Hashem está siempre contigo.

 

 

 

“¡No temas!... Pues tu Señor es tu Artifice”. Yeshayá 54:4-5

 

 

Esta semana leeremos la quinta de las siete profecías de consuelo para el Pueblo de Israel. Yeshayá HaNabí se dirige a una nación abatida, derrotada por los asirios y caldeos. Los exhorta a no perder la fe, a evocar el Pacto que Hashem hizo con los Patriarcas, Él prometió protegerlos y conservarlos a través del tiempo hasta la redención final.

 

El profeta compara a la ciudad de Yerushalaim con una mujer, la cual es despojada de sus hijos un par de veces; la inconsolable mujer mira a sus vecinas acariciando a sus bebés, se mortifica al pensar que jamás experimentará de nuevo la alegría de crear vida y ver a sus hijos crecer. Yerushalaim sufre y encoge sus hombros debido a su soledad, Hashem la estimula por medio del profeta con palabras de esperanza: Ensancha tus hogares y tus fronteras, estos resultarán demasiado estrechos para acomodar a las multitudes de los hijos que se reunirán para traerte, en forma totalmente inesperada, el consuelo y la gratificación.[1] Sé que te sientes como aquella mujer que fue expulsada de su hogar, He ocultado Mi Rostro por un instante de ti por el enojo, pero fue sólo un enojo efímero en comparación con la benevolencia del perdón del pecado, pues Mi misericordia vino como consecuencia de la eterna benevolencia que tuve al perdonar tu pecado para siempre.[2] Sé que el dolor y sufrimientos del abandono fueron dolorosos, pero te aseguro que a comparación con la grandeza de la futura redención, serán para ti como un pequeño instante de malestar, pues con gran misericordia te recogeré. El amor que siento por ti se oculta tras un delgado velo, pero es más robusto y duradero que las colinas y las montañas.[3]

 

La congregación de Israel está en exilio, pero no está sola, demuestra su singularidad en muchos sentidos; sabe que Hashem está allí a su lado, conoce a su Hacedor, a su Artifice. Cuando un artista esculpe una obra muy frágil y delicada, tiene miedo de exhibirla, pues existe siempre el riesgo de que se pueda maltratar o incluso romper. Si el escultor es el rey, dormirá tranquilo, pues sería prácticamente imposible que alguien pudiese dañarla, la pondría a la vista detrás de un grueso cristal, además que estaría custodiada por sus fieles y valientes soldados.

 

Yeshayá le dice al pueblo de Israel: “Ustedes son tan vulnerables e indefensos como lo es la paloma, la especie más perseguida de todas las aves, a pesar de su precaria existencia, se le encuentra en todas partes, ella se hace ver y oír.[4] Es verdad que ustedes son débiles, pero también lo es el hecho que El Dueño de toda la fuerza y de todos los ejércitos es Quien protege a cada uno en particular como si fuera su obra más preciada”.

 

Es por este motivo que al terminar de recitar la plegaria del Kriat Shemá, inmediatamente después de decir Emet (es Verdadero), debemos pronunciar sin interrupción la oración VeEmuna: Es fidedigno todo esto, y firme sobre nosotros, que Hashem es nuestro D-os, y no hay nada más fuera de Él, y nosotros somos su pueblo; El que nos rescata de manos de reyes, El que nos redime, nuestro Rey, de las palmas de los tiranos; El Todopoderoso que castiga por nosotros a nuestros opresores, que paga su merecido a todos los enemigos de nuestra alma; El que pone nuestra alma en la vida y no dejó tropezar nuestras piernas; El que nos hace pisotear sobre los pináculos de nuestros enemigos, y elevó nuestro vigor sobre los que nos odian.

 

En la época de Solimán el Magnífico, los judíos de Yerushalaim vivían tranquilos, varios de los residentes gentiles, los envidiaban y continuamente trataban de desacreditarlos ante el gobernador, quien hacía oídos sordos a sus acusaciones, hecho que fue incrementando el odio hacia ellos. Un viernes por la noche, los adversarios decidieron terminar con la buena reputación de los judíos, se reunieron en secreto, secuestraron, mataron y arrastraron el cadáver del hijo del gobernador hasta el interior de la sinagoga. A la mañana siguiente, el Shamash descubre la terrible escena y corre a avisarle al Rab Klonimus Haberkstein. El Rab exclamó: “¡Ay! ¡Qué nos han hecho nuestros enemigos! Todos estamos en peligro. Ve y reúne en la sinagoga a todos los judíos, viejos y jóvenes. Que recen, que digan vidui, que se arrepientan. Que le lloren a Hashem, quizás tenga piedad de nosotros. ¡Deprisa! ¡Corre! Yo prepararé algunas cosas”. Mientras tanto la madre del niño despierta y al darse cuenta de la ausencia del niño corre a avisar a su marido. El gobernador llama a todos sus servidores y les ordena buscar a su hijo. Los asesinos sabían exactamente a dónde ir, se dirigieron hacia a la Sinagoga. Y, por supuesto, descubrieron el cuerpo del niño. Fingiendo sorpresa y conmoción, corrieron a contarle su descubrimiento al gobernador. “Excelencia, encontramos el cuerpo de su hijo en la sinagoga”. El gobernador se dirigió de prisa al lugar. Durante todo el trayecto aprovecharon para llenar de injurias a los judíos.

 

Cuando el gobernador vio a su querido hijo en el suelo, no pudo contener por más tiempo su furia y bramó: “¡Judíos sin corazón! ¡Voy a vengar la sangre de mi hijo! Ordenó la detención de los Rabinos y los encargados de la comunidad. ¡Voy a descargar toda mi furia sobre ustedes!”. Los judíos estaban aterrados y clamaban al Eterno. Rab Klonimus también rezó implorando la Misericordia de Hashem y solicitó al gobernador una oportunidad para descubrir a los asesinos. El Rab tomó un pequeño pergamino, escribió unas palabras y colocó el escrito sobre la frente del niño y le ordenó: “Levántate y dinos exactamente cómo y dónde te mataron. Dinos también quiénes fueron tus asesinos”. Todos los presentes contuvieron la respiración, lentamente, el niño se levantó y empezó a narrar los hechos. Nadie se atrevía a moverse. El niño se dirigió a su padre y solicitó traer una piedra del lugar donde lo habían masacrado, un soldado corrió hacia el lugar y volvió con la prueba, en cuanto la depositó ante los pies del gobernador, el niño cayó al suelo, sin vida. El padre ordenó eliminar a los asesinos en la plaza central de la ciudad![5]

 

En la Hagadá de Pésaj dice: “Y ella, la promesa, fue la que mantuvo a nuestros antepasados y a nosotros, pues no solo uno fue quien se levantó contra nosotros para exterminarnos, sino que en cada generación se levantan contra nosotros para aniquilarnos, más el Santo Bendito es Él nos salva de sus manos…”. Un judío jamás debe temer: Él no duerme ni se adormece, el Guardián de Israel.[6] La salvación de Hashem surge milagrosa y nos rescata de nuestros enemigos: Hashem peleará por ustedes, y ustedes callarán.[7] © Musarito semanal

 

 

 

 

“El Am Israel siempre está solo, pero el Yehudí nunca está solo”.[8]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yeshayá 54:2-3.

 

[2] Ídem 54:7-8.

 

[3] Ídem54:10.

 

[4] Ver Shir HaShirim 2:14.

 

[5] “La Hagadá de Breslov” © Breslov Institute Research

 

[6] Tehilim 121:4.

 

[7] Shemot 14:14.

 

[8] Rabenu David Zaed.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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