Cuidar la Santidad del Bet HakEnéset

 

 

 

“Hashem va a guerrear por ustedes, y ustedes permanecerán en silencio” (14:14).

 

 

Tan pronto como Am Israel hubo partido de Egipto, el Faraón se arrepintió de dejarlos salir. Reunió a todo su ejército, hizo un llamado a los soldados prometiéndoles grandes riquezas, llenó sus carros de joyas y comenzó la persecución de los que antes le sirvieron como esclavos. Muy pronto los egipcios estuvieron pisando los talones a los yehudim. Al ver a los soldados, Am Israel quedó dominado por el pánico. Fueron rápidamente y se quejaron con amargura ante Moshé: ¡Habría sido mucho mejor para nosotros servir en Egipto que morir en el desierto! Moshé les aseguró que Hashem lucharía por ellos una vez más y les advirtió: “No teman. Manténganse serenos y verán la salvación de Hashem. Él va a guerrear por ustedes, a condición de que ustedes permanezcan en silencio…”.[1]

 

En un sentido metafórico, este versículo nos trasmite un aleccionador mensaje sobre el respeto que debe reinar en la sinagoga durante los rezos.[2] Hashem está diciéndonos:

 

¿Quieres que me haga cargo de tus problemas?

 

¿Quieres que Yo cuide tu salud, tus posesiones y tu sustento?

 

¿Quieres que quite de encima a todos tus enemigos?

 

Sólo te pido una cosa: ¡guarda el debido respeto cuando te encuentres en Mi Casa!

 

Cuando los judíos fueron exiliados de Tierra Santa, después de la destrucción del Bet HaMikdash, se dispersaron por todo el mundo. Hashem dijo: Aunque Yo los he alejado y esparcido entre las naciones, seré para ellos un pequeño Santuario en las tierras adonde ellos se han ido.[3] De acuerdo con el Talmud, un pequeño Santuario se refiere a las sinagogas y las casas de estudio.[4] Una persona que asiste a un Bet HaKenéset tiene conciencia de que se encuentra en el Palacio del Glorioso Rey. ¡Y cuando reces, debes saber delante de Quién rezas![5] ¡Estás ante el ensalzado y temible Rey![6]

 

¿Cómo es posible que en el momento de la tefilá o cuando se lee el Séfer Torá no guardemos el comportamiento que es digno para el lugar donde nos encontramos?

 

¿Cómo tenemos el atrevimiento de platicar con las demás personas en la Jazará o en el Kadish?

 

Debemos sentir el mismo temor y respeto que alcanzó Am Israel cuando recibió la Torá en el Monte Sinaí. Dice el Midrash que en ese momento toda la Creación calló; ni siquiera un pájaro cantó. ¡Hubo silencio absoluto! Gozamos del gran privilegio de encontrarnos con la Presencia Divina en todos nuestros rezos. El pecado de menospreciar la Santidad de los Baté Kenesiot y Baté Midrashot puede llegar a retrasar la llegada del Mashíaj, y la persona que no se cuida en esto se convierte en responsable de las penurias que soporta Am Israel en este largo Galut. Todos los días rogamos a Hashem que podamos gozar de ver con nuestros ojos la construcción del Bet HaMikdash. ¿Cómo va a concedernos Su Lugar Más Sagrado, cuando no respetamos el Bet HaKenéset, que es su representante menor?

 

Quien guarda la compostura debida y no conversa dentro del recinto, ni aun cuando no se esté rezando, ello lo conduce a la humildad y al temor al reflexionar que está ante Hashem, y por eso permanece en silencio, para no hacerlo enojar con sus palabras; gracias a esto adquirirá integridad.[7] ¡Cuántas cualidades excelentes y cuántas bondades adquieren aquellos que se cuidan de hablar palabras vanas en el Bet HaKenéset! Fue dicho sobre ellos que verán buena descendencia y tendrán larga vida; por su intermedio se concretarán cosas buenas que serán de agrado para el Creador; no verá el dolor del mal y nunca le faltará el pan.[8]

 

Uno de los alumnos de Rab Abigdor Miller se acercó al él para contarle con gran dolor que los médicos le habían diagnosticado cáncer, y antes de comenzar con los tratamientos que le habían indicado deseaba que le aconsejara qué hacer. “Te haré una pregunta”, le dijo Rab Abigdor; “en el lugar donde tú rezas, ¿se habla mientras hacen tefilá y cuando leen la Torá?”. El joven agachó la cabeza y reconoció que sí lo hacían. “Entonces”, prosiguió el Rab, “no se me ocurre cómo remediar tu enfermedad.” Inmediatamente el alumno comprendió qué debía hacer. Se cambió de Bet HaKenéset a otro donde no se hablaba durante los rezos y la lectura del Séfer Torá. Y ante la sorpresa de sus doctores, se curó completamente. Ellos no entendían como había sucedido.

 

La mayoría de los Jajamim sostienen que respetar la santidad de los Baté Kenesiot y Baté Midrashot es una mitzvá de la Torá, como está escrito: Umikdashí tirau (“A Mi tabernáculo temerán”).[9] Esto quiere decir que, cada vez que la persona habla cosas vanas en los Baté Kenesiot y Baté Midrashot, está transgrediendo una mitzvá directa de la Torá, equivalente a no ponerse tefilín o no comer matzá en Pésaj.[10] ¿Cuántas palabras dice “sin querer” la persona dentro del Bet HaKenéset? Si fueran (entre mañana, tarde y noche) sólo cincuenta palabras por día, al mes serían mil quinientas; ¡al año son dieciocho mil y en 80 años son más de un millón de pecados indicados por la Torá! ¡Cuidémonos y dejemos de hablar en los Baté Kenesiot y Baté Midrashot!

 

En la comunidad Nitée Abigdor, en los Estados Unidos, durante la fiesta de Simjat Torá, antes de que los niños subieran a la Torá para recibir la bendición de HaMalaj HaGoel (una bendición de protección que se dice ese día), una persona se acercó al Rab para pedirle que bendijera especialmente a su hijo, de tres años y el cual subiría con el resto de los niños, porque también padecía aquella enfermedad.

 

El Rab, que había conocido los sucesos, relatados directamente por su protagonista, pidió silencio al público y contó la historia de Rab Miller. Al finalizar, pidió a todos que, ante el hecho de que un niño tan pequeño hubiera sido golpeado por esa enfermedad, se comprometieran en conjunto a no hablar en medio de la tefilá, a partir de la Perashá Bereshit hasta la Perashá Vezot Haberajá. Es decir, todos y cada uno cuidarían la santidad del recinto durante un año. Agregó que, por este mérito, pidieran a Hashem que enviara una pronta curación al pequeño. Todos estuvieron de acuerdo y, después de un tiempo, al repetir los exámenes clínicos, los médicos descubrieron sorprendidos que la enfermedad había desaparecido, como si nunca hubiera existido…

 

Cuando Hashem solicitó a Moshé que construyera el Mishkán le dijo: Habla a los Hijos de Israel, y déjalos tomar para Mí una ofrenda... y déjalos hacerme un Mishkán para que more entre ellos.[11] Uno de los objetivos del Mishkán fue permitir a cada persona sentir la Presencia Divina en su vida personal. Hashem quiere que seamos un reino de líderes espirituales para el mundo y una nación santa. Demostrémosle que somos capaces de mejorar nuestro comportamiento dentro de nuestros Baté Kenesiot y Baté Midrashot. Debemos comprometernos a no hablar durante los rezos, la jazará y la lectura de la Torá, y decir a todos los que asisten al mismo knis que nosotros ya no hablamos allí.

 

Hace unos cincuenta años había un Bet HaKenéset en Alemania. Era un lugar muy especial, ya que la gente que asistía allí se cuidaba de no hablar nada que fuera ajeno a la plegaria o al estudio de la Torá. Cuando algún visitante llegaba y hablaba en la tefilá, se le acercaba el shamash y le entregaba un papel que decía: “En este Bet HaKenéset no se habla en la tefilá”. Si seguía hablando, lo sacaban de inmediato del edificio. Este Bet HaKenéset existe aún hoy; los alemanes no pudieron destruirlo y todos los libros de Torá y los Sifré Torá permanecen intactos.

 

Además de no hablar cosas vanas dentro de los recintos sagrados, debemos cuidarnos de apagar los teléfonos celulares mientras nos encontremos allí. Estos aparatos interrumpen la concentración del que está rezando y, si llega a sonar, también sacará de sus pensamientos a los demás. Quien utiliza estos aparatos durante su estudio o durante el rezo para cosas vanas se compara a una persona que trae a un rey un platillo muy fino y exquisito, pero dentro de éste se encuentra una cucaracha muerta. ¡Por más fino y elaborado que sea ese platillo, se va a considerar una gran ofensa contra el rey! Es igual a aquel que se encuentra estudiando las exquisitas palabras de la Torá o leyendo Salmos, o cualquiera de las bellísimas plegarias que se encuentran impresas en el Sidur: es considerado como un Cohén que acerca su ofrenda delante del Creador. Todo esto es muy loable, pero si se mezcla con algo que es repugnante delante del Rey, en lugar de glorificarlo estamos insultándolo…

 

Seamos un ejemplo para nuestros hijos mostrándoles, por medio de nuestro ejemplo, que sabemos comportarnos a la altura del lugar. El niño que ve a su padre hablando en el Bet HaKenéset, tomará su ejemplo y lo hará también, ya que el niño, por instinto, hace lo que ve del padre; y si el padre no se cuida, el niño lo hará.

 

Un buen consejo que escuchamos de Rab Yehudá Ades puede sernos útil para conseguir este objetivo: “Dice la Halajá que cuando uno hace tefilá, debe poner en su mente que está frente a Hashem”. Preguntó el Rab: “¿Cómo podemos realmente sentirlo, si no lo vemos? Si en ese momento recordamos algún jésed (favor) que nos haya hecho Hashem, eso nos ayudará a sentir que verdaderamente estamos frente a Él”.

 

De todas las tefilot que hacemos en nuestra vida ninguna debe ser igual a la otra. No debe ser algo mecánico y monótono, sino que se debe pronunciar con emoción renovada. Y cuando de nuestra boca salen las palabras con la intención del corazón, baja mucha abundancia del Shamaim, los Portones se abren y todo el mundo se beneficia de ello. Como recompensa, de Cielo ayudan a tener pensamientos adecuados en la tefilá. Y Yo residiré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a Mi pueblo.[12]

 

Todo el que se cuida y no habla en el Bet HaKenéset y el Bet HaMidrash verá hijos y larga vida, Hashem estará con él y no le faltará sustento, Hashem siempre escuchará sus ruegos y, cuando muera después de ciento veinte años, descansará en paz.[13]©Musarito semanal

 

“Yo, por tu gran amor, vendré a Tu Casa; me inclinaré con reverencia ante el Santuario de Tu Santidad con gran temor hacia Ti.”[14]

 

 

 

 

 

[1] Shemot 14:14.

 

[2] Jumash: Mor Deror, tomo II, pág. 123.

 

[3] Yejezkel 11:16.

 

[4] Meguilá 29a.

 

[5] Berajot 28:2.

 

[6] Pelé Yoetz, “Tefilá”.

 

[7] Pelé Yoetz, “Conversación”.

 

[8] Babé Hahamudim.

 

[9] Semag, Semak, Jafetz Jaim, Ben Ish Jai, Gaón de Vilna y otros (Kedushat Bet HaKenéset, Bet HaMidrash, pág. 28).

 

[10] Kedushat Bet HaKenéset, Bet HaMidrash, hoja 29.

 

[11] Shemot 25:2-8.

 

[12] Melajim I 6:13.

 

[13] Rab Jaim Palagi.

 

[14] Tehilim 5:8.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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