Perashat Koraj

 

“Koraj, hijo de Itzhar, hijo de Kehat, hijo de Levi, tomó…”. 16:1

 

 

Koraj estaba ofendido porque Moshé no le había asignado una función sobresaliente en la dirección de Am Israel. Él asumía que le correspondía ser el Nasí (líder) sobre la familia de Kehat. Su deseo por gloria y la envidia, lo llevaron a rechazar y negar las palabras de Moshé e incitó al pueblo a ir en su contra, decía que la repartición de los oficios no se había hecho como Hashem lo había ordenado, sino que Moshé lo había hecho de acuerdo a su criterio y conveniencia. Hablaba en contra de él hasta que consiguió reunir a 250 seguidores que lo apoyaron en su rebelión.

 

Dice el versículo: Y tomó Koraj, ¿Qué tomó? La Torá no lo especifica. ¿Acaso se llevó algo? Todos sabemos que él y todos sus bienes se hundieron hasta el abismo. ¿Por qué la Torá no utilizó otro término como discutió o se reveló Koraj? Es verdad, él no tomó nada, entonces ¿a qué se refiere el versículo? Su corazón lo tomó a él, como dice el versículo: ¿Cómo te ha tomado tu corazón?[1] Su celo y ambiciones le hicieron perder todo cuanto poseía….

 

Un individuo se encontraba a las afueras de un banco. Maquinaba la forma de entrar a robar. Un fornido guardia custodiaba la puerta y revisaba a todos los que entraban a la sucursal. ¡Necesitaba meter una pistola! Para eso debía burlar al guardián. El ladrón se devanaba los sesos pensando la forma de ingresar…. “¡Lo tengo!” exclamó, “me disfrazaré de policía así podré ingresar con el arma y cometer el asalto”. Consiguió el disfraz, se acercó a la puerta, saludó a “su colega” e ingresó sin ser revisado. Caminó hacia la ventanilla, sacó el revólver y le dijo a la cajera: “¡Esto es un asalto, ponga rápido en esta bolsa todo el dinero que tenga, si la veo hacer algo distinto le disparo!”. La empleada sabía que no debía oponer resistencia y procedió a llenar la bolsa, la puso frente al bandido, éste estiró su brazo para tomarla y sintió algo que se clavaba en sus costillas: “¡Suelta el arma y levanta las manos!”. “¡Oh no! El guardián me descubrió”, volteó esperando verlo y para su sorpresa, encontró al hombre que se formaba detrás de él apuntándole con un arma… “¡Otro ladrón! ¿Acaso es el único banco para robar?…”, pensó. El hombre le arrebató el arma, con destreza, sacó unas esposas y colocó una en su muñeca y la otra en la del ladrón mientras le ordenaba: “¡Tendrás que acompañarme!”. El ladrón no salía de su sorpresa: “¿A dónde quieres que te acompañe? ¿Quién eres tú?”, cuestionó. El hombre respondió: “Trabajo en la policía secreta, nos vestimos de civiles para atrapar a bribones como tú. Ahora ¡Andando! el juez te espera”, dijo mientras lo empujaba hacia la puerta.

 

Mientras salían del banco, los clientes y empleados aplaudían la heroica hazaña. En el camino se encuentran con un hombre que se para frente a ellos: “Sr. Cohen, yo pensé que usted era una persona honrada, decente y tranquila. ¡Vaya! Llevamos años siendo vecinos y nunca pensé verlo esposado a un policía… Se dirigió al “policía” y le preguntó: “¿Qué fue lo que hizo?”. El “civil” conocía a su vecino y sabía que tenía una lengua muy larga, así que decidió detener su marcha y explicarle: “Entiendo su desconcierto y trataré de explicarle porque las cosas no son como aparentan. Tendré que descubrirle mi identidad; Soy policía, trabajo encubierto y gracias a mi disfraz puedo aprender a bribones como éste, lo acabo de atrapar tratando de robar un banco y lo llevo a la comisaría…”. El vecino levantó la cabeza mientras decía: “¡Oooh! No sabía que tenía un puesto tan importante ni que fuera tan hábil para atrapar ladrones… El “policía” sabía que no tenía escapatoria, se le ocurrió que por lo menos podría vengarse de su captor, entonces le dijo al vecino. “¿Acaso vas a creer esta ridícula historia? ¡Él es el ladrón y yo soy quien lo lleva al cuartel! ¡Qué te dice este uniforme! Llevamos mucho tiempo tratando de capturar a este malhechor, ha cometido un sinfín de atracos, pero al fin va pagar sus fechorías”. El vecino miraba a uno y a otro confundido… El captor decidió que debía terminar con la farsa y entonces le dijo a su vecino: “¿Quiere usted realmente saber quién atrapó a quién?” “¡Pues claro que lo quiero saber! ¿Cómo piensa demostrarlo?”. “Muy fácil” dijo, ¡sólo encuentre quién tiene las llaves de las esposas, él es el captor y el otro es el prisionero, mire aquí están las llaves, ahora con su permiso tengo que llevar a este ladrón a su condena…![2]

 

El Saba de Novardok explica la moraleja de la fábula. Está escrito: Todo designio del corazón del hombre es malo desde su juventud.[3] Los Jajamim explican que el versículo hace referencia al embrión que se agita para salir del vientre de su madre, desde ese momento se introduce en él la Inclinación del Mal[4] ¡El hombre está atado a sus ambiciones y deseos desde que nace! La pregunta es: ¿Quién tiene las llaves? ¿Quién manda sobre quién? Si en un momento de tentación el hombre puede escapar de ello, significa que él está dominando la situación… si sucede lo contrario, significa que está encadenado a sus impulsos malignos. ¿Cuál es la llave para abrir esa cadena? Dice el Talmud: He creado el Yetzér Hará (instinto maligno). Y también he creado su antídoto, que es la Torá. Si ustedes estudian Torá, no caerán en su trampa.[5] Si te encuentras con ese villano (el Yetzér Hará), llévalo al Bet Hamidrash; si es una roca, se desmoronará; si es de hierro, se hará pedazos.[6]

 

El instinto maligno juega con nuestra imaginación y nos hace creer que las cosas son diferentes a lo que realmente son. Imaginemos a una persona sentada en un cuarto oscuro. Frente a él tiene un proyector que le muestra fotografías sobre una de las paredes del cuarto. Este hombre no tiene otra opción que suponer que lo que ve es real, si encendemos una pequeña linterna, la luz que emana de ella hará desvanecer las imágenes y el espectador comprenderá que lo que suponía real no lo era. Esto es lo que sucede con el hombre, todo tiempo que permanece en la “oscuridad”, ve las propuestas del Yétzer Hará como grandes oportunidades para deleitarse, el hombre se ilusiona y se muestra ansioso por aprovechar la gran posibilidad que se le brinda ¿Por qué no? ¡Promete grandes garantías de éxito! Debemos saber que todo es un vil engaño, solamente necesitamos encender un pequeño destello de luz de Tora y toda la suculenta recompensa se desvanecerá, ya con la “luz” encendida podrá analizar los “billetes” y comprobar que son falsos. La satisfacción o el placer que promete son solo bienes efímeros, es solo cuestión de tiempo, al final todos acaban dándose cuenta que en el lugar donde había un aparente placer es ocupado por un tremendo vacío, una sensación de “nada” donde parecía que habría mucho…. Solo se necesita un poco de “Irat Shamaim” para darse cuenta que El que cumple los preceptos de la Tora nunca pierde, y quien peca nunca obtendrá esos beneficios falsos….[7] ©Musarito semanal

 

 

 

“De acuerdo con el esfuerzo, empeño y doblegamiento del espíritu maligno es el grado en que se aumenta la complacencia a Nuestro Creador, y de acuerdo con el esfuerzo será la recompensa.[8]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Iyob 15:12, ver Bemidar Rabá 18:16

 

[2] Extraído del libro Veigadtá; pág. 224; Rab Yaacob Galinsky

 

[3] Bereshit 8:21

 

[4] Bereshit Rabá 34:19

 

[5] Kidushín 30b

 

[6] Sucá 52b

 

[7] Rab Yehudá Leib Jasman en su libro “Or Yoel”

 

[8] Pele Yoetz; Segulá

 

 

 

 

 

 

 

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