Esfuérzate y obtendrás la Torá

 

 

“¿Quién ascenderá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros?”. Debarim 30:12

 

 

El último día de su vida, Moshé siguió hablando al Am Israel: “Este día se asemeja al día de la entrega de la Torá. Hashem hizo un nuevo pacto, por el cual los compromete mediante un juramento”. Ellos estaban listos para entrar a Éretz Israel, la tierra de la abundancia material, existía el peligro de que se relajara el cumplimiento de las Mitzvot. Moshé explicó al pueblo como arrepentirse y retornar a Hashem a través del estudio de la Torá: Pues este mandamiento que yo te encomiendo hoy no está encubierto de ti ni es lejano. No está en el cielo para que puedas decir: “¿Quién ascenderá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, para que lo escuchemos y lo hagamos?” Ni está al otro lado del mar para que puedas decir: “¿Quién atravesará para nosotros al otro lado del mar y lo tomará para nosotros, para que lo escuchemos y lo hagamos?”. Sino que esta palabra está muy cercana a ti: en tu boca y en tu corazón, para llevarla a cabo.1

 

Rabí Aizik vivía en la ciudad de Krako, soñó una vez que debía hacer un viaje hacia Praga, transitar por los alrededores del palacio del rey, encontrar un puente que lleva a la entrada del palacio; justo en ese lugar debía escavar porque allí lo esperaba un tesoro que lo haría inmensamente rico. Despertó sobrexcitado, pero pensó: “lástima que los sueños son vanos”; se dio la vuelta y siguió durmiendo. El sueño se repitió tres veces seguidas, y entonces la mente de Rabí Aizik daba vueltas. Estaba pasando por una situación económica muy difícil, y no encontraba la salida. ¿Será posible que la solución se encuentre en simple sueño? ¡Eso ocurre en los cuentos! Pero, ¿y si fuera verdad? El riesgo era muy grande. Rabí Aizik vivía muy lejos de Praga. Ir hasta allá para comprobar si su sueño tenía algo de cierto le podría costar muy caro. Tanto tiempo lejos de su casa y de su trabajo; el dinero que se gastaría en el viaje... Pero la situación era muy apremiante, la tentación y la intriga giraban sin cesar por su mente... Hasta que tomó sus cosas y se dirigió a Praga.

 

Llegó a la ciudad y se dirigió al palacio del rey. Allí vio el puente que apareció en sus sueños. “¡Voy a empezar a cavar!”, se dijo. Pero también vio que eso era prácticamente imposible. El palacio estaba celosamente custodiado por un soldado que no permitía que nadie se acercara al puente (“¡Esto no aparecía en el sueño!”). Desilusionado por un lado, y desesperado por otro, Rabí Aizik daba vueltas y vueltas en las inmediaciones del puente, con la esperanza de que en algún momento el vigilante se distrajera lo suficiente para que le permitiera cavar y sacar el tesoro que lo haría rico. Pero estaba casi seguro de que no iba a poder hacerlo. Se veía a sí mismo como un tonto, y por hacer caso a la fantasía de un sueño, su problema se había agravado más. ¿Qué hacer? Todo lo que tenía en su bolsillo era una sola moneda con la que pagaría el viaje de regreso a su casa. Impotente, se sentó frente al puente y metió su cabeza entre sus piernas, pensando en el negro futuro que le esperaba. De pronto, sintió que alguien lo sacudía: “¿Qué te pasa, judío?”, levantó la cabeza y ¡Oh no! era el soldado que custodiaba el puente. Rabí Aizik no pudo contestar, estaba paralizado por el miedo; la cosa iba de mal en peor... “A ver, cuéntame lo que tienes. He visto que ya llevas varios días dando vueltas por aquí, y parece que estás buscando algo, más te vale que me digas la verdad”, insistió el soldado.

 

Rabí Aizik consideró que no había nada mejor que relatarle sus sueños, procuró explicar que la difícil situación económica por la que estaba pasando lo obligó a hacer el largo viaje de Cracovia hasta Praga. Al escuchar esto, el soldado estalló en una estridente carcajada. “¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Me extraña de ti, judío; tú te ves una persona inteligente. ¿Cómo puedes creer en esas cosas? ¿Acaso piensas que es posible que haya un tesoro enterrado debajo de este puente, sólo porque lo viste en un sueño?” “¡Pero no fue un solo sueño! ¡Tres noches seguidas he soñado lo mismo!”, respondió Rabí Aizik. “¡Tonterías!”, exclamó el soldado. “Yo también hace tres noches seguidas que estoy soñando lo mismo...”. “¿Y qué es lo que has soñado?”. “Soñé que en la ciudad de Cracovia, en tal calle y tal casa, vive un judío llamado Aizik, y en su patio tiene enterrado un tesoro. “¿Tú crees que ahora me voy a ir hasta allá, sólo para saber si mis sueños son mensajes reales?, ¡Cracovia! ¡Aizik! ¡En esa calle! ¿Será posible todo esto?”. El propósito de esta publicación es la difusión de los valores judaicos, sin fines de lucro.

 

 

 

Rabí Aizik no dijo nada. Dio las gracias al soldado, y se fue lo más rápido que pudo hacia su casa. Cuando llegó, cavó desaforadamente en el lugar donde le había dicho el soldado y frente a sus ojos apareció... ¡un tesoro verdadero! Se dio cuenta de que tuvo que ir a Praga no para encontrar el tesoro, sino para escuchar el relato del soldado, que le indicó que ese tesoro se encontraba en su propia casa. Rabí Aizik ciertamente se enriqueció y construyó en Cracovia un Bet Hakneset a su nombre.2

 

Si Hashem quería enriquecer a este hombre, ¿por qué no le mostró directamente en el sueño que el tesoro se encontraba justo en su propia casa? El mensaje es: El “tesoro” no se encuentra lejos de nosotros, está más cerca de lo que nos imaginamos. Mucha gente piensa que, la felicidad se encuentra lejos de él, en los deleites y placeres mundanos, estas son ilusiones falsas. La verdadera alegría está muy cerca, en el cumplimiento de las Mitzvot y en el esfuerzo que uno invierte en estudiar y entender las sagradas escrituras.

 

¿A qué se refiere la Torá cuando dice: no está en el Cielo... ni está por encima del mar... pues está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón? ¿Cómo es posible que algo tan cercano como la boca y el corazón puedan confundirse con algo tan lejano como el cielo y el mar? El hombre está formado por cuerpo alma, dos elementos que son totalmente opuestos. Hashem otorgó al hombre la sabiduría para que el alma subyugue al cuerpo, esto es lo que convierte al ser humano en una criatura superior. Todo el cosmos se rige según su naturaleza, pero el hombre tiene la capacidad y el discernimiento para apegarse a la Sapiencia del Ser Supremo, que aunque aparentemente está tan lejano como lo está el cielo, Hashem viene a mostrar, por medio de este versículo, el gran potencial que tiene el hombre; con un simple pensamiento de Torá, puede transportarse de la sombra más lúgubre a la luz más resplandeciente, elevándolo a alturas insospechadas. La Torá no se encuentra del otro lado del mar, y un si estuviese en el cielo tendrías que ir por ella, pero no es así, se encuentra en la tierra y debes esforzarte por obtenerla.3 Hay una sola puerta enfrente de todos nosotros. Cada persona tiene su propia cerradura y, a menos que cada uno gire su propia llave, la puerta nunca se abrirá. Y esto es lo que está escrito: “Porque está muy cerca de ti la cosa; ¡en tu boca y tu corazón, para hacerla...!4©Musarito semanal

 

“La persona no deja cosa sin investigar. Investiga los montes y los collados; qué hay sobre la tierra y qué hay debajo del mar; los desiertos y los bosques; los cielos y las profundidades… Sin embargo, hay algo que no investiga: cómo es la persona misma y cómo puede mejorarse.”5

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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