Aceptar la responsabilidad de nuestras acciones

 

es el principio de la teshubá

 

 

 

“Y regresarás hasta Dios tu Dios y escucharás Su voz, conforme a todo lo que Yo te ordeno el día de hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma” (30:2).

 

 

Estamos en los días llamados Yamim Noraim, los días en que debemos dedicarnos a evaluar los hechos de nuestra vida. Es una tarea que requiere de muchísima honestidad. Primero, tenemos que alejarnos de los deseos que nos ponen una gruesa venda delante de los ojos y no nos permiten ver las cosas con objetividad.

 

Cierta vez se encontraba Rabí Saadia HaGaón viajando de incógnito por varias ciudades y pasó varios días hospedado en un hotel. El dueño lo había atendido maravillosamente.

 

A los pocos días de su llegada, una persona lo reconoció. La noticia se difundió en la ciudad y la gente se reunió para honrar al Rabino. Cuando el hotelero se enteró, aumentó sus atenciones y, en el momento en que partía el Rab, el anfitrión cayó a sus pies llorando y suplicando que lo perdonase por la forma en que lo había tratado antes de enterarse de la clase de personaje que se hospedaba en su hotel. Eran los días anteriores a Rosh HaShaná. Mientras regresaban, el Rab dijo a sus alumnos: “¿Ahora comprenden lo importante que son estos sagrados días? Cada año aumentamos nuestro conocimiento acerca de la grandeza del Creador; acrecentamos por medio del estudio nuestra forma de servirle, temerle y amarle. Es por esto que cada fin de año suplicamos y lloramos por la insignificancia de nuestro servicio y por la pequeñez de nuestro honor y amor hacia Él. Conforme pasa el tiempo nos hacemos más conscientes de su grandeza, lo cual provoca que imploremos perdón por no venerarlo como corresponde”.

 

Por un lado, tenemos la tarea de reconocer delante de Quién vamos a rendir cuentas. No se trata de un rey de carne y hueso con el que podríamos encontrar una forma de engañarlo o sobornarlo. Vamos a prestar declaración delante del Rey de todos los reyes, Quien todo lo sabe. Él puede hurgar en los rincones más profundos de nuestro corazón y conocer la verdad y la intención de cada uno de nuestros actos. Por otro lado, tenemos la misión de hacer este repaso para saber en qué situación estamos, así como reconocer y aceptar la culpa de nuestros errores para, posteriormente, hacernos el propósito de enmendar todas aquellas acciones que no fueron acordes con la Voluntad de nuestro Creador.

 

Elazar ben Durdayá se desvió del camino. Se dejó llevar por la tentación y la pasión. Llegó a cometer graves transgresiones. Un día, una mala mujer lo ridiculizó. Esto lo hizo despertar y decidió retornar al Camino de Hashem. Salió de la ciudad y cuando se encontraba angustiado y solo en el campo, clamó: “Montañas, ¡pidan misericordia para mí!”. Las montañas le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotras!”. Entonces él se dirigió al Sol y a la Luna: “¡Pidan misericordia para mí!”. Le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotros!”. Desesperado, miró hacia otro lado y dijo: “Estrellas y planetas, ¡pidan misericordia para mí!”. Le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotros!”.

 

Elazar se sentó en el suelo y se puso a llorar. Después de una profunda introspección, puso su cabeza entre sus rodillas y exclamó: “¡He derrochado mi vida cometiendo todo tipo de inmoralidades! ¡Tengo que retornar a mi Creador! Es mi responsabilidad. ¡Tengo que hacerlo yo mismo!”. Lloró y lloró arrepentido por sus actos, hasta que su alma se desprendió de su cuerpo y se elevó hacia las alturas. A continuación se escuchó una voz desde el Cielo que dijo: “Elazar ben Durdayá se merece la Vida Eterna”.

 

Los Jajamim nos ofrecen una hermosa explicación: “Cuando Elazar se sintió encerrado en su problema, buscó la forma de evadirlo tratando de atribuir la responsabilidad a fuerzas externas, en lugar de encararlo como debía ser. Primero pidió a las montañas, que simbolizan a sus padres.[1] Quiso decir: ‘No fue culpa mía. No fui educado correctamente. Mis padres no tuvieron el tiempo ni la paciencia para ocuparse de mí….’. Su petición fue rechazada.”

 

“Entonces intentó justificar sus errores dirigiéndose al Cielo y a la Tierra, que simbolizan a la sociedad en la que vivía. Argumentaba que la gente con la que se juntaba había moldeado su personalidad; decía que si hubiera crecido en otro ambiente, habría sido otra persona. Su petición fue rechazada.

 

“Continuó intentando: ‘Sol y Luna, ¡ayúdenme!’. Ellos son el símbolo de la abundancia y la prosperidad.[2] Él quiso culpar a la opulencia de la sociedad en la que había vivido: ‘Todo lo que conocí fueron cosas materiales. Crecí en la plétora de la abundancia. Lo único que buscaba en la vida era el gozo. Eso fue lo que me enseñaron. Si yo hubiese carecido de toda esa exuberancia, no habría cometido esas transgresiones…’. Pero tampoco fue aceptado este argumento.

 

“Finalmente, cuando su desesperación llegó a un punto insoportable, clamó a las estrellas y a los planetas, que simbolizan el destino con el cual nace cada persona. Está escrito que la posición en que se encuentran los astros al momento del nacimiento de un ser humano, influye sobre el carácter y la predisposición que va a tener la persona para ciertas cosas, ya sean buenas o lo contrario.[3] Intentó zafarse con el pretexto de que su propensión a la promiscuidad fue lo que lo instó a pecar. Le respondieron que el destino de Israel está por encima de los astros, y aun cuando ello hubiera influido, la plegaria tiene la fuerza de cambiarlo, por lo que su argumento fue refutado.

 

“Cuando vio que no tenía escapatoria, Elazar ben Durdayá comenzó a hurgar en su conciencia y encontró la verdad: ‘No hay ningún factor externo sobre el cual pueda trasladar la responsabilidad. ¡Cada quien es responsable por sus actos!’.”©Musarito semanal

 

“Despierten los durmientes de su sueño y de su letargo, y busquen en sus acciones. Vuelvan en teshubá y recuerden a su Creador.”

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ver Bamidbar 23:9.

 

[2] Ver Rashí, Debarim 33:14.

 

[3] Shabat 156a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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