Perek 2, Mishná 6, continuación…

 

 

Él también vio un cráneo flotando sobre el agua, le dijo: “Porque tú ahogaste a otros, ellos te ahogaron, y finalmente aquellos que te ahogaron serán ellos mismos ahogados.

 

 

Hilel caminaba cerca de la orilla de un río, repentinamente encuentra frente a sus ojos un cráneo flotando sobre el agua, lo mira fijamente y comienza a reflexionar acerca del pasado, presente y futuro del dueño de la osamenta. De aquí podemos extraer un importante aprendizaje, ¿Cuántas cosas pasan delante de nuestros ojos en el transcurso del día a día? ¿A cuántas de ellas les ponemos la atención debida? ¿De cuántas extraemos alguna enseñanza?

 

Hilel poseía un rasgo que es usual en los grandes personajes, veamos un ejemplo: Después que Moshé creció en la casa del faraón de Egipto, escuchó al faraón expresar a sus ministros el temor que los hijos de Israel se aliaran a los enemigos para derrocarlo, y también advirtió como consecuentemente los oprimió hasta que terminó esclavizándolos. Cuando creció salió del palacio y vio los tremendos castigos a los que eran sometidos. En su camino vio a un hombre egipcio que golpeaba a un hombre hebreo, mató al egipcio y lo ocultó en la arena.[1]Cuando el Faraón oyó de este asunto, intentó matar a Moshé, así que él huyó de la presencia del Faraón y se asentó en la tierra de Midián.[2] A su arribo contempló cómo los pastores atosigaban a las hijas de Yitró, el dirigente de ese lugar, Moshé se levantó, las salvó y abrevó el rebaño. Yitró le entregó a una de sus hijas como esposa, y le asignó el cuidado de su ganado. Cierto día, mientras apacentaba el rebaño, cerca del monte Joreb, una de las ovejas se escapó y Moshé salió a buscarla; Entonces tuvo una visión extraordinaria: una zarza, estaba encendida, mas no se consumía. Él miró y se preguntó: ‘¿Por qué el fuego no la consume?´ Cuando el Todopoderoso vio que se acercó, lo llamó y le pidió que fuera a lo del Faraón para liberar a los Hijos de Israel de Egipto.[3]

 

Hasta aquí el relato, ahora preguntémonos: ¿Cómo hubiese sido el porvenir de Moshé si no hubiera puesto atención en lo que sucedía alrededor suyo, y simplemente hubiera seguido con indiferencia su camino? O si hubiera dicho: “parece que me están tratando de decir algo, pero… ahora no es el momento; probablemente después lo atienda…, no me siento listo para dar el paso… ¡Piensa querido lector! ¿Quién sería hoy Moshé? Tal vez hubiese concluido su existencia convirtiéndose en el sucesor del faraón de Egipto, o en su defecto, hubiese terminado sus días apacentando las ovejas de su suegro. Y si te preguntas: entonces, ¿quién hubiera sido el intermediario para sacar a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto? Esto no sería inconveniente para el Todopoderoso, Él hubiera encontrado a otro para que fuera el guía y salvador de Israel. Entonces, ¿Qué fue lo que decidió el curso de la vida de Moshé? ¡Solamente, el hecho que puso atención, observó y se percató que algo extraordinario sucedía frente a él, decidió y tomó acción, y la historia concluyó como la conocemos todos!

 

Ahora te pregunto querido lector: ¿cuántas veces al día detienes lo que estás haciendo para reflexionar? ¿Sabes que esta es una de las actividades más valiosas que tenemos para poder crecer? ¿Sabes cuál es el problema? A la mayoría de nosotros nos sucede que conforme pasa el tiempo perdemos la capacidad de asombro, la novedad que nos maravilló ayer, hoy se convirtió en algo cotidiano, Cuando un fenómeno ocurre una y otra vez de forma predecible ya no nos parece especial, pero sigue siendo un milagro.[4] Fíjate cómo los niños pequeños encuentran todo excitante y fascinante. Pero al poco tiempo, se acostumbran a las cosas a las que tienen acceso constante, llámese personas, lugares, ideas. Y la vida simplemente se transforma en algo ordinario.

 

Hoy, el mundo está lleno de luces brillantes, todo gira alrededor de la tecnología, el materialismo y las finanzas. La carrera desenfrenada de la ostentación, nos empuja a seguir corriendo vertiginosamente detrás de las multitudes, tras una lucha hacia una ambición ficticia e inalcanzable, y la inercia de la frenética carrera nos impide parar para admirar las cosas que la vida nos brinda diariamente… olvidamos reconocer y agradecer al Eterno por su infinita misericordia al otorgarnos la posibilidad de ver, oír, caminar, sonreír, compartir, amar y un sinfín de provechos que muchos otros no tienen o no pueden gozar. Estas son cosas que están tan cerca de nosotros, pero no ponemos atención, están allí frente a nuestros ojos pero no paramos ni siquiera para voltear a admirarlas. Querido lector, ¿hace cuánto tiempo no sientes la inmensa alegría que causa el contemplar el despunte del alba, del verdor de un paisaje, el delicioso aroma de una flor, de la enorme diversidad de fauna que vive a tu rededor? El mundo entero es un gran mensaje de amor que el Eterno nos envía constantemente.[5] El valor numérico de las letras hebreas “Hatéba” (la naturaleza) tiene el mismo valor numérico que el del nombre del Creador, para enseñarnos que todo está supervisado por Él.[6]

 

Los intensos colores que despiden los dispositivos electrónicos opacan la auténtica felicidad que nace de la contemplación y la apreciación de todo lo que nos rodea, y es una lástima porque cuando el hombre cavila acerca de la infinita Sapiencia y la incalculable Misericordia reflejadas en cada una de las creaciones del universo, de inmediato se despierta el sentimiento y el deseo de conocer y saber el nombre grandioso del Creador, así lo afirma el profeta; Alcen en lo alto sus ojos y vean Quién creó esto.[7] Un artista puede dibujar una figura sobre una pared o puede moldear o cincelar una efigie, pero esto es lo máximo que él puede hacer, no puede darle vida, ni colocarle un alma, ni tampoco órganos. En cambio, el Eterno puede crear una figura y crear dentro de ella otra figura, y puede darle un espíritu y un alma de vida: miembros, órganos, huesos y toda una estructura tan compleja como lo es el cuerpo humano.[8] Rabí Janiná Bar Isi decía: A veces el universo en toda su grandeza es insuficiente para contener la Gloria de la Divinidad. Pero otras veces, el Eterno habla con el hombre por entre los cabellos que están en su cabeza.[9]

 

Todo lo que el Eterno creó en el universo, creó en la persona y en toda la creación no existe nada que haya sido hecho sin sentido.[10] Si adentramos superficialmente en algunos “simples” detalles de cómo estamos constituidos los seres humanos, los cuales estamos hechos de materia inanimada e inerte, pero con la capacidad de sentir, pensar, amar e infinidad de sentimientos más. Todo lo que creó el Eterno lo hizo solamente por Su honor. Y al ser humano se lo domina pequeño universo, y así, como al observar al universo indudablemente despierta la fe, así también ver y meditar sobre el cuerpo humano y todo lo que el contiene refuerza nuestra fe, como está escrito: desde mi ser puedo ver al Creador.[11]©Musarito semanal

 

 

 

“Ten al Eterno siempre en tu mente, y Él va a tenerte a ti presente”.[12]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Shemot 2:11-12

 

[2] Ídem 14

 

[3] Shemot 3:10

 

[4] Rab Lawrence Kelemen.

 

[5] Rab Noaj Weinberg.

 

[6] Pele Yoetz; Naturaleza.

 

[7] Yeshaayá 40:26.

 

[8] Meguila 14a.

 

[9] Bereshit Rabá 4:4

 

[10] Abot de Rabbí Natán 31:3.

 

[11] Iyob 19:26.

 

[12] Rab David Zaed.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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