La benevolencia es la esencia de Am Israel

 

Perashat Balak

 

 

“Bilam se levantó de mañana, ensilló su mula y partió...” (22:21).

 

 

Cuando Bilam el malvado montó sobre su mula para ir a maldecir al Pueblo de Israel, Hashem se enojó con él[1] y le mandó un malaj (ángel) para impedirle tal objetivo. El malaj se presentó frente a él con su espada extendida, pero sólo la mula lo vio. Ésta se asustó y se desvió del camino. Bilam la golpeó para encarrilarla nuevamente, y así otras dos veces más, hasta que Hashem abrió la boca de la mula y luego los ojos de Bilam, y recién ahí se dio cuenta de que tenía frente a él a un ángel celestial.

 

Sucedió en Yerushaláim. Una mujer había enviudado y de un día para otro afrontó el cargo de conseguir el sustento para sus pequeños hijos. Debido a que ella tenía un gran conocimiento sobre libros, se le ocurrió que podría abrir una librería. “¿Quién no compra libros en Yerushaláim?”, pensó. Encontró un local que le pareció adecuado; solamente le faltaba conseguir el dinero para adquirir los libros y adecuar el local. La lista de gastos parecía interminable y sus esfuerzos por conseguir un préstamo bancario no habían tenido éxito. Ningún banco estaba dispuesto a arriesgarse a dar un préstamo a una pobre mujer sin un aval; incluso sus amistades, quienes querían verdaderamente ayudarle, no estaban en condiciones de hacerlo.

 

Ella siguió insistiendo hasta que un día un hombre se presentó una tarde en la puerta de su casa. Se presentó como Rab Aijler. La saludó y le dijo que había escuchado que necesitaba un préstamo para abrir un negocio de libros y él estaba dispuesto a prestarle el dinero; que no se preocupara más y que se lo pagara en cuanto pudiese. La mujer se resistió a recibir el cheque que el Rab le extendía y dijo: “Le estoy muy agradecida. Sin embargo, no puedo aceptarlo… ¿Cómo sabe que podré devolverle el dinero?”. El Rab tomó el cheque, lo depositó en su mano y le dijo: “Yo tengo absoluta confianza en que su negocio dará frutos. Todo lo que usted necesita es que le den la oportunidad de hacerlo”.

 

Pasaron unos días y la librería se encontraba funcionando. Ella pensó que Rab Yosef Aijler era uno de esos exitosos empresarios que se dedican a apoyar a los necesitados; no sabía que él era dueño de un negocio de libros que quedaba a la vuelta de la nueva librería. O sea que, aun cuando ella se convertiría en su competencia directa, no estaba preocupado de que su negocio pudiese afectar sus ventas. De hecho, él abría su negocio solamente durante cuatro horas al día; cuando lo cerraba, dejaba un letrero que decía: “Disculpe, el negocio se encuentra cerrado, pero podemos atenderlo en la librería de la esquina”.

 

Para Rab Aijler ayudar a otros estaba antes que su propio negocio. O mejor dicho, “ése” era su único negocio…[2] No sólo a Bilam se le presentó un malaj; nosotros también tenemos oportunidad de ver malajim de carne y hueso cerca, y así como Bilam, no nos damos cuenta de sus hechos, debido a que vamos montados sobre nuestro burro (jomer) material. Estamos tan metidos en lo mundano que no nos percatamos de la desinteresada labor de estos “ángeles”.

 

Que estas líneas sirvan como reconocimiento a todos aquellos que han entregado su vida desinteresadamente en pro de los demás. Personas íntegras que hacen más de lo que les corresponde, gente que no busca conseguir algo a cambio, reúnen cualidades y virtudes, y no exigen que la vida los recompense, sino que lo único que desean es construirse a sí mismos. Todos, en alguna parte de nuestras vidas hemos recibido algún tipo de ayuda. Que esas acciones altruistas nos sirvan como guía para saber cómo conducirnos por la vida. Si mostramos una actitud clemente hacia nuestros semejantes, recibiremos de Hashem el mismo trato.©Musarito semanal

 

 

 

…“Los Cielos son los Cielos del Eterno, pero la Tierra la concedió a los hombres.”[3] “Los Cielos siempre serán celestiales… pero lo terrenal está en manos del hombre hacerlo celestial.”[4]

 

 

 

 

 

[1] Hashem dijo a Bilam: “¡Malvado! Abraham ya te precedió en el hecho de dejarse llevar por una gran pasión, demostrándolo al madrugar y ensillar por sí mismo su asno. La intención de Abraham era por el amor que tenía por Mí y el tuyo es guiado por el odio hacia Mi hijo Israel. Y si a Abraham no lo dejé concretar su pensamiento, mucho menos lo consumarás tú”. Ver Rashí, 22:21.

 

[2] Por amor a Dios, Rabí Baruj Brull, pág. 6.

 

[3] Tehilim 115:16.

 

[4] Rabí Menajem Mendel de Kotzk.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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