Perek 2, Mishná 15

 

 

Rabbí Elazar dijo: Sé diligente para aprender Torá, sabe qué responder a un hereje, y sé consciente ante Quién te afanas, Quién es el Amo de tus obras, y Quién pagará la recompensa de tu labor.

 

Sé diligente en el estudio de la Torá; diligencia puede significar rapidez y energía, o puede significar regularidad y asistencia fiel. Rabbí Elazar ofrece una lección sobre el propósito del hombre, éste está vinculado al esfuerzo,[1] y así como se explicó anteriormente,[2] la creación del hombre fue únicamente para el trabajo en la Torá, y entonces dice Rabbí Elazar: se diligente en el estudio de la Torá, porque si no inviertes todo tu corazón en ello, no se considerará que te estás esforzando por ella. Y después que fuiste diligente en tu estudio, entonces tendrás los argumentos para responder a las teorías vanas que plantea un renegado. Esto quiere decir que, así como hay una Mitzvá que indica que la persona debe aprender y adquirir la Torá y tener en su boca la Ley verdadera,[3] así también es adecuado que una persona anule todos los sistemas de creencias falsas que son habituales en el mundo, porque si dejas que la falsedad habite en el mundo, al final hará que la verdad se opaque de tal manera, que la mentira dominará el mundo. Por lo tanto, no debes de dejar ningún punto de apoyo para la falsedad, (tomando las medidas precautorias que mencionaremos más adelante). Por esto la Mishná, insta en qué se deben poseer los conocimientos para poder responder a las preguntas del hereje o del renegado, porque ellos pueden traer varios argumentos, incluso basados en la Torá o del Talmud. Habrá quienes nieguen al Creador, otros que refuten que la Torá no es de origen Divino, o incluso otros que desprecien a los Eruditos de la Torá.[4] La etimología del vocablo Apikorós proviene del nombre del filósofo griego epicuro, fundador de la escuela que lleva su nombre, él instituyo la hipótesis que el objetivo de la vida, es el de liberarse del miedo a la Divinidad, y a cambio perseguir la mayor cantidad de placeres de este mundo. Otra explicación es que se deriva de la palabra Héfker, la cual es una expresión de “no tener dueño”, quiere decir, una persona que no tiene compasión de sí mismo, ya que deshonra la Torá y la trata como si no tuviera dueño. Otra explicación dice que, se refiere al hombre mismo, quien cree que no tiene dueño, y por ende, no le da importancia a las consecuencias que vendrán como resultado de su deshonra de la Torá o de aquellos que la estudian.[5]

 

Y sé consciente ante Quién te afanas, y que tu Patrón es fiel, porque Él te recompensará por tu trabajo, éste es de hecho uno de los principios de Maimónides de la fe judía. A diferencia de la filosofía idólatra, el judío cree plenamente que el Todopoderoso se involucra íntimamente con cada suceso, y por ende reprende y recompensa a cada persona según sus hechos. ¿Cómo se logra contrarrestar el consejo de los herejes? Pimero, siendo perseverantes en el estudio de la Torá, cuando uno se convierte en estudioso, nota por sí mismo la importancia que tiene lo que practica, y por ende, también respetará a los Jajamim que la pregonan, esto le otorgará la fortaleza con la cual podrá objetar fácilmente los falsos argumentos de los herejes y los renegados, sin embargo, advierten los Jajamim: estos conocimientos serán solamente para utilizarlos en caso de que te desafíen, y agregan que, aunque sientas que estás preparado para responderles, los argumentos no deben ser convincentes para ti, solamente los tendrás para poder responderles, pero, evita el ir a desafiarlos,[6] incluso si ellos vienen a provocarte, procura escabullirte, porque siempre existe el riesgo que ellos puedan cambiar para mal tu forma de pensar. Segundo, ten presente Quién es el Amo de tus obras, y a quien estas obligado a servir, Él sabe lo que está escondido en tu corazón, y este es el motivo por el cual Rabbí Elazar nos exhorta: conoce a Quién es el Amo de tus obras, dirige tu corazón y tus obras a la fe en Él.

 

            Una mujer viuda se ganaba la vida haciendo funcionar una posada a las orillas de la ciudad de Vitebsk. Tenía 3 hijas las cuales ayudaban a atender a los campesinos que venían por una comida caliente. Su orgullo y alegría era su yerno, un brillante joven el cual dedicaba todo el día al estudio de la Torá, mientras su esposa ayudaba a su madre en el manejo de la posada. El sacerdote local, comenzó a concurrir a la posada, pues le gustaba entrar en debate con el yerno de la viuda. Invariablemente el joven siempre salía victorioso de la contienda. En lugar de mostrar enojo, el sacerdote alababa al joven por su brillante oratoria. Cierto día un grupo de estudiosos de la Torá, observaron una discusión que el joven tenía con el sacerdote, se acercaron a él y le advirtieron: “¡Será mejor que evites este tipo de contiendas!”. Sin embargo, el joven sintió que tenía la fuerza para seguir luchando en favor de la verdad y decidió no hacerles caso. Un día el sacerdote le pidió al joven que fuera a contender en un debate a su superior religioso. “¡Imagina el honor que tendrás si logras derrotarlo! Y así fue como el joven siguió frecuentando y peleando contra líderes más experimentados, y siempre conseguía vencerlos.

 

            Cierto día, arribaron a la posada un grupo de estudiosos de la Torá, conversaron con el joven y en un momento interrumpió la discusión para dar su propio dictamen, pero lo hizo de una forma poco respetuosa, uno de los sabios lo amonestó y el joven se irritó por ello, pensó: “¿Acaso no se dan cuenta de lo brillante que soy? ¡Si supieran cuántas veces he derrotado a los sacerdotes, no me hablarían de esa manera! Después de este enfrentamiento, se reunió más con los sacerdotes, pues ellos sabían reconocer el respeto que él se merecía. Y así los fue frecuentando, hasta que prácticamente abandonó su hogar. La preocupada familia, fue rápidamente a consultar al Baal Hatania. De inmediato, ordenó que un quórum de 10 hombres de estudiantes recitara Tehilim durante toda la noche, implorando fervientemente al Todopoderoso para que liberara al joven de las garras de los sacerdotes, y sus suaves y enceguecedoras palabras de alabanza. Durante toda la noche, sin cesar, los hombres continuaron orando, recitando capítulo tras capítulo del Tehilim. La joven esposa y su madre, en la sección de mujeres, también estaban orando por la salvación del joven.

 

            En medio de sus plegarias, ¡repentinamente apareció el joven! sin decir palabra, se sentó entre los feligreses y se unió a ellos en los rezos, con la voz quebrada por el llanto. Nadie comprendía qué lo había traído, pero no se atrevieron a preguntarle qué había pasado. Simplemente se alegraron de que una preciosa alma judía fue rescatada de la herejía.

 

Ese día, el joven retornó a su hogar como un hombre cambiado, él y su esposa se mudaron a otro lugar, lejos de los sacerdotes que lo habían tentado al mal. La joven pareja estaba por fin en paz, cumpliendo las Mitzvot y actuando como verdaderos judíos observantes de la Torá por el resto de sus vidas.[7] ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“El temor al Eterno, cuando es puro, perdura para siempre”.[8]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Iyob 5:7.

 

[2] Mishná 2,8.

 

[3] Malají 2:6.

 

[4] Dérej Jayim.

 

[5] Rabbí Obadiá de Bartenura.

 

[6] Ikar Tosafot Yom Tob.

 

[7] Extraído de 613 historias, tomo 1, pag 26: M. Frankel.

 

[8] Tehilim 19:10.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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