubes, me asemejaré al Altísimo.[16] En todos los casos en que he otorgado la grandeza y el poder a dirigentes de otros pueblos, lejos de provocar la gratitud y el reconocimiento a Mí, se han rebelado, y se proclaman a sí mismos: dioses, jefes, dirigentes, dictadores… sólo Israel por más que fuera considerado poderosos, ellos se seguirán considerando poco ante Mí, por eso los considero como el pueblo elegido.

 

Somos el pueblo al que el Todopoderoso escogió para entregarle Su legado milenario, la Sagrada Torá. Esto nos convirtió en sus siervos, y por ende, nos hace diferentes. El Señor desprecia al soberbio, la humildad es la afirmación que el hombre tiene acerca de la existencia del Omnipresente. La humildad es reconocer que cada cosa tiene su lugar y ante todo reconocer la grandeza del Supremo Soberano del universo. La verdadera prueba del ser elegido es cuan humilde eres. Nadie puede despreciar ni denigrar a nadie pues todos los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza del Altísimo. El pueblo de Israel tiene un objetivo bastante claro de su existencia. El hecho de haber sido elegidos por el Señor, nos adquirió una característica especial que nos compromete a consagrar nuestra vida a lo espiritual y distinguirnos, en ese sentido, a las demás naciones. Asumamos con amor, obediencia y sumisión el compromiso y la tan importante responsabilidad que cargamos sobre nuestros hombros, y sepamos también que hay un Padre Supremo que siempre estará atento y preocupado por nosotros, Él nos ha revelado Su amor especial e incondicional, pues nosotros somos Sus hijos y Él es nuestro Padre. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Feliz de la nación de la que El Eterno es su D-os, el pueblo que eligió por su heredad”.[17]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 14:1.

 

[2] Mishlé 4:2.

 

[3] Bereshit 1:21.

 

[4] Debarim 32:2.

 

[5] Shemot 19:6.

 

[6] Yeshayá 42:6.

 

[7] Rab Yehonatán Gefen.

 

[8] Debarim 7:6-9.

 

[9] Julín 89a.

 

[10] Bereshit 18:27.

 

[11] Shemot 16:8.

 

[12] Tehilim 22:7.

 

[13] Bereshit 11:4.

 

[14] Shemot 5:2.

 

[15] Melajim II 18:35.

 

[16] Yeshayá 14:14.

 

[17] Tehilim 33:12.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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