Todo lo que sucede es para tu bien

 

“[El Faraón] les dijo: ¡Miren que el mal los confronta!” (10:10).

 

 

Explica Rashí que el Faraón decía a Moshé y a Aharón que no se fueran de Egipto. El monarca les advertía que por medio de sus conocimientos astrológicos vislumbraba que la estrella Ra’a se cernía sobre el Pueblo de Israel, y el presagio que caía sobre ellos indicaba que si salían al desierto se derramaría mucha sangre. El Pueblo de Israel tembló al escuchar esto; sabían que el Faraón era un experto astrólogo. De hecho, su predicción resultó acertada; en realidad la estrella simbolizaba sangre para el Pueblo Judío.

 

Entonces, ¿cuál fue la interpretación de su presagio?

 

Los Jajamim responden que cuando Am Israel pecó con el Becerro de Oro, Hashem quiso exterminar a los pecadores. Moshé clamó pidiendo misericordia y dijo a Hashem: ¿Dirán los egipcios que sacaste al pueblo para hacerles el mal (ra’a)?

 

El argumento de Moshé despertó la Misericordia Divina. Hashem reconsideró y elevó el destino del pueblo sobre las estrellas, y transformó esa sangre de muerte en sangre del berit milá. Yehoshúa circuncidó en el desierto a todo varón antes de entrar a la Tierra de Israel.[1]

 

Vemos aquí que aun los decretos que no son buenos para cierto grupo de personas, o incluso para un país entero, pueden ser cambiados por bendiciones. En el Talmud está escrito que si una ciudad tiene decretado que por culpa de sus pecados las lluvias de ese año sean escasas, pero toda la ciudad retorna en teshubá, Hashem hace que, aun cuando el agua que cae en forma de lluvia sea escasa, cada gota caiga en el lugar que necesita para que los cereales y los frutos crezcan sanos y jugosos. En cambio, cuando se decretan lluvias abundantes y la ciudad no se comporta como Hashem espera, las lluvias caen antes de que se siembren las semillas, o en los bosques y los desiertos.[2]

 

Sucedió cierta vez que Rabí Yehoshúa ben Leví pidió a Eliyahu HaNabí que lo dejara acompañarlo para ver sus hechos. El profeta aceptó y emprendieron la marcha. Después de un rato, entraron a la casa de cierto hombre pobre que los recibió con rostro amable y los atendió con honor, y aún más de lo que sus posibilidades le permitían. A media noche, Eliyahu se levantó y mató a la vaca del anfitrión. Este animal era tan querido para el anfitrión cono la pupila de sus ojos, pues con su leche mantenía a toda la familia. Rabí Yehoshúa se sorprendió mucho de este acto. Eliyahu HaNabí le reveló el secreto: “Gracias al favor que hizo con nosotros y al honor que nos dio se salvó de algo peor, pues se le había decretado del Cielo que esa noche muriera su amada esposa, y la muerte de su animal fue su expiación…”.

 

Un hombre había gastado una fortuna para que su hijo aprendiera astrología. El joven se esmeró en sus estudios y se graduó con honores. El padre, emocionado, invitó a su hijo a salir al campo para poner a prueba sus nuevas habilidades. El joven observó por un largo rato las estrellas. Mientras hacía sus cálculos y anotaciones, el padre lo interrumpió: “Dime, hijo, ¿qué ves en mi destino?”. El joven observó el firmamento y respondió: “Estoy viendo que tu caballo morirá”. Al otro día, el hombre madrugó, se dirigió al mercado y se apresuró a vender su caballo. En otra ocasión, el joven miró las estrellas y reveló a su padre que se había decretado que su casa se incendiaría. El hombre fue rápidamente y la vendió. Pasaron más sucesos como esos hasta que, finalmente, el hijo observó en las estrellas que habían decretado que los días de su padre llegaban a su fin. El hombre comenzó a llorar con gran amargura, ya que esta vez no tenía cómo escapar del decreto. Entonces se percató de que, de haberse cumplido los decretos “negativos” del caballo o de la casa, quizá se hubiese salvado…

 

El Pueblo de Israel está por encima de las estrellas. El yehudí puede cambiar todo decreto para su bien. Por tanto, debe recibir todo sufrimiento, pérdidas y tormentos con alegría.[3]

 

Un hombre viajaba en un barco cuando una terrible tormenta se desató. La nave subía y bajaba entre las olas gigantes. De repente se escuchó un estruendo y todo fue a parar al agua. El hombre se asió de una tabla que encontró y, después de que amainara la tormenta, se encontró completamente solo. Lo único que se divisaba eran algunos trozos de lo que había quedado de la embarcación.

 

El hombre estuvo flotando a la deriva durante un par de días, hasta que la corriente lo arrojó a la playa de una isla desierta. Rezó con intenso fervor, suplicando a Hashem que lo retornara a su hogar. Pasaron algunos días y lo único a la vista era el horizonte vacío. Comenzó a construir una pequeña choza para protegerse de las inclemencias del tiempo; la edificó en el lugar más alto de la isla, para así ver cualquier embarcación que pasara por allí.

 

Un día, mientras buscaba alimento, observó desde lejos que su choza ardía en llamas. El humo subía hacia el cielo.

 

“¡Ahora sí lo he perdido todo! ¡Hasta las pocas pertenencias que logré rescatar han desaparecido!” Triste y confundido, lloraba y gritaba: “¡Hashem! ¿Cómo pudiste hacerme esto? No sólo me has abandonado a mi suerte en esta desolada isla, ¡sino que también me quitas mis pertenencias…!”. Y llorando se quedó dormido sobre la arena.

 

Un fuerte ruido lo despertó. La sirena de un barco se escuchaba cada vez más fuerte. “¿Será posible? No, seguro sigo dormido.” Pero no; el hombre siguió escuchando el sonido. “Esto significa que….”

 

Poco después, varios marineros desembarcaron y le preguntaron si se encontraba bien. El náufrago les preguntó: “¿Cómo supieron que estaba yo aquí?”. Le respondieron: “Vimos las señales de humo que nos hiciste...”.

 

Debemos ver todo positivamente. Si perdiste el tren no pienses que llegaste tarde, sino que llegaste temprano para tomar el próximo. Todo está manejado para ti desde el Cielo. La persona que vive de esta manera se sentirá siempre alegre y nunca tendrá motivos para estar triste con lo que el Todopoderoso le ha deparado, porque comprende que todo lo que Hashem dispone es para un buen fin. Pues la palabra del Eterno es recta y toda su obra está hecha con verdad.[4] Lo peor que puede pasar a una persona es que pierda la confianza en Su Creador.[5]©Musarito semanal

 

“Finalmente, todo proviene del bien y terminará siendo bueno.”[6]

 

 

 

 

 

[1] Ver Yehoshúa 5:9.

 

[2] Taanit 9b.

 

[3] Pelé Yoetz, “Redención y expiación”.

 

[4] Tehilim 33:4.

 

[5] Rabí Israel Baal Shem Tob.

 

[6] Rab M. Jaim Luzzato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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