Perek 1, Mishná 14 continuación…

 

 

Él [también] solía decir: Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? Y cuando yo soy solamente para mí mismo, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?

 

En el comentario anterior tratamos el principio de la Mishná que habla sobre la motivación que el hombre tiene que hacerse a sí mismo, quiere decir: si uno no se esfuerza y motiva para cumplir los mandamientos del Creador, no habrá cumplido con su misión de vida.

 

Continúa diciendo la Mishná: Y si no es ahora, ¿cuándo?  Todo el que piensa: “hoy me ocuparé de conseguir el sustento, y mañana veré qué hago con la superación personal”, estará incurriendo en un grave error, pues cada día es único e irremplazable. Debemos saber que cada día que pasa, y no mejoramos en alguna virtud o alguna cualidad, este día se habrá ido para siempre y será imposible recuperarlo. Detenernos a escuchar la tenue voz que suena en nuestras mentes, insinuando que tenemos mucho tiempo por delante, será un error muy grave, pues es la voz del Instinto Maligno, quien busca que derrochemos el valioso tiempo que poseemos, por lo que estamos obligados a silenciarlo con palabras de Musar, y así conseguir hacer a un lado la pereza inherente.

 

El Talmud relata que Shmuel le dijo a Rab Yehudá: Ven y come, ven y bebe, ya que este mundo, es como un salón de fiestas.[1]Rashí explica que, así como en un salón de fiestas hay celebraciones a diario, pero si nos fijamos bien, la gente que bailó ayer, generalmente no es la misma que bailará hoy. Y la gente que baila hoy, no es la misma que bailará mañana… La vida pasa velozmente y debemos aprovechar cada minuto que tenemos, hoy estamos “bailando y disfrutando” en este mundo, mañana no sabemos si lo estaremos haciendo. El tiempo es el reloj de la vida. No malgastemos nuestro tiempo, pues de esa materia está compuesta la vida. Sentencia el adagio: La vida...nos enseña a aprovechar el tiempo. El tiempo...nos enseña a valorar la vida.

 

Si nos encontramos dentro de una boda, vemos gente bailando, gente disfrutando, gente divirtiéndose, etc. Al otro día, acabando la fiesta, se encuentran las sillas tiradas, los platos vacíos, los vasos sucios, etc., y lo único que queda de una boda, son los “Kidushín” (el matrimonio de los novios), es decir, la música, los bailes, la comida, las bebidas, el festejo…, nada de eso se queda, sólo los Kidushín. En este mundo sucede lo mismo, después de los 120 años, lo único que queda de este mundo, son los Kidushín, es decir, lo Kodesh, los buenos actos, el estudio de Torá, el cumplimiento de Mitzvot. La vida y el tiempo... son los mejores maestros.

 

Si no es ahora, en los días de la juventud, ¿entonces cuándo? La niñez es el tiempo de sembrar, es cuando se cimenta el edificio del saber futuro. El infante debe formarse. El adolescente, asimilar los conocimientos que le permitirán ganarse la vida. Hilél se dirige, en la última parte de su máxima, al niño y al adolescente, y los exhorta a aprovechar su tiempo, ya que lo que no logren aprender en esta etapa de la vida, será muy difícil adquirirlo en la adultez y menos aún en la vejez: Aprende a apreciar lo que tienes, antes de que el tiempo te enseñe a apreciar lo que tuviste…

 

Hilél advierte: Detrás tuyo se extienden los milenios del pasado; delante, el porvenir que no has vislumbrado. El presente se desvanece, huidizo e impalpable. El instante que pasaba mientras leías la primera línea de este párrafo, ya se convirtió en pasado, y el texto que no has leído aun, pertenece al futuro, el instante presente es sumamente escurridizo y difícilmente se puede atrapar. Cuando lo ocupas para hacer la Voluntad Divina, ese instante queda inscripto para la eternidad, es como cuando se toma una fotografía, la imagen queda plasmada sobre el papel, más es solamente la imagen y no los pensamientos, las personas, sus voces y todo lo que existió en ese instante.

 

El Talmud relata que el rey David se dirigió al Todopoderoso, y le pidió que le diera a conocer la fecha exacta en la que abandonaría este mundo. Sin embargo, el Creador rechazó su petición, explicándole que existe un Decreto Divino que no puede ser anulado: “Nadie puede conocer la fecha exacta de su fallecimiento”. Después que se percató que su petición no sería cumplida, pidió que por lo menos le fuera comunicado el día de la semana en el que moriría. Esta petición fue aceptada por el Todopoderoso, quien le comunicó que su muerte sucedería en Shabbat.

 

La idea de morir en este sagrado día no fue del agrado del rey David, debido a que su cuerpo no podría ser enterrado de inmediato y permanecería sin sepultura durante algún tiempo, así que pidió que su muerte se pospusiera hasta el domingo, a lo que el Eterno respondió: “El domingo habrá llegado el tiempo para que reine tu hijo Shelomó, y ningún reinado puede interferir con el otro, ni siquiera por el grosor de un cabello”. David siguió insistiendo: “Estoy dispuesto a ceder un día de mi vida y del reinado con tal de morir el viernes”. El Creador le respondió: “Es más valioso para Mí un día de tu vida en el que te dedicas a estudiar Torá, que mil sacrificios que acercará tu hijo Shelomó sobre el altar del Templo Sagrado diariamente, por lo que aunque pretendas ceder uno de tus días, no puedo conceder tu pedido.[2]

 

¿Acaso el rey David no apreciaba el valor del tiempo? Relata el Talmud que, arriba de la cama de David había colgada un arpa, y que cada medianoche soplaba un viento del norte y hacía sonar sus cuerdas.[3] Entonces, él se levantaba como un león y se dedicaba al estudio de la Torá y a recitar y cantar alabanzas al Creador hasta que despuntaba el alba.[4] Se dirigía al Creador del mundo diciendo: “Dueño del mundo: ¿acaso no soy un devoto de tu servicio? Todos los reyes de oriente y occidente duermen hasta la tercera hora del día; en cambio yo, a medianoche me levanto a alabarte por los estatutos de Tu justicia”.[5] Al rey David, el tiempo no le alcanzaba, ni siquiera para dormir…

 

En la época en la que vivimos, los avances tecnológicos han simplificado nuestra existencia: los viajes que antes duraban semanas o meses, se realizan en unas cuantas horas, y gracias a las máquinas, los trabajos que eran pesados y tediosos, hoy pueden llevarse a cabo con facilidad y rapidez. Por lo que la consecuencia de todos los nuevos inventos debería resultar en mucho más tiempo libre para las personas, y éste debería ser utilizado en cosas de mayor provecho. Sin embargo, vemos que esto no es así, el ser humano utiliza todo el tiempo que obtiene gracias a la tecnología, lo malgasta por medio del entretenimiento y todo lo que ofrecen hoy los dispositivos electrónicos. No se pierde tiempo en la vida, lo que se pierde es la vida al perder el tiempo…©Musarito semanal

 

 

 

“La clave para la grandeza es hacer un recuento espiritual. Cada día, dedica tiempo para preguntarte: ¿Para qué estoy viviendo? ¿Qué necesito cambiar?”.[6]

 

 

 

 

 

[1] Erubin 54a.

 

[2] Shabbat 30a.

 

[3] Berajot 3b.

 

[4] Ver Tehilim 57:9-10.

 

[5] Idem 119:62.

 

[6] Rab Noaj Weinberg.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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